Decir Hungría es decir pálinka. Es el aguardiente nacional y tradicional, y forma parte de la vida de los húngaros, en la alegría y en la tristeza, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte los separa.
Típica botella de pálinka comercial, en este caso de melocotón
Como el patxaran navarro o el orujo gallego, es parte del patrimonio de la cultura de este pueblo, y no hay encuentro, reunión o celebración en el que falte.
Se destila a partir de casi cualquier tipo de fruta, aunque el melocotón, albaricoque, pera y ciruela son los más frecuentes. Aunque existen muchas marcas comerciales y tiene una denominación de origen protegida (solo es pálinka el fabricado en Hungría y en algunas regiones muy concretas de Austria), la mayoría del pálinka que se consume en el país es casero.
Es una bebida de alta graduación (generalmente entre 40º y 60º), que se fabrica en los pueblos, donde quien no tiene un alambique en su casa, conoce a alguien que lo tiene, y quien no cultiva frutales, conoce a alguien que lo hace. En definitiva, se juntan varios amigos o familiares con su propia fruta y alambique y producen su propio pálinka casero, que consumen y regalan.
El método de elaboración es el clásico de los aguardientes. Los azúcares de las frutas son fermentados por las propias bacterias que se encuentran en la piel de la fruta o en su entorno. Cuando superan una cifra próxima a los 20º de alcohol, las bacterias mueren. La única forma de subir la graduación pasa por métodos artificiales. Aquí es donde entra en juego el alambique, un sencillo instrumento que calienta este líquido hasta que comienza a evaporarse. Como el alcohol lo hace antes que el agua, el resultado es que el producto recogido en el otro recipiente tiene más cantidad de alcohol que originariamente. La bebida puede destilarse varias veces hasta conseguir la concentración deseada (aunque no los 100º que están pensando algunos).
La hospitalidad húngara obliga a ofrecer pálinka casero (o comercial si no se tiene) a los invitados. Da igual a que hora lleguen a casa, normalmente se les ofrecerá probar su propio pálinka. Y es que en otros países estamos acostumbrados a comenzar a beber alcohol por la tarde o a la noche, pero aquí es normal comenzar a beber desde antes del mediodía.
Los adultos y mayores suelen hacerlo antes de comer. Esto es algo que a mi me sorprendió, pues en mi cultura lo normal es comenzar con cerveza o vino y dejar las bebidas espirituosas para el final de las comidas. Aquí no, siempre se beben algunos pálinkas antes de comer (cosa que como dije en otras entradas suele hacerse al mediodía). Así que la situación es que a eso de las 11 u 11 y media de la mañana el invitado llega a la casa en cuestión, donde su anfitrión le ofrecerá probar su pálinka.
Vasos tradicionales para pálinka con el escudo húngaro dibujado
Por supuesto que después de comer se vuelve a beber, y no digamos ya si se visitan otras casas, algo totalmente normal en los pueblos.
La matanza del cerdo también está muy asociada a esta bebida. Ese día los húngaros se levantan temprano, a eso de las 5 de la madrugada, y comienzan a beber pálinka. Luego matan al cerdo, beben un poco más, y preparan los embutidos y las carnes mientras siguen bebiendo. Y por supuesto, la degustación de los nuevos productos se hace con más pálinka todavía. Ni que decir que los hospitales están a rebosar en estas fechas de mucho alcohol y grasa, donde las pancreatitits y colecistitis son el pan de cada día, como dicen los médicos húngaros.
Alambique tradicional para destilar licores de alta graduación
Pero el pálinka no es solo cosa de mayores. La gente joven también bebe pálinka, aunque obviamente lo hace los fines de semana cuando salen de fiesta. Normalmente lo consiguen a través de familiares o amigos, y por ejemplo, los universitarios se lo llevan de su pueblo a la ciudad donde estudian, donde lo guardan en botellas de agua en la nevera (esto es algo normal en Hungría y no solo lo hace la gente joven. Aunque el pálinka reposa en botellas de cristal, las sobras suelen guardarse provisionalmente en este tipo de botellas de plástico).
De modo que a más de uno le ha pasado levantarse por la noche, caminar como un zombie a la nevera en busca de agua fría y darle un trago a una botella de plástico con etiqueta de agua mineral y contenido transparente con pálinka de 60º en su interior. ¡Nunca dejeis de oler una botella de plástico que presuntamente contiene agua embotellada antes de darle un trago si os encontrais en Hungría!
¡Estas botellas pueden contener Pálinka! Vigyazz!!
Ningún turista que visite Hungría debería marcharse del país sin haberlo probado. La gente que no esté acostumbrada a este tipo de bebidas no tendrá una experiencia agradable, pero lo cierto es que cuando uno se acostumbra, puede incluso llegar a degustar el tipo de fruta que hay escondido detrás de su potente sabor a alcohol. Egészségedre! A tu salud!
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