viernes, 24 de julio de 2015

Kárpát-medence

Kárpát-medence (traducido literalmente como Cuenca Cárpata o Cuenca de los Cárpatos, y en inglés Carpathian Basin), es un gran territorio que abarca buena parte de Europa central y oriental, formado, en su mayor parte, por enormes llanuras, y rodeado fundamentalmente de los montes Cárpatos al este, norte, y parte del sur, aunque también los Alpes, los Dinárides y los Balcanes lo delimitan, formando una auténtica cuenca, como se puede apreciar en los mapas geográficos. Kárpát-medence es un concepto fundamental para comprender a Hungría y a los húngaros, tema que expondré en esta entrada.



Imagen satelital (arriba) y mapa físico (inferior) de la cuenca de los Cárpatos con las correspondientes fronteras montañosas descritas. El Reino de Hungría ocupaba prácticamente toda la cuenca.


En este lugar se asentaron los magiares que llegaron en el siglo IX procedentes de los Urales tras largas migraciones. Una vez cruzados los Cárpatos, la gran llanura fue el territorio escogido para quedarse y fundar el Estado magiar (posteriormente llamado húngaro al adoptar el latín como idioma y el cristianismo como religión). Durante casi un milenio el Reino de Hungría abarcó prácticamente todo este territorio, llegando desde el mar Adriático hasta los Cárpatos orientales, con una extensión de 282.000 kilómetros cuadrados y una población de 18 millones de habitantes. Junto con la corona austríaca formarían el Imperio Austrohúngaro, dando lugar a una potencial mundial que fue la época más gloriosa del país. No obstante, en la cuenca Cárpata no solo vivían los húngaros, sino que más bien era un gulyás de etnias y nacionalidades (eslovacos, rumanos, serbios, checos, croatas...), si bien el territorio era administrado por la corona húngara.

Posteriormente Hungría se alinearía con las potencias centrales en la primera guerra mundial, y, tras perder la guerra, llegaría el traumático tratado de Trianon, la mayor tragedia moderna de Hungría, por la cual la cuenca de los Carpátos, casi exclusiva del Reino de Hungría, se repartió como una tarta de cumpleaños entre los estados de alrededor, quedando Hungría reducida a 93.000 kilómetros cuadrados (la tercera parte que antes) y 8 millones de habitantes (menos de la mitad que antes). El norte fue a parar a Checoslovaquia (hoy en día la parte de Eslovaquia), el este a Rumanía, el sur a Serbia, Croacia se separó definitivamente, y el oeste fue a Austria y Eslovenia. Además de los territorios y su población, se perdieron zonas agrícolas e industriales fundamentales, así como las infraestructuras que había en ellas. Resumiéndolo en un símil futbolístico: Hungría pasó de jugar la Champions league a hacerlo en 2º división.

Pero si el trauma económico fue duro, el social fue aún peor. Debido a este reparto territorial, millones de húngaros quedaron repentinamente viviendo en los nuevos países de alrededor, lejos de la madre patria, aunque siguieron con su idioma y cultura, a pesar de las dificultades. Pese a que muchos emigraron a la nueva y reducida Hungría por motivos personales, económicos o sociales, a día de hoy sigue habiendo más de 2 millones de húngaros repartidos a lo largo de toda la cuenca de los Cárpatos, por las actuales Eslovaquia, Rumanía, Serbia y Ucrania fundamentalmente.

Hay que mencionar dos cosas importantes: la primera, que en el territorio entregado a cada país los húngaros no eran mayoría (es decir, en la parte entregada a Checoslovaquia la mayoría eran eslovacos, en Transilvania, rumanos, etc...) pero sí que en zonas concretas dentro de cada territorio los húngaros eran mayoría (las zonas rojas del mapa inferior). Las nuevas fronteras fueron trazadas muy torpemente como se puede ver en dicho mapa, suponiendo que el motivo fuese homogeneizar las naciones dentro de cada Estado (el motivo oficial), aunque si se buscaba castigar a Hungría desde luego entonces fue todo un éxito. La única posibilidad de recuperarlos fue volver a alinearse con Alemania en una nueva guerra, cosa que sucedió poco después, en la segunda guerra mundial. Para muchos historiadores los tratados de Versalles y Trianon no fueron sino el caldo de cultivo para generar una nueva guerra.


Pérdida de los territorios húngaros tras la primera guerra mundial (tratado de Trianon). En verde claro, la actual Hungría. En verde más oscuro, el antiguo Reino de Hungría (el reino croata estaba unido a él, en gris verdoso). En rojo, territorios perdidos con mayoría de población húngara que quedaron fuera del país.


La nueva Hungría pasó a ocupar tan solo una parte de la cuenca de los Cárpatos, sin embargo, más de dos millones de húngaros habitan dicha cuenca en los países limítrofes: Rumanía, Eslovaquia, Ucrania, Serbia, Croacia, Eslovenia y Austria.


Los húngaros siguen viendo la cuenca Cárpata como su hogar, y con razón, ya que fuera del actual Estado húngaro, el territorio continúa salpicado de minorías de húngaros rodeadas de rumanos, ucranios, serbios o eslovacos, como el envoltorio moteado de un Túró Rudi. A pesar de que muchos territorios se perdieron, al haber más de 2 millones de húngaros aún en ellos y haber pertenecido durante un milenio a la corona húngara, los magiares siguen viendo la cuenca de los Cárpatos como su casa. Así, en Hungría hay unos 10 millones de habitantes, casi todos de etnia húngara, pero en la cuenca Cárpata residen más 12 millones de húngaros en total. En la televisión, por ejemplo, el mapa del tiempo abarca toda la Kárpát-medence, las noticias y reportajes son sobre los húngaros de toda la región (y no solo de la República húngara), ya que cuenta con televidentes repartidos por toda la región. Cultural y socialmente hay muchos vínculos y uniones (programas educativos, políticos y de cooperación), más allá de los conflictos que ocurren a diario por los "choques culturales" entre las minorías húngaras y los ciudadanos eslovacos, rumanos o serbios, entre otros.

Aunque está cerca de cumplirse un siglo de la primera guerra mundial, los húngaros de los países del entorno han continuado hablando su idioma, practicando su cultura y sus tradiciones, y pese a tener pasaportes de Eslovaquia o Rumanía, no se han vuelto eslavos ni latinos. Continúan siendo húngaros, y orgullosos de ello. Algunos, como los székely, incluso presumen de haber mantenido la cultura húngara mejor que los magiares occidentales, más influenciados por Austria y los Habsburgo.

La mayor ciudad de la cuenca de los Cárpatos es la capital de Hungría, Budapest, con sus 1,7 millones de habitantes. Le siguen la capital de Serbia, Belgrado, con 1,1 millones, Zagreb, la capital croata, con 0,8 millones y Bratislava, la capital eslovaca, con 0,5. Los ríos Danubio y Tisza son los más importantes de la región.

La República de Hungría sigue siendo, pese a todo, el país que ocupa la mayor parte del territorio, formado sobre todo por Alföld, la gran llanura húngara, y Dunántúl, los territorios al oeste del Danubio. La parte norte de Kárpát-medence, la eslovaca, se denomina en húngaro Felvidék, o tierras altas, al ser bastante montañosas. La zona de Ucrania, al este, es Kárpátalja (Transcarpatia). La zona rumana, también al este, se conoce como Erdély (Transilvania en castellano), la parte sur, de Serbia, Croacia y Eslovenia, Délvidék (tierras del sur), y la zona de Austria son las Őrvidék (tierras de los őr, o vigilantes occidentales, llamadas Burgenland en alemán).


La gran llanura húngara (Alföld), ocupa la mayor parte de Hungría, es una fértil y enorme llanura.

La meseta de Transilvania, con los montes Cárpatos nevados al fondo. Es el hogar de los húngaros székely.

Montes Tatra, en Eslovaquia, en las Felvidék, o tierras altas.


Los territorios perdidos en Trianon continúan siendo una reivindicación social y política. Se pueden ver desde pegatinas en los coches con la silueta del Reino de Hungría, hasta manifestaciones y todo tipo de actos. Hungría no se ha recuperado aún de la tragedia, y el desbarajuste territorial y humano aún sangra. Los conflictos y problemas de las minorías húngaras de los países de alrededor aparecen en telediarios y periódicos día sí, día también, como ya comenté en su momento. Desde leyes represivas contra su cultura hasta ataques xenófobos (por ejemplo agresiones por hablar en húngaro en Eslovaquia, es el típico caso). Los roces políticos entre Hungría y los países vecinos también son una constante. La entrada a la Unión Europea no ha servido para nada en este aspecto. Aunque muchas leyes se retocaron para cumplir criterios de entrada (como en Eslovaquia o Rumanía), con el tiempo han quedado en agua de borrajas. Los partidos más radicales (especialmente la extrema derecha) son muy poderosos en esta zona, sobre todo en Eslovaquia, Ucrania y la propia Hungría, y han adoptado una ideología muy agresiva y nacionalista que empeora aún más la frágil convivencia de húngaros, eslovacos, rumanos o serbios. Lo peor de todo es que no parece que la cosa vaya a arreglarse, sino todo lo contrario.


Palacio Eszterházy en Eisenstadt (Kismarton en húngaro), Austria, localidad en la que viven varios cientos de húngaros. Antiguamente las Burgenland pertenecieron al Reino de Hungría.

lunes, 20 de julio de 2015

Españoles en... ¿Budapest?

Supongo que mucha gente conoce el programa de "Españoles por el mundo", que en realidad no sé si se continúa realizando o ya es un formato agotado, y del que obviamente brotaron clones similares pero en cadenas locales tipo "madrileños por el mundo", "murcianos por el mundo" y un largo etcétera.

No creo que fuese casualidad que este programa comenzase a emitirse en plena crisis económica y en una cadena pública como TVE, porque con el paro por las nubes y dos gobiernos incapaces de hacer nada para arreglarlo (primero el de Zapatero y luego el de Rajoy), el mensaje poco subliminal que mandaba este programa era que irse a vivir a otro país y triunfar era pan comido, y si tú estabas en el paro en España era tu culpa por no marcharte al extranjero. Por supuesto se mostraba una versión triunfalista y distorsionada de la realidad, enseñando solamente a aquellos expatriados a los que les fue de maravilla (muchos en realidad no salieron por la crisis en absoluto, sino por la deslocalización de sus empresas o por sus tipos de trabajos, y de hecho están de manera temporal en el país correspondiente).

Poco hablaban de la realidad y los problemas del país en cuestión, o de los españolitos que salieron a buscarse la vida a otro país con una mano delante y otra detrás y malviven o no encontraron nada y tuvieron que volver a casa. No, esos no existen para TVE porque como decía, el mensaje era el del falso triunfalismo.

Me enteré que existía el capítulo correspondiente de los españoles en Budapest y me picó la curiosidad de ver qué decían sobre Hungría y Budapest, un tema del que me considero algo informado tras años viviendo en estas tierras. Además, para completar el experimento, lo vi en compañía de húngaros castellanohablantes. El resultado fue el que me esperaba, una visión distorsionada y torpe de la vida en Hungría y Budapest. Al menos nos reímos bastante viendo las barbaridades que decía el programa. Eso sí, el recorrido turístico en helicóptero y limusina no faltaba (todo pagado por TVE, claro).

Nada mejor ilustra todo esto que la primera pareja de españoles que aparece en el programa. Unos antiguos trabajadores de la banca en España (los cuales, por lo que cuentan y enseñan, seguramente tenían un nivel de vida bastante bueno ya antes de ir a Hungría) que montaron una empresa en Budapest que, textualmente "vende inmuebles a inversores españoles y también venezolanos". Mostraban su enorme casa con una gigantesca terraza en un edificio de lujo recién construido. Después mencionaban que se habían casado en la basílica de San Esteban (algo carísimo y difícil de conseguir) y recorrían la avenida Andrassy en un Jaguar antiguo. Lo típico, vamos. Ojo, que esa realidad existe y es muy respetable, pero en absoluto es representativo de Budapest. Eso sí, al final terminaban el día tomando una cerveza en el Szimpla, para bajar el caché (aunque con los precios que tiene ya el Szimpla casi va en la línea).

Lo más gracioso es cuando dicen que el sueldo medio está entre 600 y 700 euros. Pero olvidan decir que son brutos. El sueldo medio en Hungría se situó en 2010 (año en que se grabó el programa) en unos 132.000 forint netos (alrededor de 430 euros). Pero aún así la mayoría de los sueldos siguen estando por debajo de esa cantidad. Otros detalles: van a un restaurante a comer y les traen un plato de pörkölt con galuska, aunque ellos aseguran que es gulyás (una sopa), o pasean por la calle Váci y el chico la pronuncia como vási (se dice vachi) después de llevar 3 años viviendo en Budapest. Bueno, he visto casos peores entre los españoles, así que tampoco es grave.

El segundo caso es ni más ni menos que el de un futbolista español que juega en la liga húngara. Me parece perfecto que muestren esto en el programa, pero insisto en que es una parte minúscula de la población. Quien editó los vídeos se coló al escribir los balnearios de Széchenyi sin la "i" al final. Hombre, no tiene porqué dominar el húngaro, pero trabajando para TVE y con la repercusión del programa, ya podría haber comprobado en google cómo se escribe el nombrecito, cosa que le hubiese llevado 5 segundos.

Después aparece otro matrimonio que vive en una lujosa casa de Buda. Mencionan Budapest como la unión de Buda y Pest, pero olvidan que además de estas dos también se unió Óbuda, un enorme distrito al norte de Buda, y de las tres surgió Budapest (además me da rabia porque tengo mucho cariño a Óbuda). En algún momento mencionan que el socialismo duró en Hungría hasta 1991, pero en realidad fue hasta 1989. Bueno, tampoco es algo grave, pero demuestra que el proceso de documentación es bastante lamentable, basta con leerse por encima wikipedia, por ejemplo.

Más gente: una pintora española con marido inglés que trabaja para la banca y ya ha estado viviendo en Tokio y Moscú antes, también por el trabajo de su marido, y viven en un palacio del centro. Luego, al final, ya aparece gente más modesta, como un informático y un músico, con el que van al sziget y entrevistan a varios artistas españoles y latinoamericanos que actúan en dicho festival.

Lo dicho, como programa para ver Budapest a través del típico recorrido turístico que ofrece cualquier guía, perfecto. Para ver a españoles que se fueron a vivir allí y lo hacen a todo tren, perfecto. Pero si queremos ver la realidad húngara, la vida cotidiana o la emigración española en general, mejor cambiar de cadena. Porque como eso no vende en televisión, no se graba. "Periodismo" en estado puro. Y luego nos sorprende que en España la gente sepa poco a nada de Hungría.

Teresa De la Vega, una española residente en Budapest, contaba sus experiencias con varios periodistas de la TV que vinieron en varias ocasiones a grabar reportajes a la capital húngara, en la revista húngara en castellano "Quincenal", de la siguiente manera:

"Tres veces me llamaron los de la televisión para que les contara cosas, como española que vive en Hungría. Las dos primeras veces acepté, la tercera ya no. Lo hubiera hecho si hubieran aceptado mis condiciones, que en el fondo no eran condiciones ni eran "na", simplemente no les gustó el recorrido budapestino que les proponía, ni mi disponibilidad de estar con ellos solamente medio día. Recuerdo que quería haberles llevado a hacer un recorrido en tranvía, un tranvía normal por ejemplo el nr. 2, que va por Pest, por la orilla del Danubio, o el nr. 19, que hace lo mismo por Buda. Trayectos con gente normal, posibles incomodidades cotidianas. O sea conociendo la vida de aquí, tal como es. También les propuse buscar una pastelería de poco pelo, de barrio, de las que ya casi no hay, pequeña, incómoda quizás, pero con ricos pasteles tradicionales y café con leche o sin leche, pero en vaso.

La cosa siempre quedaba en el aire, en un, mañana te llamamos, y luego no me llamaban y al final, si te he visto no me acuerdo, y no nos llegamos a ver y aquí no ha pasado nada y todos tan contentos y eso es verdad, porque en el fondo yo no tenía ganas de hacerlo. Sí tuve ganas de ver el programa y lo vi cuando lo pusieron y ya no me acuerdo mucho, pero fue una desilusión y me dio rabia. Mostraban un Budapest de alto lujo muy bonito, que no tenía mucho que ver con la vida real. Recuerdo un recorrido en limusina por la calle Andrássy, unas ceremonias religiosas en la basílica y vistas de la ciudad desde un estudio con grandes ventanales. Mucho más no tengo que decir. Sin duda existe eso, pero no es eso.

Sigo entonces con los otros dos programas. El primero de TELECINCO, en aquel final de verano de 2006 cuando la situación política del país hizo presagiar unas posibles revueltas internas de importancia, y un cambio de gobierno. Un amigo uruguayo que trabaja para la Agencia EFE de España, me llamó para preguntarme si estaría dispuesta a recibir a unos reporteros que querían conocer a algún español que viviera aquí. Me pareció interesante y le dije que sí. Llamé a mi marido que estaba en la universidad, dijo que muy bien y que vendría para participar.

Después no vino. Mi hijo dijo que a él no le gustaban esas cosas, que los periodistas tergiversan las palabras, que dices una cosa y ponen otra y recortan por aquí y por allá, y que no. Así, que, una vez más, me quedé sola. Me puse a limpiar y a ordenar un poco y les abrí la puerta a la hora convenida, ya era casi de noche, o quizás no, pero estaba oscuro. Recuerdo que lo que más les interesó fue un aparatito plateado de televisión que teníamos sobre el piano y que transmitía solamente en blanco y negro, se nos acababa de romper el otro. Les pareció precioso, algo del otro mundo, del mundo aquel soviético, ya pasado, digo yo. Tanto no me preguntaron sobre política, más bien sobre mi vida y mis razones para haberme venido aquí. Me pidieron que subiera y bajara por la escalera interior, porque hacía muy bonito. Que me fuera a la cocina y saliera hacia la mesa del comedor, con un plato en la mano. Que me asomara a una ventana, con un transistor junto al oído, como mostrando la preocupación que tenía a causa de lo que estaban retransmitiendo y a que mi hijo todavía no había vuelto a casa. Bueno, pues así todo, más o menos, y resultó que a mi gente de España les gustó mucho.

Unos años después, a través de la embajada, me contactaron los de TELEMADRID. Más de lo mismo, esta vez sin política. Vinieron a casa, saludaron a mi marido y a mi hijo, era un sábado y estaban en casa, filmaron esto y lo otro y el jardín y con un taxi partimos raudos a efectuar el recorrido que les había preparado. Primero a casa de mi suegra, un típico piso de la burguesía húngara, con sus muebles biedermaier, sus porcelanas de Herend, sus cuadros con marcos dorados, pintados por mi suegra, su hija y su padre. Su balcón al Danubio con una bonita vista y mi suegra muy conenta y elegante y juvenil con traje pantalón blanco y empeñada en contarles en español, inglés, alemán y francés, mezclados, la historia de Hungría, el desastre y la injusticia del Tratado de Trianon, en el que se perdieron los territorios más bonitos. No le hacían mucho caso. De allí, al mercado cercano de Kolossy Tér.

Filmaron esto y lo otro, comimos langos muy ricos, pero no querían mucho, porque decían que les había sentado mal la cena de la noche anterior. Volvimos a tomar un taxi, subimos al Castillo, paseamos por las callejuelas tan pintorescas, nos sentamos en la Pastelería Ruszwurm, tan bonita, aunque más acogedora en invierno con su estufa de azulejos y sus silloncitos tapizados de seda. Tomamos Coca-Cola, que no pegaba nada, pero no estaban por la labor de gastarse dinero. Así que les invité a las típicas "pogacsas" al salir, y nos las comimos por las calles. Fuimos al Bastión de los Pescadores y de allí al Palacio Real. Tenían un librito, "Budapest para Turistas" o algo así, muy bueno, donde ponía todo de todo, o sea que se lo sabían mejor que yo. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado. Se querían ir al hotel, estaban cansados. No quisieron que fuéramos a comer.

Pararon un taxi, me hicieron preguntar el precio de la carrera hasta mi calle y lo pagaron de antemano, no fuera a ser que si me daban el dinero a mi, me quedara con la mitad y me bajara tres calles más abajo y me fuera en tranvía. Pues nada más. Al fin y al cabo, no salió mál. Luego me mandaron el disquett. Y además me hice famosa. Tres personas me reconocieron por ello. Dos en la biblioteca del Cervantes, eran los tiempos en que yo no hacía ni coloquios ni nada, solo iba allí a sacar libros. Una de estas personas fue el entonces Agregado Militar de la Embajada de España, lo que tuvo para mi consecuencias positivas, que ahora no vienen a cuento. La otra persona me reconoció en Madrid. Un invierno que estuve allí por Navidad. Entre en una farmacia y el farmaceutico no hacía más que mirarme, hasta que me preguntó si yo no había salido en la TV. Y patatín patatán. Así son las cosas que pasan, por ser una, española, de esas que andan por el mundo".

miércoles, 15 de julio de 2015

Finalizada la M-43, primera autopista que une Hungría y Rumanía

La autopista M-43, que une la M-5 a la altura de Szeged con el paso fronterizo de Nagylak a Rumanía en el sureste de Hungría, ya es una realidad. Esta infraestructura, vital para la región, ha sido finalizada tras años de retrasos en las obras, pese a tener apenas 60 kilómetros y a la sencilla orografía de la gran llanura húngara. En el año 2011 se inauguró el primer tramo, de unos 30 kilómetros, entre Szeged y Makó, y ha habido que esperar 4 años más para que se terminasen los 23 kilómetros restantes desde Makó hasta la frontera rumana, donde enlaza con la autopista A-1 hacia las ciudades de Arad y Timisoara. Con ello se pretende aliviar la vieja y saturada carretera 43.


Mapa con la autopista M-5 (en azul), de la cual parte la M-43 (en verde, debajo) que se dirige por el norte de Szeged a Makó y Nagylak (en la frontera rumana).


La importancia de una vía alternativa de gran capacidad a la carretera 43 era mayúscula debido a su intenso tráfico, sobre todo de camiones procedentes de las fábricas de Rumanía y Bulgaria (donde muchas empresas occidentales han llevado su producción atraídas por la mano de obra barata) hacia Europa central, donde Hungría tiene un papel clave por su posición como "puerta de entrada", desde donde se separan las rutas hacia el resto del continente. Además, muchos rumanos que se han ido a vivir y trabajar a España o Italia van y vienen en vacaciones por esta carretera. El enorme tráfico y muchas veces las escasas horas de sueño de los conductores que realizan estos enormes viajes provocan frecuentemente tragedias. No en vano, al tramo entre Szeged y Makó (al que además de todos estos camiones, coches y autobuses, se le unen cientos de húngaros que se desplazan entre esas ciudades todos los días a trabajar o a comprar) se le conocía como "la carretera de la muerte" hasta que se desdobló en 2011, por su altísimo nivel de siniestralidad. Pese a la construcción de la autopista, a los pocos días de inaugurarse tuvo lugar una terrible tragedia, cuando un camión de matrícula rumana cruzó la mediana e invadió la carretera con tráfico en sentido contrario chocando con un minibus de rumanos procedentes de Valencia (por lo que la noticia salió en los medios españoles), dejando la escalofriante cifra de 14 muertos. El camionero rumano (uno de los dos supervivientes) se durmió al volante.

Antes de 2011, este tráfico pasaba además por la circunvalación de Szeged, provocando que su gran avenida radial tuviese unos socavones y baches impresionantes. Carretera que los estudiantes de medicina teníamos que cruzar para ir a las clases de anatomía, impartidas en un edificio lejos del centro, y que nos dejaba estupefactos. Por esta misma carretera he viajado en numerosas ocasiones además, contemplando la lentitud de las obras, por lo que su inauguración me ha alegrado bastante.

La autopista, además, es la primera que une Hungría y Rumanía, ya que el resto de conexiones son mediante carreteras convencionales. Hungría posee un sistema radial de autopistas de pago bastante bueno que comunica las principales ciudades del país con Budapest, construido durante la pasada década. Ahora, la segunda fase consiste en la extensión de estas vías de gran capacidad hasta las respectivas fronteras. El país magiar, por su posición centroeuropea, está rodeado de otros siete países, pero tan solo Austria, Eslovenia, Serbia y ahora Rumanía cuentan con conexión por autopista. Hungría se encuentra sumida en esta segunda fase de conexiones internacionales. La reciente crisis económica ha retrasado mucho dichas obras, que avanzan a paso de tortuga. La autopista M-3 también está cerca de alcanzar la frontera con Ucrania, y se prevé ampliar la M-30 hasta Eslovaquia.

Las relaciones entre Hungría y Rumanía no son, en general, muy buenas (aunque tampoco son tan malas como con Eslovaquia) debido al eterno conflicto por Transilvania, lo cual influye en que las conexiones entre ambos países sean bastante malas, por lo que noticias como esta, que suceden con cuentagotas, son excelentes.

La nueva autopista cuenta con tráfico separado, dos carriles por sentido y puestos de inspección fronteriza al ser una entrada al espacio Schengen (del que Rumanía no forma parte). El nuevo tramo será gratuito hasta el 31 de Diciembre de este año, a partir de entonces quedará integrada en el sistema nacional de autopistas de peaje por viñeta.

Finalizo la noticia con algunas fotos tomadas del diario húngaro Délmagyarország de la inauguración, con los políticos de turno y la correspondiente parafernalia:







domingo, 12 de julio de 2015

Problemas reales (emigración) e imaginarios (inmigración)

Una de las habilidades más características de los políticos populistas, como los del actual gobierno húngaro (y muchos otros países), es la de crear problemas de asuntos banales o directamente de la nada, haciéndolos parecer finalmente cuestiones de gran envergadura, y así tapar otros problemas verdaderamente importantes que dichos políticos no saben o no pueden arreglar.

En el caso húngaro, probablemente el más notorio sea el de la cuestión emigración-inmigración. Fidesz ha lanzado una cruzada contra la inmigración, un fenómeno nuevo en este país (y que en realidad ni siquiera tiene como objetivo el asentarse aquí, sino cruzarlo hacia Alemania o Suecia), y sin embargo, apenas se pronuncia contra la emigración, un auténtico drama que sufre Hungría. No en vano se dice que la segunda ciudad con más húngaros (tras Budapest) es Londres. Y en Irlanda, Alemania o Austria hay enormes colonias que suman cientos de miles de húngaros. Pero vayamos por partes, porque el tema es complejo y tiene su miga. Comencemos con el problema real: la emigración.

La emigración de jóvenes húngaros, como mencionaba, tiene dimensiones de drama nacional. Muchos son universitarios que, con el título recién adquirido en mano, se marchan de su país rumbo a Alemania o Inglaterra para cuadruplicar el salario que tendrían en Hungría y poder llevar una vida digna, ahorrar y volver al cabo de varios años con un buen fajo de billetes (o no volver). Jóvenes formados con dinero público húngaro que se marchan al exterior a cotizar y pagar sus impuestos fruto de su trabajo en otro país. No se les puede culpar, desde luego. Hace algunos años, el gobierno de Fidesz decidió que los universitarios que recibiesen una beca para sufragar sus estudios, tendrían que firmar un contrato para ejercer en Hungría durante un mínimo de varios años tras titularse, aunque si se pagaban los estudios de su bolsillo, podían marcharse cuando quisieran, incluso nada más graduarse. La mayoría no lo han dudado: han pedido un préstamo al banco para pagarse la carrera, dinero que devolverán sin problema cuando trabajen en Europa occidental. Esto ocurre especialmente con la carrera de medicina (que yo mismo estudio, y conozco húngaros que lo hacen), aunque también sucede con otras carreras universitarias.

Pero no solo se marcha gente con estudios superiores, también trabajadores sin cualificación o con estudios intermedios se van con el mismo objetivo. En muchos casos, sus remesas ayudan a las familias de Hungría a llegar a fin de mes. Estas mismas remesas son una parte fundamental de la economía nacional, que incrementan el consumo interno y ayudan a cuadrar las cuentas estatales vía impuestos. Mucha gente ahorra para poder comprarse una casa en Hungría (con unos cuantos años de estricto ahorro y salario alemán o británico se puede pagar una casa en Hungría a toca teja), y luego poder vivir sin una hipoteca que extinga su ya de por sí escueto salario.

Pero el gobierno no habla de esto. Ni quiere, ni puede. Si sube los salarios por decreto, las multinacionales se irían a otros países con mano de obra más barata, subiría el paro y comenzaría el caos. Así que le ha venido como anillo al dedo el nuevo fenómeno al cual Hungría no estaba acostumbrada: la inmigración. Al fin y al cabo, si la gente viene de otros países a Hungría, será que los húngaros no están tan mal. O que están mal, pero otros están mucho peor. Ese es el mensaje que pretende transmitir el gobierno. Y con esto, pasamos al problema imaginario: la inmigración.

Todo comenzó hace dos o tres años. Hay que mencionar que Hungría es un estado de húngaros, con algunas pequeñas minorías, pero fundamentalmente de húngaros. Los extranjeros se dividen fundamentalmente en tres grupos: turistas, estudiantes y algunos trabajadores cualificados de los cientos de multinacionales que han venido a Hungría atraídas por los bajos salarios (ellos al venir de fuera obviamente negocian un sueldo más elevado). Es decir, que aquí los extranjeros son vistos, en general, como gente pudiente, con dinero, que llena las terrazas de los restaurantes, las tiendas de moda del centro, los balnearios, alquila las casas del centro (inaccesibles para la mayoría de los húngaros) y que para muchos llevan directamente el símbolo del dólar o el euro en la frente (ojo, no quiero que esto se malinterprete, porque cuando conoces realmente a los húngaros, te das cuenta que son gente maravillosa y muy hospitalaria, pero si eres un turista anónimo y desconocido, entonces probablemente seas uno de los que llevan el símbolo del dólar en la frente, pero vamos que en la España turística es igual).

Y esto ocurre no solo en Budapest, sino también en las principales ciudades de Hungría (Debrecen, Szeged o Kecskemét, aunque obviamente, en estas la colonia extranjera es mucho menor que en la capital). Esto significa que no son percibidos como gente que venga a buscarse la vida, trabajar, cobrar ayudas o delinquir (como mucha gente los percibe en Europa occidental).

Sin embargo, hace poco, comenzaron a llegar oleadas de inmigrantes de este segundo grupo, con las manos en los bolsillos en lugar de vuelos en clase business. Y claro, estos ya no gustan tanto. Pero, ojo, casi ninguno viene con intención de quedarse en Hungría, pese a que el gobierno insista en hacernos creer esto. ¿Quiénes son estos inmigrantes, de donde vienen y cuáles son sus planes?

Los países de origen de los miles de inmigrantes que han comenzado a llegar a Hungría desde el año pasado son fundamentalmente cuatro: Kosovo, Siria, Irak y Afganistán. ¿Qué tienen en común? Los cuatro sufren o han sufrido guerras donde la OTAN y los países occidentales han tenido mucho que ver. Siria o Afganistán, que se encuentran en pleno conflicto bélico, o Kosovo (un estado fallido donde reina el caos) son el punto de partida. Tras cruzar Turquía y Bulgaria, se adentran en Serbia. Los kosovares directamente acceden a Serbia desde su país. De aquí suben hasta la frontera húngara, el primer punto de acceso a la anhelada Unión Europea y el espacio Schengen. Frontera fácil de cruzar a pie, por las zonas boscosas del sur de Assothalom o los terrenos pantanosos y poco poblados de las provincias de Csongrád y Baranya.


Un grupo de kosovares cruza la frontera entre Hungría y Serbia, cerca de Assothalom.


Una vez en Hungría, la mayoría cruzan el país rumbo a Alemania o Suecia, países tradicionales de acogida de estos inmigrantes. Tras llegar, aunque lo hayan hecho de forma irregular, tienen derecho a solicitar el asilo si proceden de países en guerra o si demuestran que son perseguidos por su etnia, religión o ideas políticas (esa es la teoría, aunque ya sabemos el tema de las "devoluciones en caliente"), convirtiéndose en refugiados legales. Y aquí comienza su sueño europeo (o infierno, según su suerte). Sin embargo, desde el año pasado muchos han solicitado directamente el asilo nada más pisar Hungría, pues una vez obtenido este, moverse por la UE hacia Alemania o Suecia es mucho más fácil. Es decir, que, pese a todo, siguen sin seguir queriéndose quedar en Hungría aunque consigan el asilo aquí (cosa que muy rara vez sucede,  ya que Hungría apenas tiene capacidad de gestionar refugiados). Solo entre Enero y Mayo de este año, Hungría recibió más de 40.000 solicitudes de asilo, lo que le convirtió en el segundo país con más solicitudes de la Unión Europea tras Suecia. En 2014 hubo 43.000, en 2013 fueron 18.000, y en 2012, apenas 1.000.

Los grandes grupos de inmigrantes atravesando Hungría a pie o incluso en tren enseguida llamaron la atención a las autoridades húngaras (muchas veces fueron granjeros y agricultores los que avisaron), y los enviaron a los escasos centros de refugiados del país, saturados inmediatamente. Muchos kosovares, que desde hace poco, en virtud de un acuerdo entre Kosovo y Serbia, pueden moverse libremente por Serbia, no dudan en comprar un billete de autobús a Belgrado y Subotica (al norte, cerca de la frontera con Hungría), donde prueban a cruzar la frontera a pie. Una vez dentro de Hungría, la ausencia de fronteras debido al tratado de Schengen les deja moverse libremente por sus países miembros.


Grupo de inmigrantes en la zona fronteriza entre Hungría y Serbia.


El gobierno vio una ocasión muy clara para lanzar una gran campaña sobre un problema inexistente: vienen miles, os quieren quitar los trabajos, os quieren imponer sus costumbres, no son europeos, no se integran. Pues no, como he explicado, instalarse en Hungría no es precisamente una de las prioridades de los refugiados que llegan al país de forma irregular.

Otro de los motivos del comportamiento del gobierno húngaro es sin duda el del auge de la extrema derecha (Jobbik), que compite con el gobierno y es la segunda fuerza política. Ya estamos acostumbrados a ver a Orbán escorarse a la derecha hasta rozar la rodilla con el asfalto (usando un símil motociclista), para luego no hacer nada de lo que dice o directamente retractarse. Son claros guiños a los votantes de Jobbik para atraerlos a su partido, el Fidesz. Otro claro ejemplo fue el de insinuar la restauración de la pena de muerte tras el asesinato de una joven estanquera a manos de un ladrón en la ciudad de Kapósvár hace algunas semanas. Estas palabras del primer ministro causaron estupor en toda Europa, para luego decir que en realidad no van a aplicar la pena de muerte. Pero de nuevo, otra ocasión que Fidesz no desperdició para hacer un guiño a los votantes de extrema derecha.

Otra de las ideas que se le ha ocurrido al gobierno ha sido lanzar una consulta ciudadana masiva sobre inmigración y terrorismo. Tal cual, las dos juntas, como si fueran de la mano una con otra. La TV pública se ha llenado de anuncios y reportajes sensacionalistas sobre estas oleadas de inmigrantes del último año (y también sobre Italia o Grecia), para intentar que la población rellene estas encuestas. Cosa que, hasta el momento, pocos se han molestado en hacer. Ni siquiera las manifestaciones contra la consulta han sido multitudinarias. Simplemente es que nadie se moviliza ni a favor ni en contra, porque nadie cree que la inmigración o el terrorismo sean el mayor problema de Hungría precisamente.

El siguiente esperpento que se le ha ocurrido al gobierno ha sido instalar enormes carteles con el mensaje: "si vienes a Hungría, no quites el trabajo a los húngaros". Esto es lo más lamentable de todo lo que he visto hasta ahora, por el alto número de emigrantes húngaros que se van a trabajar a Alemania, Austria, Inglaterra o Irlanda. ¿Se sienten ellos aludidos? ¿Tampoco se le ha ocurrido pensar al gobierno húngaro que entre esa gente que huye de la guerra, por ejemplo de Siria, puede haber médicos o enfermeros, que tanto necesita el sistema de salud húngaro, y a quienes no les importe trabajar por los 300 € al mes que paga?


Cartel del gobierno en Hungría, donde pone literalmente: "si vienes a Hungría, no quites el trabajo a los húngaros" (debajo, en el mismo cartel: "consulta nacional sobre inmigración y terrorismo").


Respuesta ingeniosa del MKKP (una especie de partido político cómico húngaro), que ha alquilado carteles publicitarios como el de la imagen, para parodiar la idea del gobierno húngaro. El de la imagen, dice en inglés "venga a Hungría. Nuestros trabajos están en Londres". La mayoría de estos carteles están en la carretera que une el aeropuerto con la capital, por donde pasan casi todos los extranjeros que, muchos, desconociendo la polémica, se quedan estupefactos (otro cartel famoso es el que pone: "sorry about our prime minister", es decir: perdón por nuestro primer ministro).


Pero hasta el momento, la guinda del pastel ha sido el anuncio reciente y repentino del gobierno de su proyecto para construir una valla de 4 metros de altura a lo largo de toda la frontera de Hungría con Serbia (175 kilómetros). Nadie sabe quién ha tenido esta idea, si el propio Orbán o alguien cercano a él, pero incluso al primer ministro serbio le pilló por sorpresa y apenas pudo ser diplomático en su respuesta, comparando la idea con un nuevo Auschwitz.

Hungría, el primer país que comenzó a desmantelar el telón de acero, la alambrada que la separaba de la vecina Austria a finales de los años 80, quiere erigir una nueva valla un cuarto de siglo después. Eso sí, el gobierno ha dicho que si España, Grecia o Bulgaria han construido sus propias vallas para frenar la inmigración, a ver porqué ahora Hungría no va a poder tener su propia alambrada. ¿Será cuestión de envidia entonces? Esto puede estar relacionado con el siguiente tema, las cuotas de refugiados en la UE. Quizás el gobierno ha pensado que, de acuerdo, si se les obliga a gestionar un porcentaje de refugiados, cuantos menos lleguen, menor será, así que se pone una valla y santas pascuas.


Ruta de los inmigrantes kosovares desde su país hasta Alemania, pasando por Hungría.


El gobierno húngaro rechazó tajantemente las cuotas de refugiados que ha impuesto la UE a los estados miembros. Hombre, de todo lo que el gobierno ha dicho o hecho hasta le fecha sobre la inmigración, esto lo veo como lo único ligeramente razonable. Al fin y al cabo, Hungría no inició las guerras que han llevado a Afganistán, Siria o Kosovo al caos (pese a formar parte de la OTAN y de la UE, pero no es que allí Hungría tenga mucha voz), ni tampoco Hungría tiene la culpa de que Alemania o Suecia estén desbordadas por sus generosos sistemas de inmigración (seguramente debido al gran interés de tener una gran fuente de mano de obra barata procedente del extranjero, poco dada a la manifestación o la huelga, como hacen los propios alemanes. Algo que está muy alejado de los conceptos de solidaridad o integración de los que les gusta presumir).

Bastantes problemas tienen ya los países del este de la UE, como para además tener que gestionar enormes cantidades de refugiados procedentes de los países "ricos" del club. Finalmente la UE ha excluido a Hungría y Bulgaria del reparto de refugiados, y ha enviado a Hungría alrededor de 8 millones de euros para ayudar en la asistencia y proceso de asilo de aquellos que cruzan la frontera de forma irregular.

En definitiva, este tema aún no se ha terminado. Veremos qué ocurre, si se construye la valla, si el asunto de las cuotas prospera y qué ocurre con la famosa consulta. Continuará.


Frente al parlamento, en la plaza Kossuth Lajos, cartel de protesta al estilo de los del gobierno, donde se lee: "menos estadios, más educación", en referencia a la construcción de estadios de fútbol por todo el país a la vez que se recorta el presupuesto en educación.

lunes, 6 de julio de 2015

Miskolc

Miskolc es la cuarta ciudad más grande de Hungría por población, con 161.000 habitantes. Situada junto a los montes Bükk, la ciudad se encuentra prácticamente rodeada de montañas, algo difícil de ver en este país, y a ello debe su particular forma alargada. Su próspero pasado y decadente presente le dan un aire peculiar. Lo diré sin rodeos: Miskolc no es la ciudad más hermosa de Hungría precisamente, y merece más la pena visitar Pécs o Szeged antes que venir a Miskolc. No obstante, es injusta la mala fama que tiene entre los húngaros, porque en los últimos años se han reformado varias plazas y calles del centro, mejorando mucho la ciudad. En los alrededores, sin embargo, hay sitios más populares que atraen a bastantes más turistas, aunque en esta entrada me centraré en Miskolc.

Tras la pérdida de los territorios de Trianon, la entrega de Kassa (Kosice) a Eslovaquia convirtió a la ciudad de Miskolc en la nueva referencia de la región norte de Hungría, y comenzó un espectacular desarrollo, que continuó en la época socialista con la construcción de enormes acerías que atrajeron mano de obra de todo el país. Nuevos y enormes barrios característicos de este período se construyeron a las afueras. Con la caída del socialismo, la industria cerró y comenzó un declive económico y social que continúa a día de hoy. Algunas cifras son alarmantes: la ciudad ha perdido la cuarta parte de la población (llegó a tener casi 210.000 habitantes en los años 80), y en la reciente crisis el paro llegó hasta el 12% (casi el doble que la media nacional), aunque en algunas partes de la provincia puede llegar incluso al 30%. Los altos niveles de desempleo se han reducido con los mal pagados programas de empleo público del gobierno, y son la base de la economía local junto a los fondos de cohesión de la Unión Europea y las bajas pensiones de los numerosos jubilados que en su día trabajaron en la ya clausurada industria. La gente joven es cada vez más escasa, pues muchos se marchan a Budapest o fuera de Hungría en busca de mejores oportunidades. Esta parte del país (región Norte) es la más pobre de Hungría, y la octava más deprimida de toda la Unión Europea.

La forma más rápida y cómoda para llegar a Miskolc desde Budapest es, sin duda, el tren. En apenas dos horas (si no hay retrasos, algo que es habitual), los intercity (algo caros, pero razonablemente cómodos) conectan ambas ciudades. Si disponemos de vehículo propio, llegaremos en poco más de hora y media por la autopista M-3, desviándose por la M-30 que termina en las afueras de Miskolc.

La estación de tren no está cerca del centro. Podemos ir andando a través de un paseo de unos 20 minutos en la que no hay nada interesante que ver, o en los modernos tranvías (hasta la para de Villányrendőr). La ciudad ha recibido bastantes fondos, especialmente de la Unión Europea, lo que ha permitido regenerar varias zonas que son interesantes, rodeados de zonas con un aire decadente de los edificios abandonados, mezcla que me parece curiosa e interesante. La principal arteria de la ciudad es la calle Széchenyi, por donde circulan los tranvías, y de la que abren la mayoría de plazas y lugares de interés.




La calle Széchenyi, en las fotografías superiores, es la principal arteria de Miskolc.


Justo antes del edificio del teatro, a mano derecha sale una calle (Déryné utca), con bastante encanto, que termina en Hősök tere (plaza de los héroes). La mejor época, para mi gusto, es Abril o Mayo, cuando sus árboles están en flor, y le añaden más belleza. Muy cerca está otra placita, Deák Ferenc, por la que merece la pena pasar, y un poco más al norte, otro de mis sitios favoritos, es la plaza de Petőfi Sándor, con su espectacular iglesia de madera de fondo.


Déryné utca.

Deák Ferenc tér.

Iglesia de madera junto a Petőfi tér.


Pero mi sito favorito es, sin duda, la Szinva Térasz (terraza del río Szinva), un poco después de Déryné, donde uno puede sentarse en los bancos y las escaleras a charlar o descansar, aunque sin duda la mejor opción es tomar algo en las terrazas de los bares de la plaza (los pocos buenos bares de Miskolc están aquí). También allí están las famosas esculturas de las chicas de Miskolc (Miskolci lányok) y la de un perro que llegó a salvar un montón de vidas. En la misma plaza recomiendo para llenar el estómago el Bitang Joe, una hamburguesería con precios bastante atractivos y cantidades más que razonables de comida casera.


Szinva terasz.

"Miskolci lányok", las chicas de Miskolc.


Si seguimos por Széchenyi, llegamos a Erzsébet tér, otra agradable placita en la que descansar, con el edificio de los antiguos baños termales (hoy centro de belleza y estética privado), para reponer fuerzas antes de subir a la colina de Avas, pasando por su cementerio (merece la pena dar una vuelta, porque aunque es un cementerio, es bastante bonito) y la iglesia. Por la subida, a través de calles empedradas, podemos encontrar algunas bodegas, ya que en las cuevas excavadas de la montaña, con una temperatura más fresca y sin la agresiva luz solar, se almacenan en condiciones óptimas los vinos elaborados en la región. El día que yo fui estaban cerradas y en obras, no sé si es que tan solo abren en verano o si están en proceso de remodelación, pero la verdad es que la iniciativa es buena y poder tomarse un vino o comer en una bodega en la colina Avas tiene mucho encanto. El problema es que la ciudad tiene muchas dificultades económicas, y pese a que se intenta desarrollar el turismo, la escasa demanda es sin duda un problema.


Erzsébet tér.


Si seguimos subiendo, llegaremos a la enorme antena con un mirador al aire libre y gratuito que tiene las mejores vistas de la ciudad, y que compensa el esfuerzo de la subida.


Escaleras para subir el monte Avas, con la plaza Erzsébet al fondo.

Vistas desde la antena.

Bodega en la colina Avas. Como se aprecia en la fotografía, en obras. Supongo que preparándose de cara al verano.


Por último, al extremo oeste de la ciudad (merece la pena ir en tranvía desde el centro), está el castillo de Diósgyőr (barrio homónimo), uno de los más famosos y mejor conservados de Hungría (que tampoco está muy bien conservado, pero es que la mayoría de castillos húngaros están directamente en ruinas). La entrada es algo cara (1.500 forint los fines de semana, 1.200 para los estudiantes), aunque merece la pena si se va cuando hay exhibiciones, a unas horas concretas, de batallas y modo de vida de la época, con actores). En su página web (en inglés) hay información sobre esto.


Castillo de Diósgyőr, aún en obras, en mi primera visita a Miskolc en 2013.


A finales de invierno, cada año, se celebra el Kocsonyafesztival, una fiesta en el centro de la ciudad con desfiles, disfraces y gastronomía húngara por doquier. Es la época más animada de esta tranquila ciudad, si bien finales de invierno, en mi opinión, no es la mejor época favorita para ir a Miskolc debido al intenso frío. Pero es otra opción más.

Como dije antes (y expliqué en una entrada anterior de este mismo blog sobre el norte de Hungría en general), los grandes atractivos de Miskolc son sus alrededores más que la ciudad en sí. Hay 3 lugares imprescindibles: la cueva-balneario de Miskolctapolca, el lago Hamor junto al palacio de Lillafüred en las montañas Bükk y el pueblo vinícola de Tokaj.
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