martes, 24 de mayo de 2016

Memorias de Serbia (III) : Subotica

Subotica (en húngaro Szabadka), es una ciudad del norte de Serbia, en la provincia autónoma de Voivodina. Se encuentra muy cerca de Hungría, de hecho las afueras de la ciudad llegan prácticamente hasta la frontera, y de la ciudad de Szeged, situada a 44 kilómetros. Cuenta con aproximadamente 100.000 habitantes, siendo la segunda mayor ciudad de Voivodina tras Novi Sad.




Su población es muy heterogénea. La mayoría de sus habitantes son húngaros (el 32%), los serbios forman casi otro tercio (29%), y el resto se dividen en croatas (9%), bunjevci (9%) y un pequeño número de yugoslavos y gitanos. Su historia siempre ha estado marcada por la multietnicidad. Poblada por hunos, ávaros y eslavos hasta la llegada de los húngaros, fue administrada durante siglos por el Reino de Hungría, hasta la invasión otomana (estuvo en manos turcas entre 1542 y 1686), siendo recuperada por los Habsburgo y volviendo a formar parte del Reino de Hungría hasta 1918, cuando, tras la primera guerra mundial, el tratado de Trianon obligó al país magiar a entregar estos territorios al Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos (predecesor de Yugoslavia). Por aquel entonces la ciudad era la tercera en tamaño e importancia tras Belgrado y Zagreb, pero su relevancia ha ido menguando desde entonces.

Sin embargo, esa huella histórica se nota al pasear por la ciudad. Probablemente la mejor época sea la primavera, cuando el buen tiempo sustituye al frío y la nieve, la gente se echa a las calles, las tardes se alargan y se plantan tulipanes y flores por la ciudad. En verano hay bastante turismo, sobre todo procedente del resto de Serbia, ya que Palic, una población cercana que cuenta con un lago y un zoo, es otra gran atracción dentro del país.

El pequeño tamaño de Subotica permite contemplar los tesoros de esta pequeña ciudad en un tranquilo paseo. Desde Szeged puede alcanzarse en autobús local, cruzando la frontera entre Serbia y Hungría, que es la única dificultad del viaje. Hacerlo en coche de alquiler es más difícil, pues las empresas suelen poner problemas o elevar la factura si vamos a utilizar el vehículo fuera de la Unión Europea. Una moderna autopista une Subotica con la frontera húngara y con Belgrado.

La plaza de la República es el eje principal, donde se encuentra el ayuntamiento junto a varias fuentes, árboles y bancos donde descansar, tomar helado o contemplar cómo juegan los niños. Muy cerca está la sinagoga, cuyo gran tamaño sorprende en una ciudad de apenas 100.000 habitantes. Las calles aledañas, la mayoría peatonales, ofrecen un agradable paseo entre restaurantes, cafés y tiendas. La mayoría de los edificios en el centro están renovados, lo cual no ocurre en cuanto abandonamos el centro de la ciudad y se comienza a contemplar la realidad económica del país balcánico. Para comer, no puedo sino recomendar personalmente el Boss Café, con excelente comida y bebida y precios muy asequibles (se nota que los precios en Serbia son inferiores a los de Hungría, otra cosa es la capital Belgrado, pero en provincias llama la atención). Por el centro hay más restaurantes que también tienen buena pinta, pero yo no los he probado (se admiten sugerencias, jeje). Os dejo algunas fotografías:










miércoles, 18 de mayo de 2016

Memorias de Serbia (II) : Palic

Palic (en húngaro Palics), es una pequeña población del norte de Serbia, situada a escasos kilómetros de la frontera con Hungría y de la ciudad serbia de Subotica. La ciudad húngara de Szeged se encuentra a 36 kilómetros.

Pese a tener solamente 7.700 habitantes, es un lugar que merece mucho la pena visitar, especialmente desde el sur de Hungría, donde en una rápida excursión se puede ver esta bella localidad, así como su lago y su zoo. Estas atracciones han provocado que el turismo sea en Palic una importante industria (en términos relativos, claro).

Llegar aquí es fácil. A diario salen desde Szeged varios autobuses con destino a Subotica, parando por el camino en los pueblos de Horgos y Palic. Este transporte es esencial para la gran comunidad étnica húngara que vive en el norte de Serbia, donde en muchas poblaciones son mayoría. Como he mencionado muchas veces en este blog, hasta la primera guerra mundial Hungría abarcada un territorio con el triple de la extensión actual. Con el tratado de Trianon, no solo se perdieron todas estas tierras, sino que muchos húngaros quedaron, de la noche a la mañana, en un país extranjero. Aunque muchos han emigrado (o fallecido) desde entonces, los que siguen allí mantienen su lengua, costumbres y tradiciones. Además, el norte de Serbia (concretamente la provincia autónoma de Voivodina), es tradicionalmente multiétnica, con gran riqueza cultural. Sirva como ejemplo el hecho de que hay seis lenguas oficiales.

El autobús de línea que une Szeged y Subotica, tiene parada en Palic. Desde aquí se puede ir a Subotica en autobús urbano, mediante la línea correspondiente que enlaza la ciudad con el pueblo (aunque perfectamente se puede pasar un día entero en Palic), ya que en un día da tiempo de sobra para conocer ambos lugares.

Una vez nos hemos bajado del autobús, el hermoso edificio de Correos es de las primeras cosas que veremos. Hay que buscar una gran entrada, que indico en la fotografía correspondiente, que es por donde se accede a los jardines, el lago, los palacetes y el zoo de Palic. En ese mismo recinto hay varias cafeterías y restaurantes. Pese a que más de la mitad de los habitantes de Palic son húngaros, (los serbios representan una cuarta parte), cuando yo estuve los camareros eran serbios, y no hablaban ni inglés ni húngaro. Pero el lenguaje de los gestos y señas es universal, así que no tuvimos muchos problemas en comunicarnos con ellos.

En cuanto a precios, todo es bastante barato, incluso comparado con Hungría. La entrada del zoo no recuerdo cuanto costaba, pero era una cantidad casi simbólica, igual que tomar algo en las terrazas junto al lago. Muchos serbios llegados de todo el país (a juzgar por las matrículas de los coches) visitan Palic y el zoo, al igual que los húngaros (en menor medida) y los estudiantes de la universidad de Szeged (muchos de ellos extranjeros). Lo único que nos puede alargar el viaje considerablemente es el cruce fronterizo entre Hungría y Serbia. Sin embargo es muy recomendable acercarse por aquí, como puede comprobarse en las fotografías que adjunto:


Palacio de Correos de Palic.

Entrada al parque del lago.

Al fondo, el lago de Palic.

Lago.

Junto al lago hay varias villas y palacetes.










Zoo de Palic.

Esto es sin duda el gran toque de humor que tiene el zoo. Sin desperdicio. El cartel anuncia a la roca que cuelga delante de él como "Predictora meteorológica", diciendo: si no ves la piedra, es que hay niebla. Si brilla, es que hace sol. Si está mojada, es que llueve. Si está blanca, es que nieva. Si se balancea, es que sopla el viento. Si tiembla, es que hay un terremoto. Si falta la piedra, es que alguien se la ha llevado.

lunes, 16 de mayo de 2016

Memorias de Serbia (I) : Cruzar la frontera

Durante mis años de estancia en Szeged, ciudad al sur de Hungría, viajé varias veces a la vecina Serbia. Su cercanía (la frontera está a poco más de una docena de kilómetros) y la posibilidad de salir de la Unión Europea y el espacio Schengen añadían atractivo a un viaje ya de por sí interesante.

Mi intención era comenzar a escribir sobre Voivodina, Subotica, Novi Sad y Belgrado, pero luego me di cuenta de que en realidad el hecho de haber cruzado la frontera de este país varias veces acumulaba suficientes anécdotas como para dedicarle una entrada del blog.

En los últimos años las cosas han cambiado. Serbia ya no es ese país al que llegábamos un pequeño grupo de estudiantes extranjeros y el policía de la aduana se nos quedaba mirando con cara seria, su uniforme parecía permanecer congelado en el tiempo desde la caída del comunismo y al que solamente hubieran arrancado la chapa de la estrella roja, y preguntaba, sorprendido, qué planes teníamos en Serbia. Porque aquí se acababa eso de viajar cruzando las fronteras como Pedro por su casa. Tocaba parar, y una larga espera bajo la mirada del águila bicéfala de la enorme bandera Serbia que ondeaba en el puesto fronterizo.

Hoy, el país balcánico está a las puertas de su entrada en la UE. Para entrar a Serbia tan solo es necesario el pasaporte (y creo que incluso vale con el DNI, ya que la última vez que fui había húngaros con su documento nacional solamente), eso sí, sin pasaporte no habrá sello de recuerdo. Es curioso el de los húngaros que la cruzan a menudo, y que tiene todas las hojas llenas de sellos cuidadosamente puestos para no desperdiciar ni un milímetro de la hoja (algunos la cruzan a diario).

La primera vez que viajé desde Szeged a Subotica (la primera ciudad de Serbia), fue en tren. Era un fin de semana de invierno, bajo una intensa nevada. Un viaje de apenas 40 kilómetros que duró más de 2 horas, en un pequeño y lento tren diésel de un solo vagón, al que se subió el policía que mencioné, y que estuvo parado en la frontera casi una hora. No es la opción más rápida, y no la recomiendo.



Este fue el pequeño tren con el que viajé a Serbia por primera vez.


El resto de ocasiones he tomado el autobús, que también une Szeged y Subotica, y que es el que utiliza la mayoría de la gente local, especialmente los húngaros étnicos del norte de Serbia y la zona fronteriza con Hungría, que viajan a Szeged para trabajar o acudir a la universidad. Los viajes más concurridos son, sin duda, los del viernes al mediodía, cuando la gente va a pasar el fin de semana a Serbia con su familia, y los del domingo por la tarde, cuando vuelven a Szeged para comenzar otra semana de trabajo o estudio. Es más rápido que el tren. El horario de este autobús se puede comprobar haciendo click aquí.

El cruce de la frontera, sin embargo, puede ser rápido o tardar mucho, eso depende del momento en el que se llegue y la cola que haya. Si le añadimos que es una importante ruta euroasiática y la parsimonia de la policía de aduanas, cruzar este doble puesto fronterizo puede demorarse varias horas.



Paso fronterizo de Röszke, entre Szeged y Subotica, en un atípico momento de inactividad que ilustra wikipedia. Aduana serbia.


Hay diferentes pasos para vehículos particulares, autobuses o camiones. Puede que justo coincidan varios autobuses (y cada autobús supone la comprobación de unos 40-50 pasaportes si va lleno), o llegar y que el guardia esté esperando (esto es más raro). Normalmente los extranjeros no tenemos muchos problemas en cruzar, peor lo tienen los locales que cruzan casi a diario el control, ya que son los que más posibilidades tienen de realizar contrabando, y suelen inspeccionar los maleteros, especialmente a los vehículos de matrícula húngara o serbia.

Primero toca control en la frontera húngara, la policía sube al autobús y se lleva todos los pasaportes para comprobarlos. Tras un rato, vuelve, deja los pasaportes a los pasajeros de la fila delantera (mejor no sentarse ahí), y estos se encargan de entregarlos a sus dueños, uno por uno, con el autobús ya en marcha. Y deben hacerlo rápidamente, pues a los pocos metros, tras cruzar la tierra de nadie, toca de nuevo control en el lado serbio, la misma historia.

Experiencias en este autobús del domingo (volviendo tras pasar el fin de semana en Serbia) he tenido unas cuantas. Recuerdo un Febrero de 2010, de noche, bajo una fuerte nevada, el autobús totalmente lleno de húngaros del norte de Serbia, universitarios que volvían a Szeged tras el fin de semana (pasillo incluido, iríamos más de 80 personas fácilmente, la mitad de pie). Poco antes de llegar a la aduana, el autobús paró para que los que iban de pie cruzasen la frontera a pie y, oficialmente, el autobús lo hiciese con todos los pasajeros sentados. Yo tuve la suerte de estar sentado, y esperar dentro del bus a que la policía comprobase los pasaportes, pero los que iban de pie y bajaron, tuvieron que esperar para subirse un buen rato, bajo una tejadillo metálico, con un frío terrible y nevando sin parar. Y lo mismo en la aduana húngara. Ni rechistaron. Se notaba que estaban más que acostumbrados.

Otra vez tocó registro, y la policía nos mandó a todos bajar del autobús, dejando allí bolsas y maletas. Cruzamos andando el control, y esperamos a que la policía registrase el autobús, para volver a subir. Luego me enteré de que habían encontrado varios kilos de marihuana en el autobús anterior al nuestro. Por suerte, los objetos de valor iban conmigo, porque el equipaje de todo el mundo se quedó en el bus.

En otra ocasión llegamos a la frontera y había media docena de autobuses esperando (es decir, grosso modo unos 300 pasaportes por delante). Nos bajamos del autobús, algunos paseaban, otros fumaban, otros tomaban el aire con cara de disgusto. A los pocos minutos, el conductor llamó por teléfono a algún policía amigo de la frontera pidiendo que por favor le abriese un paso solo a él (lecci, lecci, lecci... decía (por favor, por favor, por favor). El caso es que salió un policía y efectivamente nos abrió un paso solo a nosotros, volviéndolo a cerrar después. La cara de los viajeros de los otros autobuses (muchos de ellos de Eurolines, que recorren Europa de una punta a otra) era un poema. Ventajas de viajar en línea local.

Para viajar en este autobús hay que comprar el billete al conductor del mismo, al subirse. En Szeged no tiene ninguna complicación, pero en Subotica la cosa cambia. Allí hay que pagar en la ventanilla de la estación de autobuses una especie de "tasa" (en dinares serbios), supongo que por usar la estación (la cantidad es simbólica), y con ese ticket se accede a las dársenas (en el que hay un revisor que solo deja pasar a quienes tienen billete). Una vez en las dársenas, se compra el billete al conductor del autobús pagándole en forintos húngaros (ojo con acordarse de guardar algunos forint para el billete de vuelta, sobre todo si vamos a tomar el último autobús). Es algo raro, pero la compañía de autobús es húngara, los chóferes son húngaros, y ese debe ser el acuerdo que tienen con las autoridades locales serbias.

El autobús se detiene en algunos pueblos, como Palic o Horgos, antes de terminar en Subotica. Desde aquí parten trenes y autobuses a Belgrado, y también a Novi Sad, que se encuentra a mitad de camino y es la segunda ciudad de Serbia y un gran polo cultural y universitario.

Desde Budapest nunca he viajado directamente a Serbia. Hay varios trenes que van directamente a Belgrado y tardan unas 8 horas, siendo el nocturno probablemente el más recomendable. También hay autobuses de Eurolines.

Desde Subotica, como dije, hay autobuses hacia Novi Sad y Belgrado, que realizan el recorrido rápida y cómodamente, siendo esta la manera más recomendable de moverse por Voivodina y el norte de Serbia en general.

También hay trenes. Solamente una vez viajé en tren desde Novi Sad a Belgrado, y fue un viaje tan surrealista que no he vuelto a repetir. Por algún motivo, el tren que comunica la segunda ciudad del país con la capital tan solo tenía dos vagones. De Novi Sad salió ya totalmente lleno, y poco a poco fue subiendo más gente, hasta el punto de que, como en el pasillo no cabía un alfiler, la gente comenzó a entrar por las ventanas del tren (saltando desde el andén) a los compartimentos de 2º clase, donde viajaban de pie. Los revisores y personal de las estaciones lo único que hacían era reírse. Ignoro si alguien fue montado en el techo del tren, como hacen en la India. Al llegar al hostel, cuando contamos la historia, los dueños se rieron y nos dijeron "welcome to Serbia", aunque terminaron reconociendo que aquella situación no era habitual. Aún así no repetí, por si acaso.

Las otras veces, como decía, tomé el autobús, que iba relativamente vacío, era bastante cómodo y en general, las carreteras serbias, al menos las que unen Voivodina con Belgrado, son sorprendentemente buenas (hay que recordar que el norte de Serbia es la zona más próspera del país).

viernes, 6 de mayo de 2016

Bratislava

Aunque este blog trata sobre Hungría y temas relacionados con Hungría, me parece bastante útil incluir algunos lugares que, aunque estén fuera de sus fronteras, tienen mucho que ver con el país magiar o lo han tenido que ver a lo largo de su historia.

Y es que para cualquier persona que resida en Budapest, o en alguna otra ciudad húngara, el hecho de encontrarse en el centro de Europa permite alcanzar en pocas horas más de media docena de países. Hungría comparte frontera con países tan variopintos entre sí como Austria, Eslovaquia, Ucrania, Rumanía, Serbia, Croacia y Eslovenia.

Una de las primeras escapadas que suelen planearse desde Budapest es la capital del vecino del norte. Evidentemente estoy hablando de Bratislava y de Eslovaquia. Un país fronterizo y muy relacionado con Hungría, ya que ambos territorios han compartido historia a lo largo de siglos. Algo que, como no podía ser de otra forma, ha dejado una gran huella en ambos países, y ciertas rencillas que de vez en cuando se magnifican y saltan a los medios de comunicación.

La capital de Eslovaquia, uno de los estados más jóvenes de Europa, es Bratislava, una de las capitales, por ende, más jóvenes de Europa. Esto se ve reflejado en su pequeño tamaño: algo más de 400.000 habitantes viven en esta hermosa ciudad al pie de los montes Cárpatos.


Vistas desde el castillo.

Castillo de Bratislava.


Barrio viejo de Bratislava (Staré Mesto).


Los pueblos eslavos habitaban los territorios de la actual Eslovaquia cuando llegaron los magiares en el siglo IX. Además, gran cantidad de germanos y judíos vivían junto a ellos. El Reino de Hungría controló tanto la parte septentrional (de población mayoritariamente eslava) como la meridional (de población mayoritariamente húngara). Tras la primera guerra mundial, en 1920, Hungría perdería estos territorios, entre otros, que pasarían a formar parte de Checoslovaquia. Esta, a su vez, en 1993 se dividió en la República Checa y la República Eslovaca. Gran parte de la población alemana y húngara fue forzada a marcharse a Alemania y Hungría, respectivamente, aunque quedaron importantes minorías: en el sur de Eslovaquia sigue habiendo zonas habitadas mayoritariamente por húngaros.

Cabe mencionar que durante la ocupación otomana de Hungría, la pérdida de Budapest, tomada por los turcos, obligó en 1536 a trasladar la capital del Reino de Hungría a Bratislava. Por aquel entonces el nombre de esta ciudad era Pozsony (en húngaro), Presporok (en eslovaco) o Pressburg (en alemán). El nombre de Bratislava es muy posterior, y tiene que ver con el castillo de la ciudad (y con, a mi juicio, la rápida eslovaquización de un Estado joven para un pueblo que careció de él hasta hace dos décadas, pese a sí tener una amplia e interesante historia). Cuando los Habsburgo liberaron los territorios ocupados por los otomanos, la capital de Hungría volvió a Budapest en 1848.

La cercanía a Budapest y su pequeño tamaño, permiten explorar la capital eslovaca en un día, aunque si se quiere visitar algún museo o los alrededores, quizás merece la pena pasar alguna noche en Bratislava. Esta "pequeña gran ciudad" como se conoce en la propia Eslovaquia, ofrece lugares, calles y plazas de gran belleza, además de algunas esculturas un tanto exóticas.


Puente Nuevo (Novy Most).





Personalmente, siempre he llegado a Bratislava en tren, procedente de Budapest. Uno de esos trenes en los que uno sabe cuando ha subido, pero no cuando bajará. Los retrasos y averías de las líneas que comunican Budapest con Bratislava, Praga, Polonia y Alemania son constantes, y estos trenes son toda una aventura. Las reclamaciones caen siempre en saco roto, por ello, los viajeros se ven obligados a sufrir esta línea (hay gente que por motivos familiares o laborales tiene que tomarla a menudo). Casi todos mis viajes fueron en pleno invierno, como puede comprobarse en las fotos. Para darle un toque más veraniego, al final de la entrada adjunto algunas fotografías de wikipedia en pleno verano.

El recorrido en tren, no obstante, es de gran belleza, saliendo de Budapest hacia el norte, por una zona en la que el Danubio serpentea atravesando pequeños pueblos asentados en las laderas de suaves colinas. En una de estas cimas puede contemplarse el castillo de Visegrád, en la orilla opuesta del Danubio. Luego se adentra ya en territorio eslovaco, siguiendo paralelo al Danubio, y podemos observar la impresionante basílica de Esztergom, en la orilla húngara. El tren abandona el curso del río después, y para en algunas pequeñas poblaciones eslovacas, como Nové Zámky. Finalmente alcanza los montes Cárpatos, que comienzan justo en esta zona y poco a poco van creciendo hacia el este, en dirección a Ucrania, y así, por las faldas de estas suaves colinas, llega a Bratislava, la cual se va observando desde cierta altura mientras se rodea a baja velocidad. La estación de Bratislava se encuentra, por ello, más elevada que el resto de la ciudad, y desde aquí comienza la bajada (a pie o en taxi) por la avenida Stefanikova, hacia la parte más antigua, situada junto al Danubio. En esa misma avenida Stefanikova, está el palacio presidencial. Un poco más abajo está la iglesia de la Trinidad, con un color salmón característico.


Palacio presidencial.


La entrada a la parte más antigua (el Staré Mesto, o barrio viejo), es más espectacular si se realiza por la Puerta de San Miguel, bajo la torre blanca, y se toma la calle Michalska, girando después por Sedlárska hasta llegar a la Plaza Mayor (Hlavné Námestie). Junto a esta hay otra pequeña plaza, la Plaza del Primado, con un bello palacio. Las calles aledañas a esta plaza y en general, toda la parte antigua, encierran el encanto y la belleza de Bratislava. La enorme plaza de Hviezdoslavovo, muy cercana, con su impresionante Teatro Nacional, es otro de los lugares más interesantes. Además, te encuentras divertidas estatuas con las que hacerse una foto: el obrero saliendo de una alcantarilla, el probador de sombreros o el fotógrafo son algunas de las más populares. En general, perderse por las estrechas callejuelas de la parte vieja es muy recomendable, muchas veces se descubren de esta forma pequeñas placitas y monumentos que no aparecen muy destacadas en los mapas pero que tienen su encanto particular.





Chocolatería del barrio viejo, con su gran fuente de chocolate. En invierno, llegar aquí y tomarse un buen fondue o un chocolate caliente revive a cualquiera.


Cerca de la parte antigua, hay algunas calles muy agradables, como la Kapucinska, con su famosa iglesia y el tranvía, o la Hurbanovo, más funcional y llena de comercios y tranvías. Un poco más alejada, está la Iglesia Azul (Modry Kostolík), de enorme belleza, y que bien merece la pena un pequeño desvío para contemplarla y hacerle unas fotos. Se encuentra en la calle Bezrucova, hacia el este. Y por supuesto, lo que no puede faltar es la visita al Castillo de Bratislava, subiendo por las empedradas calles que lo rodean. Las vistas desde el castillo sobre toda la ciudad son espectaculares. Si tenemos tiempo podemos cruzar el Puente Nuevo (Novy Most) sobre el Danubio y su famoso OVNI futurista (que es un restaurante de lujo), si bien la parte sur de la ciudad no tiene mucho atractivo turístico. Básicamente es el enorme barrio de Petrzalka, que finaliza justo en la frontera con Austria (Bratislava está pegada a dicha frontera).


Iglesia azul de Bratislava.

Subida al castillo.



Volviendo por Stefanikova, de vuelta al tren (subiendo por la avenida), podremos contemplar a mano izquierda un enorme monumento sobre una pequeña colina, el Slavín. La primera vez que estuve en Bratislava no sabía qué era, y nos llamó tanto la atención que comenzamos a subir entre las casas por unas calles bastante laberínticas hasta llegar a él. Se trata de un enorme monumento soviético donde están enterrados los soldados que murieron en la toma de la ciudad por el ejército rojo, cuando fue liberada de los nazis. Las vistas sobre la ciudad son también espectaculares desde aquí.


Slavín.


Los trenes a Bratislava parten desde la estación de Keleti de Budapest (aunque su destino final suele ser Alemania o Polonia, se detienen en Bratislava). El trayecto dura unas 3 horas aproximadamente (si no hay sorpresas, que suele haberlas). Por la mañana parten a cada hora, luego hay cada dos horas. Los horarios pueden consultarse en la web de los ferrocarriles húngaros, elvira.hu. La moneda en vigor en Eslovaquia es el euro. Finalizo con las fotografías de Bratislava de wikipedia, con algo más de sol:






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