miércoles, 27 de abril de 2016

La vida en la Hungría comunista (II)

Para ver la primera parte, haz click aquí.

En los años 80 el marido se fue a trabajar a una fábrica, donde había sueldos algo más elevados. En aquella época los salarios máximos en una fábrica rondaban los 2.000 forint, y variaban dependiendo del puesto en el que se trabajase. Como ejemplo, un kifli (un pequeño bollo de pan) costaba unos 40 fillér (0,4 forint). En esa misma época compraron un Lada por 80.000 forint (unos 270 €), para el que había que invertir más de 40 salarios completos haciendo cuentas. El coche se adquirió de segunda mano, ya que era la única posibilidad de tenerlo al momento debido a las largas listas de espera para conseguir uno nuevo. Por ello, paradójicamente, los coches usados eran más caros que los nuevos (siempre y cuando estuviesen bien cuidados, que era lo habitual). Hasta los años 80 tuvieron un coche de caballos, algo no tan extraño en el medio rural. En las ciudades, los vehículos a motor eran habituales desde mucho antes.

En las tiendas había de todo, me comentan, no tienen recuerdo de que hubiese escasez de artículos. Eso sí, las compras tenían un límite en función de las personas que había en cada casa, para los que se calculaba la carne, fruta y demás que podían adquirir en dichos mercados cada día.


Dunaújváros.


No se prohibió la religión, aunque sí se dificultó el acceso a ella. Por ejemplo, en la escuela, la dejaron como asignatura optativa, si bien casi todo el mundo se apuntaba. El saludo "Előre" (una especie de: "adelante", saludo entre los Pioneros), sustituyó al crucifijo de la clase, recuerdan. Tampoco se prohibió ir a misa, pero la gente con puestos o cargos importantes evitaban ir para no tener problemas. Sí que me comentan que multaban por escuchar radios extranjeras. En la escuela les enseñaban todo el aparto de propaganda habitual de la época, ensalzando la figura de Mátyás Rákosi, por ejemplo, aunque en casa los padres solían decir a sus hijos que todo aquello era mentira. El pertenecer a Los Pioneros era obligatorio.

El Movimiento de Pioneros (en húngaro, Úttörőmozgalom) era una gran organización juvenil relacionada con el Partido Comunista. Los niños ingresaban en la escuela primaria, y permanecían hasta la adolescencia. Solía ser característico el llevar un pañuelo rojo anudado al cuello. Estas organizaciones eran bastante parecidas a los Boy Scout occidentales, realizando deportes, excursiones, campamentos y actividades para el aprendizaje de valores como el trabajo, la educación, la responsabilidad, la honradez, la buena ciudadanía, etc. Evidentemente a los Boy Scout se les inculcaba la propaganda occidental capitalista y a los Pioneros la propaganda comunista, aliñando con ello sus actividades cotidianas.


Fragmento donde aparecen Los Pioneros. El tren que aparece aún se puede visitar, se encuentra en las colinas de Buda.


En las principales celebraciones, como el 4 de Abril (día de la expulsión de Hungría de las últimas tropas nazis por el ejército rojo) o el 1 de Mayo (día internacional de los trabajadores) comentan cómo la gente tenía que arreglar sus casas, decorarlas, así como adecentar los caballos y demás posesiones, y desfilar llevando pajarita roja, sonriendo y cantando a los políticos que les visitaban, como el tanacselnők, para mostrarles que todo iba muy bien y eran muy felices.


Celebraciones y desfile del 1 de Mayo de 1964 en Budapest (al final aparece János Kádár).

Canción Éljen május 1, que debía cantarse en el desfile del 1 de Mayo.


Una de las cosas que más me sorprendió de la conversación fue cuando me comentaron que la sanidad era de pago. No solo había que pagar por ir al hospital, sino también por los días que se había permanecido ingresado e incluso por el transporte en ambulancia. Esto me chocó bastante e insistí en ello, recibiendo la misma respuesta. Es posible que con estos pagos se estuviesen refiriendo al "hálapénz", una suma de dinero que se da a los médicos y personal sanitario por la atención recibida de forma voluntaria, si bien es un hecho tan cotidiano que algunos consideran incluso ofensivo el no hacerlo. Se hacía durante el socialismo y se sigue haciendo hoy en día en los hospitales. De esto ya escribí hace tiempo en esta entrada.

La pregunta final que les hice era obligada, aunque ya me imaginaba la respuesta, pues hay muchas encuestas y estudios realizados sobre este tema. A la cuestión de si consideran que vivían mejor ahora o en la época socialista, contestan sin dudar que vivían mejor en la época socialista. Ninguna sorpresa, de hecho en entradas anteriores ya escribí sobre este tema. Y es que, como muchas veces he explicado, el capitalismo instaurado en las antiguas repúblicas socialistas europeas es bastante diferente al de países como Alemania, Reino Unido e incluso España.


Miskolc

todas las fotografías proceden de fortepan.hu

lunes, 25 de abril de 2016

La vida en la Hungría comunista (I)

A continuación me gustaría resumir una conversación muy interesante que tuve con un matrimonio de ancianos de un pequeño pueblo de Hungría sobre su vida durante la época comunista. Ellos son húngaros de Eslovaquia, y llegaron a Hungría de pequeños, tras la segunda guerra mundial. Me contaron cosas de su vida y algunas curiosidades de la Hungría de la posguerra y el socialismo, que considero bastante interesantes para profundizar en la historia del país y en el funcionamiento de este sistema económico a nivel de una familia, sin cifras macroeconómicas ni grandes estudios de por medio, sino las simples memorias de quienes lo vivieron.

Con esto me refiero a que lo que mencionaré en estas dos entradas es lo que me comentó gente que vivió durante la época socialista, probablemente algunos datos no sean correctos o contengan inexactitudes, debido al paso del tiempo. Pido comprensión y no tomar al pie de la letra este artículo, pues recordar hechos ocurridos hace 40, 50 ó 60 años a veces puede no ser fácil. También adjunto algunas fotos de la base Fortepan de Hungría, de localidades húngaras durante la etapa socialista.


Ajka.


Su historia comienza en el pueblo eslovaco de Negyed (nombre húngaro, en eslovaco es Neded), cuya población, de unos 5.000 habitantes, era prácticamente 100% húngara antes de la primera guerra mundial, y a día de hoy continúa siendo mayoritariamente húngara (en torno al 55% de las 3.000 personas que lo habitan). Allí nacieron y pasaron los primeros años de su infancia.

Debido al terrible decreto del presidente eslovaco Edvard Benes, Negyed fue una de tantas poblaciones afectadas por los intercambios de húngaros de Eslovaquia por eslovacos de Hungría, con el objetivo de homogeneizar la población de Eslovaquia tras la segunda guerra mundial, pasando por alto el drama humano de la gente que se veía obligada a dejar atrás todo cuando tenía y comenzar una nueva vida en otro lugar. Solo en este pueblo más de 300 familias húngaras fueron afectadas. Los intercambios eran muy duros: las autoridades iban en coche a buscarles a la puerta de su casa, les daban una hora para dejar todo atrás (casa, amistades, posesiones...) y preparar una maleta, que era todo el equipaje que se les permitía llevar. Se les trasladaba a un tren, y así llegaban a una localidad húngara asignada al azar, donde a los húngaros recién llegados se les daba una casa de eslovacos que se habían marchado del pueblo por el mismo método. Tan solo los pobres eran los elegidos para estos intercambios forzosos, los eslovacos más acomodados continuaron viviendo en Hungría y viceversa. En muchas ocasiones, las nuevas casas estaban en condiciones deplorables, ya que habían pertenecido a los eslovacos pobres, como he mencionado, con pequeñas ventanas de barrotes, techo de cañas, suelo de tierra y pulgas por doquier.

Así, nada más llegar, en 1947, tras la segunda guerra mundial, les tocó comenzar el colegio y su nueva vida en Hungría. A los padres, que acababan de volver de combatir en la guerra, les visitaron nuevamente las autoridades y les "recomendaron" guardar silencio y no comentar las cosas que habían visto durante la guerra, bajo amenaza de consecuencias. Los soldados rusos, tras expulsar a los nazis de Hungría, solían efectuar redadas e inspecciones por todo el país, deteniendo y/o ejecutando a gente con apellido alemán, o que simplemente les sonase alemán. Muchas chicas se escondían en los desvanes o parte ocultas de las casas durante estas redadas, para evitar posibles abusos de los soldados.

Los años de la posguerra fueron muy duros, especialmente hasta 1956, año de la revolución húngara, que, aunque fue reprimida, logró para Hungría una serie de mejoras que permitieron elevar el nivel de vida de su población, de hecho la mayoría de los húngaros recuerdan los años hasta 1956 como muy duros, y que su vida mejoró tras la revolución.

En estos años previos, la gente trabajaba día y noche, sin parar. Ellos recuerdan que de día recogían girasoles y de noche se juntaban en las casas para golpear las plantas y así extraer las semillas. Este período coincide con el gobierno de Mátyás Rákosi, secretario general del partido comunista, que impuso un gobierno autoritario y un programa económico que no logró aliviar la penuria económica de un país devastado por la segunda guerra mundial y las deudas, y que fue un gran detonante de la revolución.

Más tarde, recuerdan, en los años 1959 y 1960, llegaron las colectivizaciones, donde en función de las necesidades del Estado, cada persona debía entregar sus posesiones (generalmente tierras, máquinas y animales) a cambio de los cuales se les entregaba algo de dinero. De la misma forma, debían entregar parte de todo lo que produjesen. Dependiendo de cuanta gente viviese en cada casa, se calculaban las cantidades de comida por persona y día, y todo excedente debía ser entregado a las autoridades encargadas de la colectivización (el conocido TSZ, o Termelőszövetkezet). La mayoría de la gente considera que estas cantidades calculadas era insuficientes: por ejemplo, para matar al cerdo había que pedir permiso, y solo se permitía uno al año para una familia de 5 personas. Por ello, era común guardar parte de lo producido y esconderlo en casa o en algún otro lugar. Eran bastante comunes las inspecciones, donde se ofrecía vino a las autoridades o incluso sobornos, para evitar las fuertes multas.

No siempre se ofrecía dinero a cambio de las colectivizaciones, a mi me comentaron que por los caballos sí que les pagaron, pero después debían entregar maíz para alimentarlos y por esto no recibieron nada a cambio. Otro trabajo que desempeñaron fue con una aventadora, (cséplőgép) separando el trigo de la paja, para llevarlo después al molino a fabricar harina, producto final, que debían entregar a las autoridades (donde se colectaba todo lo producido), si bien cada uno trataba de guardarse algo para fabricar pan en casa, por ejemplo.


Kazincbarcika.


Tras estas colectivizaciones, de nuevo se podían volver a tener animales, máquinas o herramientas, sin necesidad de entregarlos al Estado, teniendo que comenzar prácticamente desde cero. Al quedarse sin tierras ni posesiones, a la mayoría de la gente no le quedaba más remedio que ir a trabajar al TSZ, el mismo donde tenían que llevar sus posesiones durante las colectivizaciones, que era quien empleaba a gran parte de la población, especialmente en los pueblos, donde se vivía de la agricultura. Ellos recuerdan, casi con humor, cómo se les ordenó el cultivo de gusanos de seda, algo que nadie del pueblo había hecho antes, así como de hojas de morera, que era el alimento favorito de estos gusanos, y que nadie antes había cultivado. En otra ocasión, recuerdan, se les ordenó cultivar remolacha azucarera y al llegar a la fábrica de azúcar se les pagó con este producto en lugar de dinero.

Era bastante habitual que se ordenase a los trabajadores cultivar alimentos que jamás se habían cultivado hasta entonces, ocasionando situaciones un tanto ridículas, como se ilustra por ejemplo en la escena de la famosa naranja húngara en la película "A tanú" (donde se intenta cultivar naranjas en Hungría, y cuando va el político de turno a ver los resultados, un niño se ha comido la única naranja conseguida, que se la iba a dar a probar. Al político se le ofrece un limón de manera improvisada, y quejándose de lo amargo que está, los del pueblo le dicen que es una "naranja húngara", algo amarilla, sí, algo amarga, también, pero así es la naranja húngara).


Komló.


En cuanto al trabajo, señalan, era obligatorio. Quien se negase a trabajar era multado o incluso arrestado. De esta forma se consiguió el pleno empleo, con tasas de prácticamente el 0%, tan característico de los países socialistas de la época. La gente sin empleo debía acudir al TSZ y allí les decían las tareas que debían realizar cada día. A los trabajadores se les descontaba una parte del salario mensual que les era entregado a final de año. Además, el TSZ celebraba una cena anual, donde premiaban a los mejores trabajadores con una paga extra de algo menos de un mes de salario, unos 900 forint de la época. El salario iba bastante ligado a la productividad, quien trabajaba más, ganaba más dinero. Se calculaban las munkaegyseg (una especie de "unidad de trabajo") que sumaba cada trabajador, por objetivos. Más o menos el sueldo estaba en torno a los 1.500 forint al mes, aunque como he dicho, la cantidad variaba.

Es importante también mencionar la figura de los "kulák". Los kulák eran los terratenientes, personas que tenían gran cantidad de tierras antes del sistema socialista y de las colectivizaciones agrícolas. Las autoridades se las expropiaron, ya que argumentaban que tales posesiones no se podían haber conseguido de manera honrada, y les llevaron a otras regiones de Hungría a emprender los trabajos considerados más duros, como la minería, en campamentos de trabajos forzados como el de Recsk. Si bien algunos de los kulák sí habían conseguido las tierras de forma poco honesta, otros lo habían hecho trabajando mucho para conseguir dinero y comprarlas. Tras la revolución de 1956 llevaron a la cárcel a muchos de estos kulák, donde la ÁVH (policía secreta húngara) les torturó.

También me comentan que muchas personas que antes habían trabajado para los kulák, tras la expropiación de las tierras a sus antiguos jefes y el traslado de los mismos a campos de trabajos forzados, se sentían importantes hasta el punto de ir muchos de ellos con una arrogancia tan ridícula como difícil de soportar.


Tatabanya.

todas las imágenes proceden de fortepan.hu


La segunda parte estará disponible próximamente.

martes, 12 de abril de 2016

Las grandes superficies vuelven a abrir los domingos

Apenas un año ha durado la ley aprobada por el gobierno húngaro del Fidesz-KDNP, que obligaba a las grandes superficies comerciales a cerrar los domingos, salvo los previos a navidad y otro más de libre elección al año. Cuando se aprobó dicha ley, el año pasado, ya se escribió en este blog sobre la polémica surgida en torno a ella.

No se sabe muy bien porqué, pero el caso es que esta ley, que en realidad era una vieja propuesta del Partido Demócrata Cristiano que gobierna en coalición con Fidesz, y que el propio Fidesz había descartado (el primer ministro Viktor Orbán incluso dijo en su momento que solía comprar los domingos), fue retomada por el gobierno húngaro y aprobada en torno a una gran polémica. Muchos ciudadanos, entre ellos, por supuesto, muchos votantes de Fidesz, se mostraron disgustados con esta ley, los propios trabajadores se mostraron divididos (por un lado, el derecho al descanso, por otro, amenaza de despidos, bajadas de sueldos, etc).

Con el tiempo, los contrarios a esta ley han ido ganando fuerza, hasta el punto de que la oposición ha propuesto un referendum sobre la cuestión. El gobierno, en vista de que era muy probable que en dicha votación se rechazase la nueva ley, ha decidido de forma repentina derogarla en el parlamento y así evitar la derrota (las encuestas hablaban de más de un 60% de rechazo al cierre dominical). Pese a todo, se ha esforzado en argumentar que la medida ha sido todo un éxito en cifras, pero no ha encontrado apoyo popular.

El caso es que si ya fue extraña la aprobación de la ley el año pasado, más raro aún resulta que un año más tarde el gobierno húngaro se eche para atrás. Si bien Fidesz nos tiene acostumbrados a este tipo de extrañas acciones (basta recordar por ejemplo el impuesto extra a Internet que echó a miles de ciudadanos a las calles de Budapest, lo que forzó al gobierno a rectificar sin haber siquiera llegado a aprobar la tasa), hay opiniones para todos los gustos: fue para desviar la atención de otros asuntos domésticos, fue un acuerdo entre los dos partidos de la coalición por la pérdida de votos de Fidesz que hizo al KDNP ganar fuerza, etc.


Cartel habitual de las grandes superficies durante este último año, anunciando la apertura de la tienda de lunes a sábado.


Ya lo dije en la anterior entrada cuando se aprobó el cierre dominical, y lo vuelvo a repetir: para cualquiera que haya trabajado en una grande superficie comercial (entre los que yo me incluyo), la solución a este conflicto es muy sencilla: la gente tiene derecho a ir de compras los domingos, y las grandes empresas a abrir sus comercios, por supuesto, pero con la condición de ofrecer trabajar los domingos como algo voluntario a los trabajadores y de contratar a nuevos si no se cubren los puestos.

Muchos empleados de mayor edad seguramente prefieran mantener cierta calidad de vida y evitar trabajar los domingos, pero los más jóvenes, pagadores de hipotecas y demás, seguro que están encantados de aumentar su sueldo trabajando los domingos, y para cubrir las plazas libres, muchos estudiantes o parados seguro que aceptan currar unos cuantos domingos y ganar un dinerillo. Pero lo que no es justo es obligar al currito de medio pelo a trabajar de lunes a domingo por un sueldo inferior a 300 € al mes, que es lo que ocurre en Hungría, sin percibir ningún complemento ni plus salarial por trabajar domingos o festivos, ni la posibilidad de negarse a ello. Y, sobre el abrir los domingos, lo mismo se puede aplicar a las administraciones públicas, los bancos y demás gremios, los cuales cierran fines de semana o incluso por las tardes, obligando muchas veces al ciudadano a faltar al trabajo para resolver sus trámites, cuando podría hacerlo un domingo.

En fin, si ya fue un lío el cierre (porque no todos los comercios estaban afectados, las tiendas pequeñas y los negocios familiares estaban exentas, y de hecho muchas tiendas tuvieron que poner carteles anunciando cuál abría los domingos), la reapertura promete ser otro, ya que los horarios nocturnos, por ejemplo, deben definirse de nuevo.

La noticia se anunció ayer por sorpresa, hoy martes se espera que el parlamento derogue la ley y este mismo domingo podría ser ya de apertura libre para los grandes comercios, noticia que seguramente sea del interés para todos los castellanohablantes de Hungría. Jó vásárlást!

sábado, 9 de abril de 2016

10 maravillas de Hungría

Pese al pequeño tamaño de este país centroeuropeo, Hungría no deja de sorprendernos con rincones maravillosos para disfrutar de este país al máximo. Una muestra de ello es esta pequeña recopilación de 10 lugares que bien merece la pena visitar:


1- Miradores del monte Gellért (Budapest)


El monte Gellért de Budapest ofrece, sin ninguna duda, las mejores vistas de la ciudad, y es un lugar imprescindible para todo visitante, además de un paseo habitual entre muchos habitantes de la capital húngara. Merece la pena subir por un lado y bajar por el contrario para poder contemplar toda la ciudad.


2- Parlamento de Budapest


Es el edificio más famoso de Hungría. Dos décadas y más de mil personas fueron necesarias para su construcción. Tiene 268 metros de largo, 123 de ancho y 96 de alto. Se inauguró durante la celebración del milenio de la llegada de los magiares a Europa, y gobernaba un país con el doble de habitantes y el triple de extensión que la de la actual Hungría, que tenía una decena de etnias que hablaban media docena de idiomas.


3- Castillo de Visegrád y el giro del Danubio


fotografía: idokep.

Una de las vistas más bellas que pueden contemplarse en Hungría es desde la ruinas del castillo de Visegrád, en un lugar donde el Danubio gira 180 grados a través de un valle rodeado de suaves montañas y salpicado de pequeños pueblos con encanto.


4- Basílica de Esztergom


fotografía: wikipedia

Esta enorme basílica de 118 metros de altura es la mayor de toda Hungría. Se inauguró en 1869 tras casi medio siglo de obras y es la sede de la iglesia católica en el país. Se encuentra en la pequeña ciudad de Esztergom, que fue la capital húngara antes de que se trasladase a Budapest. Su tamaño es tan grande que la mejor forma de observarla es desde otro país, Eslovaquia, al otro lado del río Danubio. Se puede subir a la base de la cúpula.


5- Balneario de las cuevas (Miskolctapolca)


fotografía: barlangfurdo.hu

Hungría es el país de los balnearios, eso nadie lo discute, pero este, en concreto, se encuentra en las galerías excavadas en el interior de una montaña. Bañarse en agua termal en el rocoso corazón de una montaña es una experiencia única y fascinante.


6- Bodegas del Valle de las mujeres hermosas (Eger)


fotografía: drobrodruh.sk

Un pequeño valle junto a la hermosa ciudad de Eger, donde decenas de bodegas excavadas en las laderas de los montes que lo forman ofrecen una degustación de caldos húngaros, así como gastronomía local, buena música y un ambiente espectacular.


7- Cuevas de Aggtelek


fotografía: wikipedia

Las cuevas de Aggtelek se encuentran en la frontera entre Hungría y Eslovaquia, formando kilométricas galerías bajo la tierra de ambos países. Baradla y Domica son el complejo de cuevas más conocido, pueden visitarse y el recorrido es de gran belleza.


8- Badacsony y el lago Balaton


El lago Balaton es el mayor de Europa central, sus aguas turquesas bañan pequeños pueblos como Badacsony, en cuyas laderas se asientan las viñas en las que crecen las uvas con las que se elaborarn los caldos de la zona. Comer en la terraza de uno de sus restaurantes en verano, con vistas como las de la fotografía, y probar sus vinos es un plan más que recomendable.


9- La ciudad de Pécs


Al sur de Hungría, cerca de la frontera con Croacia, se alza esta ciudad, situada a los pies de los Balcanes, con una notable huella de la pasada ocupación otomana y una atmósfera universitaria y una animada vida cultural.


10- El tren de vía estrecha de Lillafüred, en el parque nacional de Bükk (Miskolc)


Desde la ciudad oriental de Miskolc parte esta pequeña, curiosa y hermosa línea de ferrocarril de vía estrecha que enlaza la ciudad con pequeñas poblaciones situadas en el parque nacional de Bükk, atravesando montes y valles, en un espectacular recorrido, que en otoño se llena de colores.

martes, 5 de abril de 2016

Sopron

Sopron es una pequeña ciudad húngara, de aproximadamente 62.000 habitantes, situada junto a la frontera austríaca, cerca del lago Fertő (Neusiedl, en alemán). A 60 kilómetros de Viena y 220 de Budapest, la influencia germana tiene una profunda huella en esta ciudad, en el extremo occidental del país. Su nombre en alemán es Ödenburg.

Los orígenes de esta población tienen lugar en un asentamiento romano llamado Scarbantia, que probablemente estuviese en ruinas cuando los magiares llegaron a esta zona en torno a los siglos IX y X. Se construyeron un castillo y murallas defensivas. Más tarde, durante la ocupación otomana de Hungría, Sopron fue una de las pocas ciudades que no cayó en manos turcas, si bien sufrió daños considerables. En 1676 tuvo lugar un terrible incendio que calcinó la ciudad prácticamente en su totalidad. En su reconstrucción, la mayoría de edificios medievales fueron sustituidos por barrocos.

Una de las grandes anécdotas de la historia reciente de Hungría tiene como protagonista a Sopron. Tras los tratados de Trianon y Saint Germain, al finalizar la primera guerra mundial, algunos territorios húngaros con población germana fueron entregados a Austria (las regiones de Vas, Sopron y Moson, formando las Burgenland austríacas), pero los habitantes de Sopron lograron forzar un referendum, el 14 de Diciembre de 1921, donde el 65% votó por permanecer en Hungría. Por ello a Sopron se la denomina "la ciudad más fiel", "civitas fidelissima" (en latín) o "a leghűségesebb város" (en húngaro).





Plaza principal, o Fő tér.


La Torre del fuego (Tűztorony en húngaro), es el principal símbolo de la ciudad, a la cual puede subirse para disfrutar de unas buenas vistas de Sopron y sus alrededores.


En Sopron se elaborada el famoso vino húngaro kékfrankos, que utiliza este tipo de uva, además de la cerveza Soproni. Es una de las pocas ciudades, salvo el área metropolitana de Budapest, cuya población va en aumento, por el dinamismo que ofrece su situación fronteriza con Austria. La proliferación de clínicas dentales es un buen ejemplo de ello, aunque esto ocurre en prácticamente toda la zona occidental de Hungría. Austríacos y alemanes acuden aquí en busca de tratamientos dentales más baratos que en su país de origen. En menor medida, clínicas oftalmológicas y, en general, la sanidad privada, hacen su agosto debido a los bajos sueldos húngaros, que permiten precios más atractivos para los occidentales. Además, muchos de los habitantes de Sopron y alrededores trabajan al otro lado de la frontera, en Austria (incluso en la propia Viena, donde se desplazan a diario) multiplicando el sueldo que tendrían en Hungría por el mismo trabajo.

Debido a todo ello, esta zona disfruta de una riqueza algo más elevada que otras provincias de Hungría. No obstante, esto no se ve reflejado en el erario público, como el mobiliario urbano, viejo, abandonado. Muchos edificios necesitan ser restaurados, las calles un nuevo asfaltado, las aceras están rotas. Tan solo hay que cruzar la frontera austríaca, a escasos kilómetros, para ver las grandes diferencias entre la Europa rica y la Europa pobre. Aun así, el centro de Sopron atesora gran belleza a pesar de su abandono, que quizás, a los ojos del turista, le añade un encanto especial.

La zona más atractiva de la ciudad es la plaza mayor (Fő tér), la torre del fuego (Tűztorony, junto a la plaza mayor) y las calles y pequeñas plazas aledañas, aunque fuera del centro también pueden encontrarse algunos rincones con encanto, si se tiene tiempo de patear bien toda la ciudad.

En resumen, Sopron es una pequeña ciudad húngara junto a la frontera con Austria que ofrece un agradable paseo y una bella escapada. La lejanía de Budapest y el no disponer de conexión por autopista, además del poco recomendable viaje en tren, hacen que el viaje sea más largo de lo esperado. Lo ideal es pasar al menos un fin de semana o varios días, ya que, aunque Sopron se ve en un pequeño paseo, cuenta con grandes atractivos a su alrededor (como por ejemplo Viena, que fue mi otra escapada cuando visité Sopron), que permiten rentabilizar más el largo viaje. Cerca de Sopron hay otros lugares interesantes, como el palacio de Eszterházy, el encantador pueblo de Kőszeg, la ciudad de Szombathely, el lago Fertő, o las capitales Viena y Bratislava.



Plaza principal.

Plaza del teatro Petőfi.

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