miércoles, 7 de febrero de 2018

Sobre las elecciones generales del próximo 8 de Abril

El próximo 8 de Abril se celebrarán en Hungría elecciones generales. Salvo que ocurra una catástrofe, el vencedor será el actual partido que gobierna (Fidesz) y Viktor Orbán se proclamará, por cuarta vez (tercera consecutiva), primer ministro del estado húngaro. Esto es algo que nadie duda, lo que no está tan claro, y es lo más relevante de estos comicios, es si Fidesz conseguirá los dos tercios del parlamento que le otorgarían poderes casi plenos, como el de cambiar la constitución si lo desea.

El 17 de Febrero comenzará de forma oficial la campana electoral, esto es, 50 días antes de las elecciones, tal y como la legislación húngara establece. Alrededor de 8 millones de ciudadanos están llamados a las urnas. Sin embargo, como no podía ser de otra manera, la campaña ya empezó de forma oficiosa desde hace tiempo. Para tratar de comprender la situación política actual, me gustaría realizar un repaso resumido a los últimos años en Hungría.

Recordemos que Fidesz se hizo con el poder tras arrasar en las elecciones de 2010, cuando el anterior gobierno del MSZP (Partido Socialista Húngaro) se desplomó tras haber reconocido a puerta cerrada que habían falseado las cuentas y el país se encontraba al borde la bancarrota. Posteriormente, salió a la luz una grabación de dicho discurso, desencadenando un escándalo nacional y casi una revuelta popular. Además, la crisis mundial que azotaba duramente a la Unión Europea fue la puntilla para Hungría, que tuvo que solicitar un préstamo al FMI para evitar la quiebra.

En todo este contexto llega Fidesz al gobierno, con el 53% de los votos (68% de los escaños del parlamento), que le otorgó poder casi absoluto. Modificó la constitución húngara y una gran cantidad de leyes, creando un Estado a su imagen y semejanza (basado en la familia, la nación y las raíces cristianas,  contrarios a la globalización económica y la inmigración, que suponen una amenaza para sus valores tradicionales mencionados). Impuso una serie de recortes sociales y subidas de impuestos que supo contrarrestar con decretos que obligaron a bajar las tarifas de gastos domésticos como gas o electricidad. Creó un programa de empleo social para disminuir la tasa de paro (en 2010 estaba en torno al 12% y a día de hoy se sitúa en el 3.8 %). En años posteriores, una vez se logró un crecimiento económico estable (en torno al 3-4 %), Fidesz ha incrementado de forma notable los salarios de muchos empleados públicos (como en educación o sanidad, aunque siguen siendo muy bajos), ha subido el salario mínimo, y ha apoyado públicamente a los trabajadores de muchas multinacionales que reivindicaban mejoras laborales (como Mercedes, Audi o Tesco, entre otras). La inflación, que estaba por las nubes, se ha logrado controlar. Además se han realizado importantes operaciones comerciales con países como Rusia o China, en un intento de diversificar la economía y que esta no dependa exclusivamente del eje UE-USA. Es un hecho innegable, que dentro de las dificultades de un país como Hungría, la situación económica de la mayoría de la población ha mejorado en los últimos años. Probablemente mucho tenga que ver la coyuntura internacional, máxime en un mundo globalizado y regido por un supuesto libre mercado, pero Fidesz ha tenido que ver en muchas de estas cifras, nos guste o no nos guste.


Tasa de desempleo (en %) de los últimos años en Hungría.

Variación del PIB húngaro en los últimos años.


En el 2014 se celebraron nuevas elecciones (aquí una entrada de este blog en su momento). Fidesz repitió victoria con el 44% de los votos, que le permitieron retener los 2/3 del parlamento por solo un diputado, y sufriendo una disminución de votos considerable, aunque dado el apoyo masivo de 2010, no tuvo grandes consecuencias. Los principales culpables fueron algunos escándalos de corrupción (de los que en su día escribí en este blog) y el supuesto abuso de poder denunciado por la oposición y por los medios internacionales (así como la propia Unión Europea) que desgastaron a Fidesz considerablemente. Aunque el grueso de los cambios ya estaban hechos, Fidesz continuó cambiando todo. Se renovaron hasta los canales de TV o los billetes de Forint. La oposición apenas ha sido un mero espectador de todo: con el partido socialista hundido, la segunda fuerza se convirtió en la extrema derecha (Jobbik), aunque muy lejos de Fidesz, sin ser una amenaza real para desbancarlo del poder. Tampoco lo fue una alianza de "izquierdas" que trató sin éxito de evitar la mayoría absoluta de Fidesz en 2014.

Explicar todo esto creo que es necesario para comprender porqué Fidesz va a ganar sus terceros comicios consecutivos. Sobre todo porque de ello apenas se habla en los medios de comunicación extranjeros, que presentan al gobierno húngaro prácticamente como una dictadura populista. Fidesz es un gobierno populista, de eso no cabe duda, pero tiene una base de políticas reales que pesan mucho en sus resultados electorales. Planteó un impuesto especial a la banca, acusó a las grandes multinacionales de ser responsables de la crisis financiera global y denunció el empleo precario que promueven. Apoyó a los pequeños comerciantes. Se negó a entrar a la eurozona argumentando la pérdida de soberanía económica que supone. Acusó a la UE de inmiscuirse en muchos problemas internos del país. Todo esto en su discurso doméstico, porque luego en Bruselas, cuando se le tira de las orejas, muestra una cara mucho más amable, y acata los dictados de la UE, argumentando, de vuelta a Budapest, que no le queda más remedio. En ese sentido es evidente la estrategia populista que sigue, pero tampoco se puede negar que dentro de su escasa libertad de giro, hayan realizado numerosos cambios en la política y economía húngara.

En este contexto de desgaste del poder, suave pero continuo, Fidesz se encontró de bruces con la crisis migratoria que vivió la UE en 2015. Recordemos que cientos de miles de inmigrantes cruzaron el pequeño estado húngaro en cuestión de meses, rumbo a Alemania y Suecia (en su momento escribí sobre este asunto en la entrada que enlazo). Hungría se vio desbordaba al intentar aplicar las leyes europeas que le obligaron a firmar cuando ingresó, y en lugar de encontrar el respaldo de la UE, esta le dio la espalda (Alemania y Austria cerraron sus fronteras y amenazaron a Hungría con enviarle todos los inmigrantes que llegasen a su territorio de forma irregular). Es entonces cuando el gobierno húngaro decide construir la famosa valla fronteriza con Serbia y Croacia para desviar la ruta migratoria por otros países. Pero no quedó ahí la cosa. Viktor Orbán se sintió traicionado y aprovechó la crisis migratoria para reforzar su cruzada contra la UE, la globalización, las cuotas obligatorias de refugiados, y una supuesta conspiración de los oligarcas mundiales (como George Soros) contra los países que se muestran reacios a acatar sus dictados. Un victimismo que tiene una base real y una importante dosis de populismo.

Todo ello es la base con la que Orbán justifica su deseo de ampliar el control que ejerce el estado sobre las principales instituciones del país. Argumenta que de no ser así, organizaciones financiadas por oligarcas extranjeros y terceros países serían los que controlarían las riendas de Hungría: bajo una falsa imagen de "democracia"o "derechos humanos", se escondería una injerencia extranjera para perpetuar el control económico y social de los estados cuyos gobiernos se niegan a aceptar el liberalismo y la globalización (véase esta entrada anterior sobre el escándalo de la CEU). Para Viktor Orbán, la oleada migratoria masiva actual de la UE no es espontánea, sino que está orquestada por una serie de influencers mundiales que buscan destruir la identidad europea como último paso para lograr una sociedad heterogénea y totalmente globalizada que puedan manejar a su antojo.

Esta cruzada de "Fidesz contra el mundo" no ha llegado a calar del todo entre los húngaros. El referéndum sobre la las cuotas de la UE en la ubicación de refugiados solo logró atraer a un 40% de los húngaros (véase esta entrada sobre el mismo). Hace poco se realizó otro referéndum contra el "Plan Soros" (que sería básicamente lo que he resumido en el párrafo anterior) que apenas movilizó a un tercio del electorado. Eso sí, entre la gente que votó en ambos referéndums, el resultado fue de apoyo masivo a Fidesz. La explicación seguramente esté en que para la mayoría de los húngaros, las conspiraciones globales contra Hungría y su gobierno son un tema secundario, y que realmente lo que les interesa son los problemas cotidianos: los bajos sueldos, el trabajo precario o los deteriorados servicios públicos.

También me gustaría mencionar las multas que ha impuesto recientemente la hacienda húngara a varios de los partidos opositores por supuesta financiación ilegal, en el caso de Jobbik, o a el LMP o DK por haber alquilado supuestamente oficinas o espacios publicitarios por debajo del precio de mercado. La oposición ha argumentado que es una nueva cacería de Fidesz para tratar de eliminarles y así perpetuarse en el poder. Sin duda será uno de los argumentos que saldrá en la campana electoral.

Para finalizar, dejo un par de imágenes de algunos de los carteles que pueden verse estos días en Hungría, desde donde escribo esta entrada. Cada vez que vengo, y recién llegado, recorro los escasos kilómetros que separan el aeropuerto de Budapest, observo en clave de humor la guerra de carteles que tienen montada gobierno y oposición desde hace años. Algunos más lamentables, otros más divertidos, pienso que gracias a Dios la mayoría de turistas que llegan a Hungría no entienden ni papa de húngaro, si no, esta sería la imagen que tendrían del país nada más pisarlo:


Cartel que anuncia: "Juntos desmantelarían la valla fronteriza". En la foto aparece un montaje con Soros feliz en el centro, rodeado de los principales políticos opositores, que sujetan sus respectivas cizallas, con las que se supone que han cortado la famosa valla.


Cartel que anuncia: Soros traería millones de inmigrantes de África y Oriente próximo.
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