miércoles, 30 de julio de 2014

4 millones de húngaros viven en la pobreza

Suponen algo más del 40% de la población de Hungría (de unos 9,8 millones de habitantes en la actualidad). Ellos viven bajo el umbral de la pobreza. Son la otra cara del país. Los que no te encontrarás de vacaciones en el Balaton, ni cenando en los restaurantes de Budapest, ni de compras por Váci utca.

En 2013, el sueldo mínimo en el estado húngaro se situó en 101.000 forint brutos (340 €). En neto, estos se quedan en 66.500 (220 €). Según un estudio, para llevar un vida mínimamente digna en Hungría en un hogar de una sola persona habría que embolsarse 87.500 forint (es decir, con el sueldo mínimo no es suficiente). Una gran parte de los húngaros, deben pues, afrontar el mes con una cifra reconocida insuficiente para llevar una vida digna. Pero además, hay muchos otros que ni siquiera llegan al sueldo mínimo, ya que las pensiones y ayudas suelen ser inferiores.

Hace tiempo el periódico húngaro Délmagyarország (sur de Hungría) publicaba un interesante artículo sobre una familia de Szeged que se las tenía que apañar con 56.800 forint al mes (cantidad inferior al salario mínimo). Dicha familia recibía un subsidio de 34.000 forint (unos 100 €) por tener dos hijos y una pensión complementaria de 22.800 (75 €) debido a una enfermedad cardíaca del marido, que sumaban mensualmente los mencionados 56.800 forint. El resto de la familia estaba compuesta por un hijo adulto en paro (que ocasionalmente conseguía una plaza temporal en los programas de empleo público, por los cuales se reciben alrededor de 50.000 forint al mes, unos 170 €) y dos menores escolares, todos ellos dependiendo de estos 56.800 forint (en teoría, según el departamento de estadística, en este hogar deberían entrar al menos 253.800 forint al mes para llevar una vida aceptable).

La madre está en paro desde 2010. La familia, que vive en el 5º piso de un bloque de viviendas de la época socialista, paga un alquiler especial de 13.500 forint mensuales (unos 45 €), ya que su casa fue embargada por el banco al no poder afrontar las letras de una hipoteca en francos suizos. Paga unos 17.000 forint (55 €) de gastos de comunidad, incluyendo calefacción. No tienen gas para cocinar ni caldera, y el contador de la electricidad funciona mediante tarjetas prepago (como los móviles: se pide una tarjeta especial a la compañía eléctrica y se puede recargar en los kioscos con un mínimo de 2.500 forint, unos 8 €, aunque dependiendo de la deuda que acumules esta recarga mínima puede incluso duplicarse). Tras pagar alquiler y gastos de comunidad, la familia debe comer con unos 26.000 forint mensuales (menos de 100 €). Los dos hijos lo hacen en un comedor social gracias a una fundación creada para apoyar a los niños de estas familias en dificultades económicas. Y la cesta de la compra cada vez es más cara (a día de hoy, los precios de los alimentos son prácticamente iguales a los de España).


Modelo de tarjeta prepago de electricidad.


En cuanto a las estadísticas generales, la media de ingresos mensuales creció desde los 78.000 forint de 2010 a los 83.000 de 2012 (de 260 a 275 €). Si tenemos en cuenta la inflación (del 10% en ese período, ni más ni menos), en realidad el poder adquisitivo se contrajo un 3,5%.

Mayor es la tragedia del millón de húngaros más pobre, cuyos ingresos mensuales fueron de 25.000 forint (unos 85 €) mensuales en 2012, y cuyo poder adquisitivo disminuyó casi un 10%. Los mencionados 25.000 forint son los ingresos mensuales de muchos pensionistas.

Para la clase media, la pérdida de poder adquisitivo fue del 5%. El millón de húngaros más rico del país no experimentó reducción alguna.


La indigencia ha aumentado considerablemente, a la par el gobierno húngaro ha endurecido la ley en su contra.



Hace tiempo escribí acerca del grupo Visegrád, formado por Polonia, Chequia, Eslovaquia y Hungría, los grandes países centroeuropeos que ingresaron en la UE en 2004, y cómo Hungría había pasado de estar a la cabeza a ser el miembro rezagado de los cuatro. Y no solo estos países se están yendo cada vez más lejos, sino que Rumanía y Bulgaria, los tradicionales farolillos rojos de la Unión, se ven cada vez más grandes por el retrovisor húngaro.

Las últimas estadísticas de Eurostat y la OCDE sobre educación indican que el porcentaje de niños educados por padres con tan solo educación escolar básica creció del 24% de 2007 al 32% de 2012, por ejemplo. En el mismo período en Rumanía y Bulgaria esta cifra bajó de un 24,5% al 22%. La cifra de niños criados por padres con título universitario que viven en condiciones económicas muy bajas creció de un 2,8% a un 6,6% (en Rumanía y Bulgaria es del 4,3%).

El artículo original mencionado sobre la familia puede leerse (en húngaro) en el siguiente link: http://www.delmagyar.hu/szeged_hirek/csak_alom_a_letminimum/2386988/

sábado, 26 de julio de 2014

Polémico monumento de la 2º guerra mundial

Desde hace meses existe una fuerte polémica con respecto a la construcción de un monumento conmemorativo sobre la ocupación alemana de Hungría durante la 2º guerra mundial. En cuanto el gobierno de Viktor Orbán anunció su construcción, muchos historiadores y organizaciones de Hungría y del extranjero se llevaron las manos a la cabeza y acusaron el proyecto de pretender falsear la historia del país.

Dicho monumento consiste en el águila alemana (representando al tercer reich) atacando desprevenidamente al inocente arcángel de San Gabriel (representando al reino de Hungría), orbe en mano, viniendo a decir que los crueles alemanes invadieron a la pobre Hungría inocente, y a consecuencia de esta invasión tuvo lugar la limpieza étnica en el país magiar.


Monumento de conmemoración a las víctimas con una pancarta que lo acusa de falsear la historia.


Para más inri, la estatua llegó a su lugar de emplazamiento (Szabadság tér) por sorpresa en la madrugada del pasado domingo 20 de Julio, y fue colocada en plena noche (aunque lo cierto es que debido a las molestias ocasionadas en el tráfico normalmente esto siempre se hace de noche). A la mañana siguiente unos 150 manifestantes se acercaron al monumento para protestar y lanzarle huevos, aunque estaba tras una valla y fuertemente custodiado por la policía (pese a todo varios huevos lo alcanzaron). Los propios políticos de Fidesz (como László Simon) rechazaron acudir a la inauguración, temerosos del revuelo. Esta plaza acoge también un monumento a la liberación de Hungría de la ocupación alemana por parte del ejército soviético que se ha visto envuelto en algunas polémicas.


Llegada de la estatua en plena noche.

Las organizaciones de víctimas y muchos historiadores creen errónea esta interpretación de la historia, argumentando que el almirante Miklós Horthy se asoció rápidamente a Hitler al comenzar la segunda guerra mundial, seducido por la idea de recuperar los territorios perdidos en el tratado de Trianon, impuso un gobierno fascista, discriminó a los judíos y trabajó junto con el dictador alemán. Sin embargo fue mucho más moderado en su postura, muy ambigua, ya que Horthy dudaba en todo momento de la posibilidad real de que Alemania saliese victoriosa de la guerra, y tuvo importantes diferencias con Hitler, lo que le llevó a retrasar las salidas en masa de los judíos húngaros hacia los campos de exterminio e incluso a firmar un armisticio con los soviéticos.

Debido a esta traición, que agotó la paciencia de Hitler con Horthy, el dictador alemán decidió invadir Hungría mientras enviaba a Horthy a una conferencia falsa. En dicha invasión no encontró un ápice de resistencia por parte del ejército húngaro, incluso las tropas alemanas fueron recibidas con aplausos en varias ciudades. Tras la ocupación alemana, Horthy fue obligado a dimitir y fue reemplazado por Sztójai, quien autorizó el comienzo del holocausto húngaro, y posteriormente por Szálasi. Los dos últimos fueron condenados a muerte tras la 2º guerra mundial. La política ambigua de Horthy le sirvió para salvar el pescuezo y retirarse a Portugal a vivir los últimos años de su vida. En los últimos años se han instalado varias estatuas de Horthy en algunas localidades de Hungría, lo que ha generado también bastante revuelo.

Según el primer ministro húngaro, la interpretación histórica del monumento es "precisa e inmaculada", y argumentan que sin la ocupación alemana no se hubiesen aprobado las deportaciones masivas de judíos húngaros a los campos de exterminio. Pese a todo, reconocen que el gobierno de la época tuvo parte de la responsabilidad histórica.

La puntilla ha sido un posible error en la traducción del texto del monumento. En inglés se refiere a las "víctimas", mientras que en hebreo se puede interpretar como "sacrificio de animales", según algunos traductores (otros dicen que es correcto). En los textos en inglés y ruso también hay pequeños fallos, según algunos expertos (el más evidente: en inglés debería poner "in memory of THE victims").


martes, 22 de julio de 2014

Un extranjero en la Hungría profunda

Tras varios años viviendo en el país, he tenido la oportunidad de recorrer pequeños pueblos (algunos de los cuales dudo que algún extranjero hubiera pisado antes) y de conocer a algunos de sus habitantes y disfrutar de la enorme hospitalidad de la Hungría rural.

¿Cómo es la vida en un pequeño pueblo de Alföld (la gran llanura húngara)?

En el típico pueblecito húngaro, el que uno recorre por su calle principal, con su pequeña posta, su kocsma, su tienda ABC de comestibles, su iglesia y su pequeño parque, y las casitas se alinean a su alrededor, el día comienza pronto, muy pronto. Como ya dije en anteriores entradas, la posición de Hungría en el huso horario conlleva que amanezca muy temprano durante todo el año, y anochezca también relativamente pronto. Esto ha motivado que, lógicamente, el reloj biológico se adapte a la luz solar, y afecte a las costumbres de sus habitantes.


Calle principal de un pueblo del sur de Alföld.


Levantarse a las 5 ó 6 de la mañana es bastante habitual, incluyendo los fines de semana. Los agricultores comienzan su larga jornada de trabajo, mucha gente acude a los mercados (que abren a esas horas, y en los que obviamente, el mejor género y el mejor precio son los primeros en agotarse. Que nadie aspire a encontrar algo bueno, bonito y barato a eso de las 11 de la mañana, hora a la cual muchos puestos ya han cerrado, y hora a la cual en España muchos puestos están abriendo).

El desayuno tradicional húngaro se aleja mucho del café con leche y el croissant habitual de los países mediterráneos, y consta de panceta (szalonna en húngaro, un bacon curado), grasa de panceta (que se unta en pan, esta solo tiene la grasa directamente, sin carne), chorizo (kolbasz), paté (májkrém), una gigantesca hogaza de pan y el inseparable paprika (pimiento natural, de dos tipos, uno que no pica que es más grande y amarillo, y otros alargados y verdes que son muy picantes), además de tomate, quizás para darle un toque vegetal. Y esto se come a las 6 de la mañana. Como ya dije en otras entradas gastronómicas, Hungría no es precisamente el país de las ensaladas, y de hecho la obesidad es algo tan arraigado como tradicionalmente bien visto.



Ejemplos de desayunos típicos en los pueblos de Hungría.


La comida también es bastante pronto, generalmente entre las 11:30 y la 1 del mediodía (aunque la hora punta es a las 12, cuando el país entero se va a comer), lo cual se explica teniendo en cuenta que el desayuno ha sido también temprano.

En las celebraciones de la Hungría rural (como festivos, cumpleaños, bodas y demás), el epicentro del evento es el Pörkölt, del cual ya he hablado mucho en este blog: un estofado de carne (generalmente ternera (marha), aunque puede hacerse de cerdo (disznó) o cordero (bárány), elaborado en un gigantesco caldero en el jardín, donde se cocina durante horas. Los hombres se encargan de ello, (a diferencia del resto de platos, que cocinan las mujeres habitualmente) mientras se bebe cerveza, pálinka casero y se charla de los temas habituales (noticias, trabajo...). Aunque muchas veces se utiliza un horno de gas como base, el buen experto en pörkölt sabe que debe de haber al menos un poco de madera para que la carne adquiera el aroma tradicional. Esta se puede colocar directamente sobre el fuego de la base del hornillo. Se cocina una base de cebollas y toneladas de pimentón (paprika), se añade la carne troceada (muchas veces un animal entero), agua y se deja cocer durante varias horas, especiándolo al gusto con sal, pimentón, picante y otras especias.


Plato de pörkölt (sin guarnición).


El recipiente para la cocción es el bogrács, un caldero (hay varios tamaños, desde el pequeño hasta el gigantesco, depende de para cuantas personas se vaya a cocinar). Se cuelga de un trípode sobre el fuego y allí es donde se cocina el pörkölt, la halászlé (sopa de pescado, cocinada de una manera muy parecida al pörkölt) o el gulyás (una sopa de carne y hortalizas).



Fotos de un bogrács en plena cocción.


El extranjero invitado (en este caso, yo) llega a eso de las 11 de la mañana, y según entra al jardín recibe un vaso pequeño para el pálinka y otro grande para la cerveza. Le señalan el lugar donde se cocina el pörkölt y se va con los hombres a beber. Incluso uno se siente algo raro entre tanta barriga (consecuencias de la dieta húngara) de la que todo buen húngaro está orgulloso de tener. Y con el estómago vacío, el pálinka. Y es que si por ejemplo en países como España lo habitual es dejar las bebidas espirituosas para el final de la comida, en Hungría el pálinka es el aperitivo, se bebe antes de comer (y después también, una cosa no excluye la otra). Es habitual ofrecerlo a los invitados, sea la hora que sea, como muestra de hospitalidad (esto también ocurre por ejemplo en la vecina Serbia con el vodka). Muchas veces el mismo anfitrión es quien ha elaborado su licor casero.

La fruta empleada suele ser ciruela (szilva), melocotón (barack) o pera (körte), aunque puede emplearse casi cualquier fruta. La graduación suele rondar los 40-50 º. Al brindar hay que decir "egészségedre" (a tu salud), o en plural si están con más de una persona "egészségetekre" (a vuestra salud). Si el singular parece difícil, el plural ya ni hablemos, y cuando uno lleva varios chupitos la cosa se vuelve en algo parecido a "eresesrere". Hablando antes de las frutas, me acabo de dar cuenta que el nombre del presidente de Estados Unidos puede traducirse al húngaro como "Melocotón Obama". Coincidencias.


Tabla para servir vasos de pálinka, decorados con el escudo de Hungría.


Cuando uno se sienta finalmente a la mesa, un poco mareado tras tanto licor y cerveza con el estómago vacío, la comida comienza con la tradicional sopa de carne, que suele incluir zanahorias, chirivías (por fin encontré el nombre de una especie de zanahoria blanca muy típica en Hungría, llamada fehérrepa) y la raíz del apio (zellergumo en húngaro). A veces también se prepara sopa de frutas, la llamada gyümölcsleves. Una vez tomada la sopa, llega la estrella, el pörkölt, plato principal, con su correspondiente guarnición de patatas o galuska (una pasta a base de harina y huevo). Cuando tras esto, el extranjero ya está pensando en el postre, llegan bandejas con todo tipo de carnes rellenas y rebozadas, así como algunos pescados fritos, rebozados y cubiertos de trocitos de panceta, con patatas o incluso fruta en almíbar de guarnición, toda una orgía calórica para auténticas barrigas húngaras. ¡A veces hay incluso ensalada! Pero, ¡alto!, la "ensalada" consta de simple repollo fermentado en un platito, o pepino troceado. También puede haber una "ensalada de patata" (una especie de ensaladilla rusa). Que nadie espere ver una fuente con lechuga y tomate.

Y de postre, una buena tarta de bizcocho y crema de turó (una especie de requesón, estrella de la repostería tradicional), o de crema o chocolate, junto a infinitas variedades de pasteles y rétes. Y después, para la sobremesa, café, más pálinka y pogácsak (panecillos de queso o bacon), supongo que por si algún insensato se quedó con hambre. A todo esto, huelga decir que el pálinka sigue fluyendo de botellas a vasos con un caudal generoso, y que la cerveza o el famoso vino húngaro apaciguan la sed provocada por tanta comida.

Y si queremos dormir una pequeña siesta, no penséis que se van a extrañar. No es una costumbre tan extraña echar una cabezada después de comer, y, de hecho, el verbo húngaro sziesztázni viene claramente de la propia palabra siesta (probablemente una de las más internacionales del castellano).

Como ya dije, la hospitalidad de los húngaros es infinita, y obviamente las consecuencias muchas veces incluyen algún que otro susto al pesarse en la báscula. Siempre me han regalado vino, chorizo, pörkölt, pálinka... y me han tratado de manera exquisita. Y siempre es un placer volver por allí.


Fotos: flickr.com y wikipedia

viernes, 18 de julio de 2014

Importar y exportar

El otro día me quedé pensando un rato en la cantidad de comida que he traído y llevado a Hungría a lo largo de estos años. Kilos y kilos en la maleta o en paquetes que han recorrido miles de kilómetros de un país a otro. Podría decirse que me he convertido en un pequeño minorista de la importación y exportación alimentaria. Eso sí, sin ánimo de lucro: todo para el autoconsumo o regalo a las personas cercanas. Y no es algo aislado: todos los extranjeros que conozco, sean del país que sean, de cualquier continente, traen ingentes cantidades de comida y se llevan algunos presentes. Y es que como en casa...

De Hungría he exportado el mítico szalami de Pick, esas largas barras de delicioso salami de Szeged que pueden desaparecer en cuestión de pocos días si uno se lo propone. El pimentón de Szeged, que aunque no se usa en las mismas cantidades que en Hungría, siempre es un fiel compañero de viaje. El túró rudi, porque la única forma de comprender qué es esa barra de requesón y chocolate es probándolo. El famoso vino húngaro, cuidadosamente envuelto y colocado entre ropas en el centro de la maleta para que sobreviva a los aeropuertos. No he exportado el conocido Unicum (que no me gusta en absoluto) ni la repostería húngara por razones obvias de transporte. Aunque de buena gana llevaría a casa una buena Dobos torta.


Salami de la marca Pick, el más codiciado de Hungría. Esta es una de sus variantes, el Rákóczi, aunque el considerado como rey de los salamis es el téli (salami de invierno).


¿Y qué importo a Hungría? Además del obligado jamón, chorizo, lomo, queso o morcilla (difíciles / imposibles de encontrar en aquí), las míticas latas de Litoral (la legumbre es casi inexistente), las bandejas de La Gula del Norte (¡cómo explicarles a los húngaros primero qué son las angulas y luego que en realidad estas no son angulas!) o los boquerones en vinagre o las anchoas en aceite. Y otras tantas cosas que aunque pueden encontrarse en Hungría, no son tan buenas: el salmón ahumado, el atún enlatado, las aceitunas de bote o incluso el Nesquik son más caros y de peor calidad. Para hacer tortilla de patata no hay problema: patatas, cebollas, huevos y aceite de oliva pueden adquirirse en Hungría sin problemas.

Otras cosas como el pescado de mar, el marisco o muchas verduras no pueden disfrutarse en tierras magiares (al menos como estamos acostumbrados) y tampoco puede traer a casa el querido cartero. Gajes del oficio.


Cuando el cartero llama, algo trae...

martes, 15 de julio de 2014

Los mágicos magiares (Aranycsapat)

En plena resaca del mundial de fútbol de Brasil de este 2014, con el merecido triunfo de la selección germana, conviene recordar cómo era el fútbol hace ya décadas, lejos de los aburridos, ultradefensivos y físicos partidos del fútbol actual. Sin ir más lejos, los tres últimos mundiales han terminado con 1-0 en la prórroga o a penaltis. Y para ello, no hay mejor ejemplo que el fútbol del equipo de oro (Aranycsapat en húngaro) con el que se denominó a la selección húngara de los años 50 y que revolucionó este deporte.

Y es que si bien hoy en día el fútbol húngaro no atraviesa su mejor momento, hace ya más de seis décadas coincidió en Hungría una de las mejores generaciones de futbolistas de la historia, algunos de los cuales son bien conocidos para cualquier aficionado: Puskás, Kocsis, Czibor, Bozsik o Hidegkúti, de la mano de su revolucionario entrenador Gusztáv Sebes. Ellos regalaron al mundo y especialmente a Hungría una época gloriosa de fútbol total y títulos.


Alineación titular del Aranycsapat.


El combinado nacional comenzó a hacer historia en los Juegos Olímpicos de Helsinki de 1952, donde el equipo llegó discretamente, sin hacer mucho ruido, ya que pese a que muchos de sus futbolistas eran figuras en su país, aún eran desconocidos en el exterior.

Hungría se clasificó para octavos, venció 3-0 a Italia, ganó 7-1 a Turquía en cuartos y derrotó a Suecia 6-0 en las semifinales. Pese a todo, el Secretario General de Partido Comunista Húngaro y mano derecha de Stalin Mátyás Rákosi, que gobernaba Hungría con mano de hierro, amenazó al entrenador, Sebes, con que la derrota no era una opción, y de ser así las consecuencias serían funestas.

Para no presionar más a sus jugadores, Sebes no les transmitió tan espeluznante mensaje. Hungría venció por 2-0 a Yugoslavia y se alzó con el título. La selección se dio un auténtico baño de masas en su viaje de vuelta en tren, con paradas por toda Europa donde eran aclamados por todos los fans de su espectacular fútbol de ataque, y por más de 100.000 personas que les esperaron en la estación de Keleti en Budapest.

Tras esto, sus partidos más memorables llegaron en forma de amistosos: humillaron a Inglaterra venciéndoles 3-6 en el mismísimo estadio de Wembley (donde nunca antes Inglaterra había sido derrotada) con 35 disparos a puerta de los húngaros por 5 del combinado inglés (Hungría ya ganaba 1-4 en el minuto 27 del partido), y venciéndoles por 7-1 en Budapest de nuevo. El denominado "fútbol total" de la escuadra húngara, donde todos atacaban y defendían con una velocidad pasmosa, y una ofensiva en forma de M con dos extremos y un delantero algo atrasado que desconcertaba a los centrales por su posición, no tenían rival. Eran tan buenos que apenas tenían posiciones fijas. Puskás resumió diciendo "cuando atacábamos, atacábamos todos. Cuando defendíamos, defendíamos todos".


En equipo que humilló a Inglaterra en Wembley.


En el mundial de Suiza de 1954, siguiente cita tras los Juegos Olímpicos, Hungría goleó a Alemania por 8-3, aplastó a Corea del Sur 9-0 y venció a Brasil en cuartos por 4-2 tras una batalla campal que enfrentó a aficionados, jugadores, técnicos y policía. En las semifinales, Hungría venció otra vez por 4-2 a la entonces vigente campeona Uruguay (que venía del anterior mundial de ganar la final a Brasil en el célebre maracanazo). A la final contra Alemania (contra la que ya se había enfrentado en la liguilla previa y ganado 8-3, como dije), Hungría llegó tras 33 partidos invicta. El equipo magiar se adelantó 2-0 (goles en los minutos 6 y 8), pero Alemania remontó hasta empatar en el minuto 18, y marcó el tercero en el 84. Puskás, renqueante de una lesión, marcó el gol del empate en el último suspiro, pero fue anulado y Alemania ganó su primer mundial.

Más tarde Hungría derrotaría históricamente a la URSS en Moscú por 0-1 en un estadio Lenin abarrotado por más de 100.000 personas. La selección de la URSS estaba invicta en su territorio hasta aquel día de 1956. Según muchos, fue una pequeña contribución para la posterior revolución.

En Noviembre de 1956 estalló la revolución húngara contra la política impuesta de la Unión Soviética, pillando a la mayoría de los jugadores de la selección húngara en la ciudad de Bilbao, ya que allí disputaban un partido de la Copa de Europa con su club, el Budapest Honvéd F.C. contra el Athletic de Bilbao. Los jugadores decidieron no volver a su país y disputar la vuelta en campo neutral. Debido a que muchos de ellos ostentaban cargos militares, por miedo al tribunal militar que les esperaba y que les acusaría de traición (algo penado incluso con la muerte), algunos jugadores no regresaron a Hungría.

Puskás ficharía por el Real Madrid en 1958, Kocsis y Czibor por el F.C. Barcelona, pero el equipo de oro, el Aranycsapat, desapareció al no regresar a tierras húngaras muchos de sus jugadores. Si bien es cierto que no consiguieron ganar ningún mundial, fueron toda una revolución para el mundo del fútbol. Entre 1950 y 1956 cosecharon 42 victorias, 7 empates y tan solo una derrota: la de la final del mundial contra Alemania.


Tren húngaro con decoración conmemorativa del Aranycsapat, el equipo de oro.

sábado, 12 de julio de 2014

Mudanza a la capital

Tras 5 años viviendo en Szeged, en el sur de Hungría, toca hacer las maletas y mudarse a la capital: Budapest, una vieja conocida, una amante, destino de muchas escapadas durante estos años.

Aún recuerdo la primera vez que aterricé en el entonces aeropuerto de Ferihegy, tomé el mítico autobús 200 a Kőbanya-Kispest, viajé en el destartalado tren de metro de la época soviética de la línea 3 y fui a mi hostal, en plena plaza de Astoria, una cálida noche de Agosto. Tras dejar las maletas, salí a dar una vuelta por una ciudad y un país totalmente desconocidos para mí. Lo primero que hice fue dirigirme al Danubio, y por casualidad salí al río justo en uno de los que ahora son mis sitios favoritos de Budapest: el puente Szabadság (por aquel entonces le llamaba simplemente el puente verde), desde el cual se tiene, mirando hacia el norte, una de las imágenes más bonitas de la ciudad. Y entonces fue cuando Budapest me llegó al corazón.

Así que con algo de morriña dejo Alföld y sus bellas e infinitas llanuras, como diría Sándor Petőfi, para vivir nuevas experiencias en Budapest. Pese a que ya he hablado de ella en varias entradas, aprovecharé mi estancia para desvelar sus secretos, lugares, rincones y quehaceres de una ciudad diferente, con la que podría hacerse un paralelismo con Mourinho y llamarla "The special one". Quien ha estado sabe porqué.

Por cierto, la mudanza no estuvo exenta de sorpresas, quizás la más curiosa fue cuando se nos averió el coche (hasta arriba de equipaje y bártulos) en plena autopista a unos 18 kilómetros de Budapest, anocheciendo, y mientras lo reparaban llegó un camionero ruso, aparcó el camión en el arcén de la autopista como que no quiere la cosa (llevándose por delante nuestro dichoso triangulito), y se bajó a preguntarnos cómo se iba a Ucrania. No hablaba ni papa de inglés y no entendía que se había pasado el desvío y tenía que dar la vuelta. Y mira que está bien señalizado. En fin, esas cosas que solo pueden ocurrir aquí.

Para terminar unas imágenes de Szeged y Alföld, cosecha propia:








miércoles, 9 de julio de 2014

Costumbres húngaras curiosas para un extranjero

Szimpla (Budapest), donde las sillas cuelgan del techo.


A continuación una lista de costumbres, tradiciones y cosas que tienen los húngaros y que pueden ser sorprendentes para el extranjero recién llegado al país magiar. Algunas cosas ya las he visto en más países, y no son exclusivas de Hungría. Pero los húngaros son diferentes, de eso no hay duda, y ellos está muy orgullosos de ello. ¿Os acordais de aquello que decía Fraga de "Spain is different"? Pues bien, Hungary is different as well!

Los que ya lleven aquí un tiempo, seguro que pensaron lo mismo más de una vez, los que no, que se preparen, y para los húngaros, quizás penséis que soy estúpido. No importa, espero que logre dibujaros más de una sonrisa a todos. Aquí vienen esas cosas que pueden verse en Hungría, algunas de ellas auténticos hungarikums, en clave de humor:

Al llegar a una casa, los húngaros siempre se quitaran los zapatos al entrar (algo que es muy útil para ensuciar menos). Puede que nos sorprendamos la primera vez que vayamos al baño: el retrete suele estar separado en una minúscula estancia del resto del baño. También destaca la manía de meter la lavadora en el baño (casi nunca la encontraremos en la cocina), aunque a veces casi ni quepa, pero ahí que la meten de cualquier manera. Y chicas, nos busquéis el bidet porque aquí no existen.

Otro asunto son las increíbles calefacciones de gas individuales que aún perduran desde hace décadas en muchos pisos. Y muchas veces no habrá persiana (en un país donde en verano amanece antes de las 5 de la mañana). Por último con respecto a las casas, muchas veces la puerta de la escalera tiene cristales o incluso ventanucos, que permiten ver desde fuera si hay luz en casa y si estás allí. ¿La intimidad donde quedó?

Cuando uno queda con un húngaro a las 6 de la tarde, llegará a las 6 en punto o muy probablemente a menos cinco. Y si llega tarde, aunque sea unos pocos minutos, siempre avisará y se disculpará. Cuando te presenten a un húngaro, siempre le darás la mano la primera vez, independientemente del sexo, después ya podrás saludar con dos besos (empezando por la derecha).

Cuando vaya a una tienda dará las gracias al tendero por la compra, por darle el cambio y este también le dará las gracias por lo mismo, en una muestra de exquisita educación. Solo se romperá el protocolo si uno paga con un billete de 10.000 ó 20.000 forint, que pese a ser al cambio 33 ó 66 €, aquí parece que has sacado un billete de 500 euros. Siempre pedirán otro más pequeño, puede que se enfaden, e incluso que digan que no tienen cambio (una vez pagué un café con tarjeta por no darme cambio de 5000 forint, 15 €).

El húngaro no cruzará una calle con el semáforo en rojo, aunque esté desierta o fuese la única persona en el planeta, esperará a que se ponga verde. Si está desconectado (en ámbar intermitente), se desorientará totalmente.

Deberás felicitar a tus amigos húngaros por su santo, ¡que es tan o más importante que su cumpleaños! Y cuando veas a muchos de ellos en verano vistiendo chanclas con calcetines, tranquilo, no pasa nada, son sus cosas. Y aquí la navidad llega el 6 de Diciembre con Mikulás.

A la hora de sentarse a la mesa en un restaurante, que nadie se sorprenda cuando vea que no hay cubiertos ni servilletas, el camarero los traerá todos juntos en un plato del que hay que servírselos. Y que nadie espere que le traigan el pan, con una excepción: ¡si pide sopa!

La sopa es casi obligatoria, bien haga 40 grados o -20, los húngaros son totalmente soperos. Eso sí en verano hay un variante de sopa de frutas fresquita, que a mí particularmente no me gusta. Y cuidado con el hígado, les encanta echárselo a todo: a la sopa, como relleno... si no os gusta evitar la palabra máj a toda costa. Y ojo con algunos platos que llevan médula espinal: evitar la palabra velő. Y si odiáis el pepino como yo, mala suerte, este es el país de los pepinos y hay que vivir con ello. Y que nadie se sorprenda si no encuentra una ensalada en la carta. ¡La lechuga es comida para los conejos! Y dejar claro que queréis agua sin gas (mentesvíz) porque por defecto se pone con gas y una rodaja de limón.

Para terminar con el tema culinario, acostumbraros al paprika en cantidades industriales. Si les veis cocinando, tranquilos, no es que tengan Parkinson, es que aquí el bote de pimentón se vuelca sobre la cazuela. Ah, y el túró (requesón) es algo casi obligatorio en los postres, así como el tejföl, o crema agria (parecido al yogur), para cocinar. Y dos tipos de cerezas, el meggy (cereza dulce) y el cseresznye (cereza ácida). ¿Sabéis cual utilizan casi siempre? ¡Bingo! la ácida.

Por último, un vistazo al transporte. Uno entrará al metro y se dará cuenta de que el torno es un invento que no ha llegado aún aquí: en su lugar hay revisores a la entrada de la mayoría de las estaciones. Y, cuidado, también a veces en la salida comprueban tu billete, así que no lo tiréis hasta salir a la calle. Al autobús podrás subir por cualquiera de sus puertas, el conductor pasará de tí y de tu billete. Pero pueden subir revisores de paisano (algunos incluso disfrazados de estudiantes o incluso vagabundos) y cuando se cierren las puertas sacarán su identificación y exigirán los billete a todo el mundo.

Y del idioma, qué decir... si intentáis hablar en húngaro, casi nunca te entenderán, o directamente te responderán en inglés. Y es que uno necesita tiempo hasta que consigue aprender a pronunciar las 14 vocales del húngaro: decir una "o" poniendo la boca como si fuese a decir una "u" o decir una "i" poniendo boca de "e" nunca fue fácil....

martes, 8 de julio de 2014

Bicicletas en Hungría

Por las calles de las ciudades húngaras circulan un montón de bicis, esto es algo de lo que uno se percata inmediatamente. Con nombres tan extraños en húngaro como bringa, kerékpár o simplemente bicikli (el más fácil para los extranjeros, pronunciado como "bichikli"), es el medio de transporte de muchos húngaros y extranjeros.

Y no solo niños o universitarios usan la bici para moverse por la ciudad, sino que es habitual ver obreros, jardineros, carteros o jubilados yendo a trabajar o al mercado en bici, así como muchos padres con la sillita de bebé detrás en la propia bici. Y es que hay que recordar que el coche aquí es un lujo para una parte enorme de la población (en Budapest no se nota tanto, pero fuera de la capital las bicis ganan a los coches en número).

Circular en bici por las ciudades de Hungría a veces no es fácil: al mal estado de las calles, carreteras y bicicarriles se le une muchas veces el poco respeto de los automovilistas. En la propia capital puede contemplarse la danza de los ciclistas entre coches, autobuses y demás vehículos por los estrechos y saturados carriles de los körút (calles de circunvalación). Dentro de las ciudades hay calles en las que está prohibido circular en bici. También hay cosas positivas: poco a poco se está tejiendo una nueva red de bicicarriles, y allí donde hay nuevos, es bastante agradable circular. En Budapest hay algunos paralelos al Danubio muy agradables. Sin embargo, fuera de las zonas y calles renovadas es muy diferente.

Por otra parte, aunque por desgracia existen, los robos de bicicletas son mucho menos frecuentes que en España (cosa no muy difícil), y es habitual ver bicis con candados que prácticamente se pueden romper con la mirada.  Ante la pasividad de la policía y los jueces con los robos (más habituales en Budapest que en otras ciudades), han surgido algunos grupos (a veces relacionados con la extrema derecha) que colocan localizadores GPS en algunas bicicletas "cebo" y persiguen así a los ladrones.

Al ser la bicicleta un fenómeno tan habitual hay un enorme mercado de segunda mano y muchas tiendas de reparación y venta de bicis, con lo que los precios son bastante asequibles.

Un par de veces veces al año (generalmente al comienzo de la primavera y del otoño) se celebra la llamada "Critical Mass", una especie de manifestación en bicicleta por las mayores ciudades del país, donde un enorme pelotón de ciclistas (incluyendo niños, padres, aficionados y curiosas bicicletas tuneadas hasta niveles inimaginables). Generalmente se reclama la mejora en las condiciones de los bicicarriles o un mayor respeto por parte de los conductores a los ciclistas. Varias veces en el recorrido se detiene todo el mundo y se levanta la bicicleta a modo de protesta. Esta manifestación está organizada y cuenta con el apoyo de la policía.






La Critical mass, aunque también se realiza en Hungría, tiene sus orígenes en la ciudad de San Francisco, Estados Unidos, y se realiza en casi todos los países de Europa.

Si bien circular por las ciudades es aceptable, y dentro de los recursos del país hay una aceptable red de bicicarriles, una cosa muy distinta es hacerlo fuera de ciudad. Las carreteras húngaras son bastante malas: los arcenes no existen salvo contadísimas excepciones, los carriles son muy estrechos y para colmo en muchas carreteras está prohibido por señalización circular en bicicleta, sin que se ofrezca ninguna vía alternativa para hacerlo. Y aunque se ve de vez en cuando algún ciclista profesional o semiprofesional, hacerlo por estas carreteras es doblemente meritorio.

En cualquier caso hay varios recorridos preparados para la bicileta a lo largo del país. El más famoso seguramente sea el bicicarril que rodea el lago Balaton, una vuelta de unos 200 kilómetros que bien merece la pena, y que de hecho es una experiencia increíble como conté en dicha entrada. Otro recorrido muy interesante se encuentra en el lago Fertő (en alemán: lago Neusiedl), en la frontera con Austria. Y uno de los más famosos seguramente sea el que une Budapest con Szentendre, que es parte de la ruta EuroVelo 6, que paralelo al Danubio une Viena, Budapest y Belgrado.

sábado, 5 de julio de 2014

Ciudades de la Hungría socialista (II)

La planificación de estas nuevas ciudades (y las ampliaciones de las ya existentes), fue el resultado del enorme crecimiento demográfico tras la segunda guerra mundial. En una Europa del este devastada por las batallas más duras y sangrientas de la guerra entre soviéticos y alemanes, pocos edificios quedaron en pie. La solución pasó por edificar a toda velocidad barrios clónicos a base de edificios prefabricados de paneles (panellakás en húngaro). Además mucho tenía que ver el modelo socialista que se impuso en estos países: la idea de residir en viviendas iguales (al menos por fuera), contrariamente al sistema  del bloque capitalista, que fomentaba la competitividad mediante las diferencias entre los individuos (empezando por sus casas).

En los bajos de estos edificios apenas había (y sigue sin haber) comercios, con la idea de reducir el consumo todo lo posible. En su lugar se hicieron o más viviendas (son muy típicos en Hungría los bajos elevados, llamados magasföldszint), o almacenes (donde guardar los escasos coches de la época, motocicletas, bicicletas...). Hoy en día muchos dueños de estos locales tienen pequeños talleres donde guardar el coche o simplemente herramientas y entretenerse por las tardes o el fin de semana,  ya que no hay mucho que hacer en estos barrios. Las zonas verdes, mediante la construcción de parques o lagos artificiales, son muy características, con la idea de crear lugares de esparcimiento en plena jungla de hormigón. Y por supuesto las amplias avenidas y anillos de las ciudades, por donde circulaban los famosos trolebuses, esos autobuses eléctricos alimentados por catenarias, tan extraños en Europa occidental, y que perduran por estos lares, y los tranvías (ahora más en auge en toda Europa), que reducen la contaminación urbana, si bien ambos exigen un enorme y poco estético cableado, que en los cruces aún es más acusado. El objetivo era crear una importante red de transporte público que eliminase la necesidad de los vehículos privados. Por último las instalaciones recreativas (teatros, cines y casas de cultura públicas) y las deportivas (campos multiusos, piscinas...) se construyeron estratégicamente en algunos barrios para el ocio de los ciudadanos (además la rivalidad deportiva con el bloque capitalista exigía buenas instalaciones para forjar a los jóvenes talentos).

Como ya expliqué en la entrada sobre los Panellakás, con el declive del sistema socialista y la dura transición al capitalismo, estas casas comenzaron a deteriorarse, pues aparte de tener ya cierta edad, debido a su rápida construcción y los materiales baratos empleados, necesitaban urgentemente ser arregladas. Se iniciaron programas sociales con ayudas y préstamos del gobierno para aislar las viviendas y mejorar su eficiencia energética (introduciendo materiales aislantes y sustituyendo puertas y ventanas), así como pintar las fachadas con colores más alegres que el triste gris del hormigón o las fachadas que habían ennegrecido como consecuencia de la contaminación.

De la misma forma las amplias zonas verdes exigen un gran mantenimiento y mucha mano de obra, que debido a la precaria situación económica actual de muchos municipios han creado áreas más bien salvajes y descuidadas, donde la vegetación ha comenzado a ganar terreno al asfalto y al adoquín, y los árboles se han vuelto enormes y algunas ramas llegan casi hasta el suelo y tapan señales de tráfico, incluso comienzan a invadir balcones y ventanas.

Contrariamente a lo que muchos piensan, los centros comerciales ya existían hace décadas en los países socialistas, aunque obviamente poco tienen que ver a los actuales. Las pocas tiendas que había abastecían de alimentos y otros productos y normalmente estaban en el centro de las ciudades y en las confluencias de grandes avenidas.

Algunas de las imágenes más representativas del pasado socialista de Hungría:


Pécs, 1960.

Miskolc, 1964

Százhalombatta, 1976.

Tatabanya, 1965.

Budapest, 1969.

Zona comercial en Nyíregyháza, 1969

Centro comercial en construcción en Kazincbarcika, 1968.

Szolnok, 1969.

Planificación de los barrios, 1976.

Dunaújváros, 1962.

Dunaújváros, 1955.

Dunaújváros, llamada Sztálinváros en 1951.

Dunaújváros, 1964.

Kazincbarcika, 1961.

Kazincbarcika, 1957.

Dunaújváros, 1962.

Miskolc, 1963.

Tatabanya, 1970.

Tatabanya, 1980.

Tatabanya, 1970.

Miskolc, 1963.

Miskolc, 1963.



Fuente / forrás:

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