Supongo que
mucha gente conoce el programa de "Españoles por el mundo",
que en realidad no sé si se continúa realizando o ya es un formato
agotado, y del que obviamente brotaron clones similares pero en cadenas
locales tipo "madrileños por el mundo", "murcianos
por el mundo" y un largo etcétera.
No creo que
fuese casualidad que este programa comenzase a emitirse en plena
crisis económica y en una cadena pública como TVE, porque con el
paro por las nubes y dos gobiernos incapaces de hacer nada para
arreglarlo (primero el de Zapatero y luego el de Rajoy), el mensaje
poco subliminal que mandaba este programa era que irse a vivir a otro
país y triunfar era pan comido, y si tú estabas en el paro en
España era tu culpa por no marcharte al extranjero. Por supuesto se
mostraba una versión triunfalista y distorsionada de la realidad,
enseñando solamente a aquellos expatriados a los que les fue de
maravilla (muchos en realidad no salieron por la crisis en absoluto,
sino por la deslocalización de sus empresas o por sus tipos de
trabajos, y de hecho están de manera temporal en el país
correspondiente).
Poco hablaban
de la realidad y los problemas del país en cuestión, o de los
españolitos que salieron a buscarse la vida a otro país con una
mano delante y otra detrás y malviven o no encontraron nada y
tuvieron que volver a casa. No, esos no existen para TVE porque como
decía, el mensaje era el del falso triunfalismo.
Me enteré que existía el capítulo correspondiente de los españoles en Budapest y
me picó la curiosidad de ver qué decían sobre Hungría y Budapest,
un tema del que me considero algo informado tras años viviendo en
estas tierras. Además, para completar el experimento, lo vi en
compañía de húngaros castellanohablantes. El resultado fue el que
me esperaba, una visión distorsionada y torpe de la vida en Hungría
y Budapest. Al menos nos reímos bastante viendo las barbaridades
que decía el programa. Eso sí, el recorrido turístico en
helicóptero y limusina no faltaba (todo pagado por TVE, claro).
Nada mejor
ilustra todo esto que la primera pareja de españoles que aparece en
el programa. Unos antiguos trabajadores de la banca en España (los cuales, por lo que cuentan y enseñan, seguramente tenían un nivel de vida bastante bueno ya antes de ir a
Hungría) que montaron una empresa en Budapest que, textualmente
"vende inmuebles a inversores españoles y también
venezolanos". Mostraban su enorme casa con una gigantesca
terraza en un edificio de lujo recién construido. Después
mencionaban que se habían casado en la basílica de San Esteban
(algo carísimo y difícil de conseguir) y recorrían la avenida Andrassy en un Jaguar antiguo. Lo típico, vamos. Ojo, que esa
realidad existe y es muy respetable, pero en absoluto es representativo
de Budapest. Eso sí, al final terminaban el día tomando una cerveza
en el Szimpla, para bajar el caché (aunque con los precios que tiene
ya el Szimpla casi va en la línea).
Lo más
gracioso es cuando dicen que el sueldo medio está entre 600 y 700
euros. Pero olvidan decir que son brutos. El sueldo medio en Hungría
se situó en 2010 (año en que se grabó el programa) en unos 132.000 forint netos (alrededor de
430 euros). Pero aún así la mayoría de los sueldos siguen estando por debajo de esa cantidad. Otros
detalles: van a un restaurante a comer y les traen un
plato de pörkölt con galuska, aunque ellos aseguran que es gulyás
(una sopa), o pasean por la calle Váci y el chico la pronuncia como
vási (se dice vachi) después de llevar 3 años viviendo en
Budapest. Bueno, he visto casos peores entre los españoles, así que
tampoco es grave.
El segundo caso
es ni más ni menos que el de un futbolista español que juega en la
liga húngara. Me parece
perfecto que muestren esto en el programa, pero insisto en que es una
parte minúscula de la población. Quien editó los vídeos se coló
al escribir los balnearios de Széchenyi sin la "i" al
final. Hombre, no tiene porqué dominar el húngaro, pero trabajando
para TVE y con la repercusión del programa, ya podría haber
comprobado en google cómo se escribe el nombrecito, cosa que le hubiese llevado 5 segundos.
Después
aparece otro matrimonio que vive en una lujosa casa de Buda.
Mencionan Budapest como la unión de Buda y Pest, pero olvidan que
además de estas dos también se unió Óbuda, un enorme distrito al
norte de Buda, y de las tres surgió Budapest (además me da rabia porque tengo mucho cariño a Óbuda). En algún momento
mencionan que el socialismo duró en Hungría hasta 1991, pero en
realidad fue hasta 1989. Bueno, tampoco es algo grave, pero demuestra que el proceso de documentación es bastante lamentable, basta con leerse por encima wikipedia, por ejemplo.
Más
gente: una pintora española con marido inglés que trabaja para la banca y ya ha
estado viviendo en Tokio y Moscú antes, también por el trabajo de su marido, y
viven en un palacio del centro. Luego, al final, ya aparece
gente más modesta, como un informático y un músico, con el que van
al sziget y entrevistan a varios artistas españoles y
latinoamericanos que actúan en dicho festival.
Lo
dicho, como programa para ver Budapest a través del típico
recorrido turístico que ofrece cualquier guía, perfecto. Para ver a españoles que se fueron a vivir allí y
lo hacen a todo tren, perfecto. Pero si queremos ver la realidad húngara, la
vida cotidiana o la emigración española en general, mejor cambiar
de cadena. Porque como eso no vende en televisión, no se graba. "Periodismo" en estado
puro. Y luego nos sorprende que en España la gente sepa poco a nada de Hungría.
Teresa De la Vega, una española residente en Budapest, contaba sus experiencias con varios periodistas de la TV que vinieron en varias ocasiones a grabar reportajes a la capital húngara, en la revista húngara en castellano "Quincenal", de la siguiente manera:
"Tres veces me llamaron los de la televisión para que les contara cosas, como española que vive en Hungría. Las dos primeras veces acepté, la tercera ya no. Lo hubiera hecho si hubieran aceptado mis condiciones, que en el fondo no eran condiciones ni eran "na", simplemente no les gustó el recorrido budapestino que les proponía, ni mi disponibilidad de estar con ellos solamente medio día. Recuerdo que quería haberles llevado a hacer un recorrido en tranvía, un tranvía normal por ejemplo el nr. 2, que va por Pest, por la orilla del Danubio, o el nr. 19, que hace lo mismo por Buda. Trayectos con gente normal, posibles incomodidades cotidianas. O sea conociendo la vida de aquí, tal como es. También les propuse buscar una pastelería de poco pelo, de barrio, de las que ya casi no hay, pequeña, incómoda quizás, pero con ricos pasteles tradicionales y café con leche o sin leche, pero en vaso.
La cosa siempre quedaba en el aire, en un, mañana te llamamos, y luego no me llamaban y al final, si te he visto no me acuerdo, y no nos llegamos a ver y aquí no ha pasado nada y todos tan contentos y eso es verdad, porque en el fondo yo no tenía ganas de hacerlo. Sí tuve ganas de ver el programa y lo vi cuando lo pusieron y ya no me acuerdo mucho, pero fue una desilusión y me dio rabia. Mostraban un Budapest de alto lujo muy bonito, que no tenía mucho que ver con la vida real. Recuerdo un recorrido en limusina por la calle Andrássy, unas ceremonias religiosas en la basílica y vistas de la ciudad desde un estudio con grandes ventanales. Mucho más no tengo que decir. Sin duda existe eso, pero no es eso.
Sigo entonces con los otros dos programas. El primero de TELECINCO, en aquel final de verano de 2006 cuando la situación política del país hizo presagiar unas posibles revueltas internas de importancia, y un cambio de gobierno. Un amigo uruguayo que trabaja para la Agencia EFE de España, me llamó para preguntarme si estaría dispuesta a recibir a unos reporteros que querían conocer a algún español que viviera aquí. Me pareció interesante y le dije que sí. Llamé a mi marido que estaba en la universidad, dijo que muy bien y que vendría para participar.
Después no vino. Mi hijo dijo que a él no le gustaban esas cosas, que los periodistas tergiversan las palabras, que dices una cosa y ponen otra y recortan por aquí y por allá, y que no. Así, que, una vez más, me quedé sola. Me puse a limpiar y a ordenar un poco y les abrí la puerta a la hora convenida, ya era casi de noche, o quizás no, pero estaba oscuro. Recuerdo que lo que más les interesó fue un aparatito plateado de televisión que teníamos sobre el piano y que transmitía solamente en blanco y negro, se nos acababa de romper el otro. Les pareció precioso, algo del otro mundo, del mundo aquel soviético, ya pasado, digo yo. Tanto no me preguntaron sobre política, más bien sobre mi vida y mis razones para haberme venido aquí. Me pidieron que subiera y bajara por la escalera interior, porque hacía muy bonito. Que me fuera a la cocina y saliera hacia la mesa del comedor, con un plato en la mano. Que me asomara a una ventana, con un transistor junto al oído, como mostrando la preocupación que tenía a causa de lo que estaban retransmitiendo y a que mi hijo todavía no había vuelto a casa. Bueno, pues así todo, más o menos, y resultó que a mi gente de España les gustó mucho.
Unos años después, a través de la embajada, me contactaron los de TELEMADRID. Más de lo mismo, esta vez sin política. Vinieron a casa, saludaron a mi marido y a mi hijo, era un sábado y estaban en casa, filmaron esto y lo otro y el jardín y con un taxi partimos raudos a efectuar el recorrido que les había preparado. Primero a casa de mi suegra, un típico piso de la burguesía húngara, con sus muebles biedermaier, sus porcelanas de Herend, sus cuadros con marcos dorados, pintados por mi suegra, su hija y su padre. Su balcón al Danubio con una bonita vista y mi suegra muy conenta y elegante y juvenil con traje pantalón blanco y empeñada en contarles en español, inglés, alemán y francés, mezclados, la historia de Hungría, el desastre y la injusticia del Tratado de Trianon, en el que se perdieron los territorios más bonitos. No le hacían mucho caso. De allí, al mercado cercano de Kolossy Tér.
Filmaron esto y lo otro, comimos langos muy ricos, pero no querían mucho, porque decían que les había sentado mal la cena de la noche anterior. Volvimos a tomar un taxi, subimos al Castillo, paseamos por las callejuelas tan pintorescas, nos sentamos en la Pastelería Ruszwurm, tan bonita, aunque más acogedora en invierno con su estufa de azulejos y sus silloncitos tapizados de seda. Tomamos Coca-Cola, que no pegaba nada, pero no estaban por la labor de gastarse dinero. Así que les invité a las típicas "pogacsas" al salir, y nos las comimos por las calles. Fuimos al Bastión de los Pescadores y de allí al Palacio Real. Tenían un librito, "Budapest para Turistas" o algo así, muy bueno, donde ponía todo de todo, o sea que se lo sabían mejor que yo. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado. Se querían ir al hotel, estaban cansados. No quisieron que fuéramos a comer.
Pararon un taxi, me hicieron preguntar el precio de la carrera hasta mi calle y lo pagaron de antemano, no fuera a ser que si me daban el dinero a mi, me quedara con la mitad y me bajara tres calles más abajo y me fuera en tranvía. Pues nada más. Al fin y al cabo, no salió mál. Luego me mandaron el disquett. Y además me hice famosa. Tres personas me reconocieron por ello. Dos en la biblioteca del Cervantes, eran los tiempos en que yo no hacía ni coloquios ni nada, solo iba allí a sacar libros. Una de estas personas fue el entonces Agregado Militar de la Embajada de España, lo que tuvo para mi consecuencias positivas, que ahora no vienen a cuento. La otra persona me reconoció en Madrid. Un invierno que estuve allí por Navidad. Entre en una farmacia y el farmaceutico no hacía más que mirarme, hasta que me preguntó si yo no había salido en la TV. Y patatín patatán. Así son las cosas que pasan, por ser una, española, de esas que andan por el mundo".
"Tres veces me llamaron los de la televisión para que les contara cosas, como española que vive en Hungría. Las dos primeras veces acepté, la tercera ya no. Lo hubiera hecho si hubieran aceptado mis condiciones, que en el fondo no eran condiciones ni eran "na", simplemente no les gustó el recorrido budapestino que les proponía, ni mi disponibilidad de estar con ellos solamente medio día. Recuerdo que quería haberles llevado a hacer un recorrido en tranvía, un tranvía normal por ejemplo el nr. 2, que va por Pest, por la orilla del Danubio, o el nr. 19, que hace lo mismo por Buda. Trayectos con gente normal, posibles incomodidades cotidianas. O sea conociendo la vida de aquí, tal como es. También les propuse buscar una pastelería de poco pelo, de barrio, de las que ya casi no hay, pequeña, incómoda quizás, pero con ricos pasteles tradicionales y café con leche o sin leche, pero en vaso.
La cosa siempre quedaba en el aire, en un, mañana te llamamos, y luego no me llamaban y al final, si te he visto no me acuerdo, y no nos llegamos a ver y aquí no ha pasado nada y todos tan contentos y eso es verdad, porque en el fondo yo no tenía ganas de hacerlo. Sí tuve ganas de ver el programa y lo vi cuando lo pusieron y ya no me acuerdo mucho, pero fue una desilusión y me dio rabia. Mostraban un Budapest de alto lujo muy bonito, que no tenía mucho que ver con la vida real. Recuerdo un recorrido en limusina por la calle Andrássy, unas ceremonias religiosas en la basílica y vistas de la ciudad desde un estudio con grandes ventanales. Mucho más no tengo que decir. Sin duda existe eso, pero no es eso.
Sigo entonces con los otros dos programas. El primero de TELECINCO, en aquel final de verano de 2006 cuando la situación política del país hizo presagiar unas posibles revueltas internas de importancia, y un cambio de gobierno. Un amigo uruguayo que trabaja para la Agencia EFE de España, me llamó para preguntarme si estaría dispuesta a recibir a unos reporteros que querían conocer a algún español que viviera aquí. Me pareció interesante y le dije que sí. Llamé a mi marido que estaba en la universidad, dijo que muy bien y que vendría para participar.
Después no vino. Mi hijo dijo que a él no le gustaban esas cosas, que los periodistas tergiversan las palabras, que dices una cosa y ponen otra y recortan por aquí y por allá, y que no. Así, que, una vez más, me quedé sola. Me puse a limpiar y a ordenar un poco y les abrí la puerta a la hora convenida, ya era casi de noche, o quizás no, pero estaba oscuro. Recuerdo que lo que más les interesó fue un aparatito plateado de televisión que teníamos sobre el piano y que transmitía solamente en blanco y negro, se nos acababa de romper el otro. Les pareció precioso, algo del otro mundo, del mundo aquel soviético, ya pasado, digo yo. Tanto no me preguntaron sobre política, más bien sobre mi vida y mis razones para haberme venido aquí. Me pidieron que subiera y bajara por la escalera interior, porque hacía muy bonito. Que me fuera a la cocina y saliera hacia la mesa del comedor, con un plato en la mano. Que me asomara a una ventana, con un transistor junto al oído, como mostrando la preocupación que tenía a causa de lo que estaban retransmitiendo y a que mi hijo todavía no había vuelto a casa. Bueno, pues así todo, más o menos, y resultó que a mi gente de España les gustó mucho.
Unos años después, a través de la embajada, me contactaron los de TELEMADRID. Más de lo mismo, esta vez sin política. Vinieron a casa, saludaron a mi marido y a mi hijo, era un sábado y estaban en casa, filmaron esto y lo otro y el jardín y con un taxi partimos raudos a efectuar el recorrido que les había preparado. Primero a casa de mi suegra, un típico piso de la burguesía húngara, con sus muebles biedermaier, sus porcelanas de Herend, sus cuadros con marcos dorados, pintados por mi suegra, su hija y su padre. Su balcón al Danubio con una bonita vista y mi suegra muy conenta y elegante y juvenil con traje pantalón blanco y empeñada en contarles en español, inglés, alemán y francés, mezclados, la historia de Hungría, el desastre y la injusticia del Tratado de Trianon, en el que se perdieron los territorios más bonitos. No le hacían mucho caso. De allí, al mercado cercano de Kolossy Tér.
Filmaron esto y lo otro, comimos langos muy ricos, pero no querían mucho, porque decían que les había sentado mal la cena de la noche anterior. Volvimos a tomar un taxi, subimos al Castillo, paseamos por las callejuelas tan pintorescas, nos sentamos en la Pastelería Ruszwurm, tan bonita, aunque más acogedora en invierno con su estufa de azulejos y sus silloncitos tapizados de seda. Tomamos Coca-Cola, que no pegaba nada, pero no estaban por la labor de gastarse dinero. Así que les invité a las típicas "pogacsas" al salir, y nos las comimos por las calles. Fuimos al Bastión de los Pescadores y de allí al Palacio Real. Tenían un librito, "Budapest para Turistas" o algo así, muy bueno, donde ponía todo de todo, o sea que se lo sabían mejor que yo. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado. Se querían ir al hotel, estaban cansados. No quisieron que fuéramos a comer.
Pararon un taxi, me hicieron preguntar el precio de la carrera hasta mi calle y lo pagaron de antemano, no fuera a ser que si me daban el dinero a mi, me quedara con la mitad y me bajara tres calles más abajo y me fuera en tranvía. Pues nada más. Al fin y al cabo, no salió mál. Luego me mandaron el disquett. Y además me hice famosa. Tres personas me reconocieron por ello. Dos en la biblioteca del Cervantes, eran los tiempos en que yo no hacía ni coloquios ni nada, solo iba allí a sacar libros. Una de estas personas fue el entonces Agregado Militar de la Embajada de España, lo que tuvo para mi consecuencias positivas, que ahora no vienen a cuento. La otra persona me reconoció en Madrid. Un invierno que estuve allí por Navidad. Entre en una farmacia y el farmaceutico no hacía más que mirarme, hasta que me preguntó si yo no había salido en la TV. Y patatín patatán. Así son las cosas que pasan, por ser una, española, de esas que andan por el mundo".
Es cierto, muchas veces los medios de comunicación alteran la realidad como ellos quieren y dan una visión diferente a la realidad. Yo cuando voy a visitar un país contrasto información. Lo que normalmente nunca falla es contactar con personas que han estado en estos lugares y ellos te cuenten su experiencia. Nada como la información cara a cara, con amigos que te cuenten su experiencia.
ResponderEliminarHola estoy interesado en ir a Budapest en octubre y me gustaría conocer busdapest pero estoy más interesado en la cultura vinícola de Hungría. Visitaremos alguna bodega aún no sabemos si ir a tokaj, Badacsony, Szekszárd o Eger) y me gustaría saber si sería mejor alquilar un coche o el tren. Y conocer algún bar típico de Bucarest (que no sea turístico) para degustar el mayor número de vinos posibles. Muchas gracias y saludos
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