lunes, 21 de marzo de 2016

Eger

Con apenas 54.000 habitantes, Eger es una pequeña ciudad situada al noreste de Hungría, probablemente de las más bellas que pueden verse en el país. Está a unos 140 kilómetros al este de Budapest, comunicada por la autopista M3 y numerosos autobuses que la enlazan con la capital, (estación de los estadios). Además de ser una ciudad con gran atractivo, los alrededores son igualmente sugerentes, por lo que merece la pena venir al menos un fin de semana o varios días. Muchos turistas se acercan a pasar un día desde Budapest, aunque para mi gusto es tiempo insuficiente (pero mejor que nada, claro).

Eger ya existía como asentamiento desde mucho antes de que llegasen los húngaros, pero fue bajo el reinado de San Esteban cuando se fundó una sede episcopal, ganando el lugar gran importancia. Además fue un importante bastión defensivo frente al imperio otomano, gracias a su famoso castillo. Una de las batallas más célebres sucedió en 1552, cuando un grupo de apenas 2.000 soldados húngaros logró defender la ciudad ante un ataque de 80.000 soldados turcos que sitiaron la ciudad. Aquí comenzó probablemente la leyenda de los famosos vinos de Eger, una de las zonas vinícolas húngaras más importantes. Cuentan que los soldados húngaros tomaban vino para vencer el miedo antes de ir a la batalla, y llegaban al frente con la cara manchada de vino y una violencia descomunal, lo que asustó a muchos soldados turcos, que pensaron que los soldados húngaros bebían sangre de toro y esta les confería un valor y fuerza excepcionales. Debido a esto se supone que es por lo que el vino de Eger se denomina como Bikavér (sangre de toro, en castellano).

No obstante, en 1596 la ciudad terminaría cayendo bajo dominio otomano, estando ocupada durante casi un siglo, en el que las iglesias se transformaron en mezquitas y se erigieron minaretes y baños termales. Los Habsburgo recuperaron la ciudad en 1687, expulsando a los turcos de la región.


Castillo de Eger.

Calle de la parte antigua de la ciudad.

Zona antigua y castillo.


Basílica de Eger al fondo.


La ciudad cuenta con el mencionado castillo, que puede visitarse (creo que el ticket ronda los 7 €, yo personalmente no entré), las vistas son bastante buenas, pero yo me alojaba en una pensión desde la cual podía divisarse toda la ciudad, por lo que decidí no entrar al castillo. Recomiendo subir al minarete, una experiencia un poco claustrofóbica y vertiginosa, aviso a navegantes, pero que merece la pena. Hay que subir por una escalera de caracol muy estrecha y oscura en la que apenas hay espacio, y se llega arriba un poco mareado. Las vistas desde allí son impresionantes, aunque se trata de un mirador circular muy estrecho en torno al minarete en el que hay que andar de lado y apenas pude hacer fotografías porque estaba algo mareado de la subida y temía que se me cayese la cámara. No obstante merece mucho la pena subir, pero si uno sube sin saber qué se va a encontrar la verdad es que impresiona un poco.

La parte antigua, situada entre el castillo y el arroyo Eger (Eger patak), con sus calles en cuesta empedradas, pequeñas casitas típicas y agradables terrazas, cafés y restaurantes es quizás la zona con más encanto de Eger, que termina en la plaza Dobó (en homenaje al héroe de la ciudad). En la propia plaza está la iglesia minorita. Si seguimos andando y cruzamos la plaza llegamos al centro de la ciudad, más moderno pero igualmente encantador, hasta la basílica de Eger, uno de los edificios más destacados de la ciudad, situada en un parque donde uno puede sentarse a descansar un rato.


Vistas desde el minarete.


El minarete, entre ambos edificios, al fondo.

Iglesia minorita.


Debo mencionar una vez más que las pastelerías húngaras son una de mis devociones. En Eger, Marján curkrászda es el sitio ideal para acompañar un café con una porción de las deliciosas Dobós torta (de bizcocho, chocolate y caramelo) o Eszterházy torta (de nueces y merengue), aunque un krémes (milhojas de crema) es siempre una buena opción. En los numerosos restaurantes y terrazas del centro podemos degustar la famosa sopa gulyás o la carne estofada pörkölt, entre otras delicias de la gastronomía húngara.




Basílica de Eger.

Ciudadela del castillo. fotografía: wikipedia.

Otoño en la ciudad, una época muy buena para visitarla.


Una de las zonas más famosas de la ciudad, además del centro y la parte antigua ya mencionadas, es el Valle de las mujeres hermosas (Szépasszonyvölgy). No es que aquí las mujeres sean más hermosas que en otros lugares, probablemente el origen del nombre esté más bien relacionado con la tradición bodeguera y vinícola del lugar. Es un pequeño valle más o menos circular, situado en las afueras y rodeado de pequeñas montañas en cuyo interior hay excavadas varias docenas de bodegas, que pueden y deben visitarse para probar sus famosos vinos y el mencionado Bikavér. Para acompañar nada mejor que el zsíroskenyér (rodajas de pan untadas de grasa y con pimentón espolvoreado, a veces también se le echa cebolla cruda). Desde luego no es muy sano, pero son recomendables para acompañar el vino, porque las bodegas están todas seguidas, y aunque no se pueden visitar todas, cuando uno lleva ya unas cuantas, mejor si se ha metido algo más que vino al estómago. Algunas pueden estar cerradas al público, generalmente por tener alguna vista o cena privada, pero muchas pueden visitarse. Mi favorita es la bodega Hagymasi, pero hay muchas más. Para la vuelta a Eger (está a algunos kilómetros del centro) es más que recomendable el taxi, para la ida también se puede escoger esta opción o caminar desde el centro, es un paseo agradable. O si se va en coche, el que conduce deberá abstenerse de beber. Recordemos que la tasa de alcolemia máxima permitida en Hungría es 0. Tengo pensado en el futuro escribir una entrada con más detalles sobre este sorprendente lugar.



Bodega en el Valle de las mujeres hermosas.


Un poco más alejado está la villa de Egerszalók, que cuenta con uno de los balnearios más importantes del país. Resulta que, en este lugar, haciendo prospecciones petrolíferas durante el siglo XX, encontraron bolsas de aguas termales (nada sorprendente en Hungría), pero estas eran extremadamente salinas: el agua comenzó a brotar del monte ladera abajo, y con el paso de décadas ha ido formando terrazas de sal en las faldas del monte. Junto a este curioso paisaje (apenas hay en el mundo un puñado de lugares como este), se ha edificó el mencionado balneario y un moderno hotel, el Saliris Resort Spa. Evidentemente no hace falta estar alojado allí para visitar el balneario, pero forma parte del hotel. Las mejores piscinas son, sin duda, las de fuera, desde las que se pueden ver las terrazas de sal, que además al anochecer se iluminan con luces que van cambiando de color. Una experiencia fascinante. En la web del hotel se pude consultar el horario y precios del balneario (en húngaro e inglés).


Balneario de Egerszalók.


Dentro de la ciudad de Eger hay otro balneario, más pequeño y sin laderas de sal, pero que también merece la pena visitar si hay tiempo (Egri termal és strandfüdo). Claro que si hay que elegir uno, yo me quedo con el de Egerszalók.

Muy cerca de Eger se encuentran los dos parques naturales principales de Hungría, Mátra y Bükk, que son dos de las escasas zonas montañosas que hay en un país eminentemente llano como Hungría. Prácticamente junto a Eger está Bükk, un paraje natural montañoso atravesado por una pequeña carretera comarcal que comunica Eger con Miskolc. Esta carretera, en otoño, con una paisaje colorido es impresionante, es fascinante. En Bükk hay pueblos enclavados en valles preciosos, el lago Hamor o el ferrocarril de Lillafüred, que merecen una entrada aparte, por lo que los menciono brevemente aquí. Mátra ya está un poco más lejos.


Carretera entre Eger y Miskolc, atravesando el parque nacional de Bükk.

Lago Hamor, en Bükk.

Mátra.


Como decía, merece la pena venir por lo menos un fin de semana o mejor aún, un puente. Si queremos ver Eger y sus fantásticos alrededores, al menos 4 ó 5 días son necesarios para disfrutarlos lentamente. Para los amantes de la naturaleza, Mátra y Bükk cuentan con numerosas sendas, lagos y montes, y es una escapada habitual en los fines de semana para los ciudadanos de Budapest. Para los amantes del vino y la enología, el Valle de las mujeres hermosas es una visita obligatoria, para los amantes del agua caliente, los chorros y las burbujas, Egerszalók cumplirá sus expectativas. Y por supuesto, Eger es una de las ciudades húngaras más bellas y que bien merece la pena visitar.

viernes, 18 de marzo de 2016

El zoo de Budapest

El zoo de Budapest es uno de los zoológicos más antiguos del mundo. Abrió sus puertas en 1866 y es uno de los destinos más populares entre los habitantes de la capital. Tiene más de un millón de visitantes anuales y es el hogar de más de mil especies. Junto a él se encuentra un pequeño parque de atracciones, y en las inmediaciones están el balneario Széchenyi y el parque de Városliget. Se puede llegar mediante la línea 1 de metro (que fue la segunda línea de metro construida en Europa, y tiene un encanto especial), en la estación de Széchenyi fürdő. Otra opción es pasear por la avenida Andrássy, una de las calles más hermosas de Budapest.

El interés del zoo, además de, por supuesto, ver a leones, elefantes, jirafas, gorilas y demás animales, está en su peculiar arquitectura. Kornél Neuschloss y Károly Kós se encargaron del diseño de algunos de los edificios, con estilo Art Nouveau y aire transilvano, muy característicos del segundo arquitecto mencionado. Durante la segunda guerra mundial fue bombardeado y destruido prácticamente en su totalidad, muriendo la mayoría de los animales. Tras la guerra volvió a abrirse. En los años 90 fue remodelado. La página web (en inglés) se puede visitar haciendo click aquí.

El horario del zoo comienza con su apertura a las 9 de la mañana, el cierre varía dependiendo de la época del año, desde las 4 de la tarde en invierno hasta las 7 de la tarde en verano. Abre todos los días del año. El precio de la entrada para un adulto es de 2500 forint (unos 8 €). Hay descuentos para estudiantes, niños y familias. Os dejo algunas imágenes del parque:






El edificio de los elefantes, inspirado en Asia, es uno de los más bellos de zoo.




miércoles, 16 de marzo de 2016

El mercado de Fehérvári út

El mercado de la calle Fehérvár (Fehérvári úti vásárcsarnok) se encuentra en Buda, junto al centro comercial Allee y la estación de metro, tranvía y autobús de Újbuda-központ (metro 4 y tranvías 4-6). Pese a tener menor tamaño en comparación con el Mercado Central de Budapest, la gastronomía húngara y la vida cotidiana de los vecinos del barrio están perfectamente representadas en él, con la gran ventaja de estar fuera de las rutas turísticas habituales de Budapest y un ambiente más tranquilo.

No faltan los puestos de embutidos, con sus salamis, chorizos, morcillas y mortadelas colgando y dándole ese olor tan particular al mercado, las coloridas fruterías y puestos de vegetales, las todavía más coloridas floristerías y las dulces y azucaradas pastelerías. Ni falta su típico kocsma con sus clientes levantando cervezas de medio litro y pálinkas desde bien pronto por la mañana, ni las ancianas con su bolsa de la compra y su dulce lenguaje, ni el supermercado de barrio dentro del mercado.

Como decía, si ya habéis visto el mercado central (que evidentemente hay que visitar), y queréis algo más auténtico, no debe faltar vuestra visita al mercado de Fehérvári út. Os dejo algunas imágenes de mi última visita a Hungría, en dicho mercado llené mis maletas de productos como salami, té (en Hungría hay una gran variedad de sabores y aromas de té en comparación con España) o pimentón.


Puesto de encurtidos.

Carnicería.

Los famosos embutidos húngaros.


Frutería.


Pastelería.

Floristería.

Supermercado, con el famoso piroska, una especie de sirope concentrado de diversos sabores al que se puede añadir agua o soda y así preparar tu propio refresco. Muy popular en el verano húngaro.

lunes, 14 de marzo de 2016

De vuelta a Hungría (II)

Para leer la primera parte, haz click aquí.

El otro día escribía sobre la actualidad húngara que me encontré en mi retorno al país. Se quedaron algunos asuntos en el tintero, que espero rematar hoy.

Otro de los acontecimientos que sucedieron en Hungría fueron las huelgas y manifestaciones de profesores. Protestaban por el gran control y protagonismo que el gobierno está adoptando en la educación húngara. Los profesores cada vez controlan menos asuntos de su competencia. Por ejemplo, los libros ahora son impuestos por el gobierno, y el contenido de los mismos es incluso aún más polémico, algunos han llegado a acusar al gobierno de deformar en ellos la historia del país. Además se quejan por las condiciones, largas jornadas de trabajo, etcétera. Del salario esta vez no hay protestas, aunque está bastante por debajo de lo que cabe esperar, hace poco los profesores lograron una subida en el sueldo, más que merecida, por supuesto. Basta recordar que apenas llegaban a los 300 € mensuales antes del aumento.

De hecho, hubo huelga de estudiantes y profesores el lunes 29 de Febrero, con amplio seguimiento. Eso sí, mientras comía en el Hummus Bar frente al ELTE en Budapest (la Universidad Eötvös Loránd), vi una "gran" protesta estudiantil: una docena de alumnos con camisas de cuadros (por unas polémicas declaraciones se ha puesto de moda como forma reivindicativa usar camisas de cuadros), se hicieron algunas fotos frente a la universidad, y después pa' casa, quizás rápido para subirlas al Facebook, en estos tiempos tecnológicos. En fin. Previamente hubo manifestaciones de verdad en Budapest y Miskolc, donde comenzaron las protestas, a las cuales se unieron también trabajadores de la sanidad, para seguir reivindicando mejoras en las condiciones de trabajo y en sus salarios. La sanidad húngara está en la UVI desde hace tiempo, de esto puedo dar fe como estudiante de medicina que fui en Hungría. Mi experiencia como usuario no me permite compararme con los húngaros, porque nosotros teníamos un seguro médico obligatorio por la universidad (ya que el gobierno de Rajoy en España quitó la tarjeta sanitaria europea a los mayores de 25 años que no trabajan en España, cosa obvia si estás estudiando en el extranjero), vamos, que al tener seguro a mi me trataron excelentemente y prácticamente no tenía que esperar en el médico (iba a la sanidad pública pese a todo, como he dicho era un seguro para estudiantes relativamente barato).


Vista del várkert (jardines del castillo) desde el Palacio de Buda.

Bajada del castillo de Buda, con el parlamento a la derecha, al otro lado del Danubio.

Puente de la libertad, desde la colina Gellért.


Las dificultades que atraviesa Hungría mucho tienen que ver con la transición del socialismo al capitalismo, de la cual ya escribí hace tiempo, dejo aquí el enlace a dicha entrada. En realidad no profundicé mucho en el asunto, ya que confío en añadirle una segunda parte. Como resumen, decir que el capitalismo que se "disfruta" aquí es muy diferente al de Europa occidental, donde hay salarios más elevados, mejores condiciones laborales y mejores servicios públicos. Aquí, como lo definió un amigo mío húngaro "ez Magyarország: sok munka, kevés pénz" (esto es Hungría: mucho trabajo, poco dinero). De hecho, la vida es tan dura (relativamente, comparo con Europa occidental, claro), que mucha de la gente que ha vivido durante el socialismo opina que este, pese a estar plagado de dificultades, era mejor que el capitalismo que viven ahora. Probablemente tengan mejor opinión del capitalismo de Europa occidental, que sí permite una vida digna para la mayoría de la gente. Pero aquí, no.

Y esto me lo dijo gente que tuvo una vida difícil, de los que tras la segunda guerra mundial tuvieron que abandonar su casa en Eslovaquia (muchos húngaros que vivían en Eslovaquia, fueron obligados a irse a Hungría tras la 2º guerra mundial, siendo intercambiados por eslovacos que vivían en Hungría, como quien cambia cromos en el patio del colegio). El decreto fue obra del presidente eslovaco Edvard Benes, que seguramente esté ahora mismo ardiendo en el infierno de existir este. Pero sobre este tema estoy preparando otra entrada que me parece interesante, sobre la vida en la Hungría de la posguerra y la Hungría comunista.

También ha habido una intensa polémica con la privatización de tierras agrícolas. El Estado contaba con un gran número de parcelas de cultivo que alquilaba a los agricultores. Desde hace meses estas tierras se han privatizado, vendiéndose a particulares. La mayoría de los agricultores no disponen de suficiente dinero para comprarlas, así que han sido oligarcas, entre ellos algunos afines al Fidesz de Orbán, quienes han adquirido las tierras para alquilárselas ellos mismos a los agricultores. Para ellos apenas hay diferencias, siguen pagando lo mismo, pero la diferencia es que el dinero, en lugar de ir a las arcas públicas, va directamente a bolsillos privados.

Y para terminar, no puedo evitar escribir unas líneas sobre el metro 3. Qué decir. Si en los últimos años la construcción de la línea 4 fue la obra eterna de Budapest, puede decirse que la renovación de la línea 3 ha tomado el testigo: sigue cayéndose a trozos y la renovación va muy lenta, se habla ahora de 2019 como término de dicha obra. Veremos si para esa fecha aún queda algún tren en circulación. La prensa, con humor, habla ya de "ruleta rusa" el subirse a los trenes de esta línea de metro, pues es rara la semana que no hay alguna avería, normalmente eléctrica, a juzgar por las grandes humaredas que forman y que obligan a detener el tren y a sustituirla por autobuses en superficie. Esta línea tiene más de 40 años de antigüedad, en los que apenas ha recibido inversión para su mejora.

Ahora bien, el metro de Budapest ofrece la posibilidad de realizar un viaje en el tiempo de casi 120 años por menos de 1 euro. Con el precio de un ticket se puede viajar en la línea 1, inaugurada en 1896 (que convirtió a Budapest en la segunda ciudad con metro de Europa, y que parece una línea de juguete, dándole un encanto especial), hacer transbordo con la línea 3, de la época socialista, y luego otro transbordo con la línea 4, inaugurada hace apenas un par de años y con decoración futurista. No deja de ser una curiosidad, pero es un viaje en metro más que peculiar.


En Hungría, en muchos restaurantes se puede pedir la sopa dentro de una pequeña hogaza de pan previamente vaciado. Es una delicia. Esta es con una sopa goulash (gulyásleves), a base de cebolla, pimentón, zanahoria y ternera.

Y para finalizar, un desayuno típico húngaro (sobre todo en los pueblos): szalonna (panceta curada), chorizo, pimiento crudo, rebanadas de pan y un krémes. ¡No está mal para empezar el día!

miércoles, 9 de marzo de 2016

8 de Marzo, día de la mujer

Ayer 8 de Marzo se celebró el día internacional de la mujer, lo que antes se denominaba el día de la mujer trabajadora, hoy en día esa denominación ha caído en desuso, vaya usted a saber porqué, quizás por las connotaciones reivindicativas que conllevaban rememorar a aquellas 146 mujeres trabajadoras que murieron cuando se encerraron en una fábrica textil de Nueva York para reivindicar sus derechos y se desató un incendio en la mencionada fábrica, que estaba cerrada a cal y canto por el dueño para evitar los robos. No pudieron huir y fallecieron en el suceso. En casi ningún medio se hablaba ayer del origen de este 8 de Marzo.

Precisamente, por este día de la mujer, he recordado el amor por las flores que hay en Hungría. Recuerdo que cuando estudiaba en Szeged, los días que salías por la mañana de casa y veías a casi todos los chicos por la calle con flores en la mano, más te valía correr a una floristería. Aunque no supieses exactamente qué se celebraba. El 8 de Marzo era uno de estos días, en los que había incluso voluntarios regalando flores en el centro de las principales ciudades húngaras. Y también recuerdo cómo los chicos de mi clase y yo les pedíamos unas cuantas, para regalar a las chicas y profesoras de nuestra facultad. Otra costumbre muy arraigada en Hungría es regalar flores a los profesores en el último curso de la carrera o del bachillerato, visitándoles en sus despachos o incluso en sus casas, en una tradición llamada ballagás, en agradecimiento por sus conocimientos y esfuerzos docentes. Como decía, aquí cualquier razón es buena para regalar flores.

Y es que en Hungría, cualquier ciudad (y no digamos ya Budapest) o pueblo grande está lleno de floristerías. Hungría es el país de las flores. No hace falta que sea el día de todos los santos para que los cementerios se llenen de flores, como en España. En Hungría casi cualquier día del año los cementerios están igual de floridos. La amplia tradición de celebrar el día del santo (en húngaro névnapot, traducido como "día del nombre") es otro buen motivo para regalar flores. No hablemos ya de San Valentín o los cumpleaños.

Pero quizás lo más sorprendente es que la mayoría de los años, el 8 de Marzo, la policía húngara para a las mujeres que van conduciendo o en bici y cometen una infracción menor, y en vez de multarles les regalan flores. Sí, habéis leído bien. En vez de multar, dan flores. Cosas que en España son difíciles de imaginar. Este año no ha sido una excepción. La policía paró a varias mujeres en el bicicarril de la calle Oskola de Szeged (un lugar muy habitual donde se ponen por las noches a multar a todo quisqui que va en bici sin luces) por no llevar los obligatorios reflectantes en la bicicleta. En lugar de multarlas, les regalaban un reflectante para la bici y además un tulipán, perdonando la multa. Os dejo las fotografías que publicaba el diario húngaro Delmagyar:






lunes, 7 de marzo de 2016

De vuelta a Hungría (I)

En el mes de Febrero viajé de nuevo a Hungría. Fueron dos semanas maravillosas, en las que me he reencontrado, además de con amistades y seres queridos, con ese maravilloso país que fue mi casa durante 6 años. Con la vibrante Budapest, la tranquila Szeged y, por supuesto, la Hungría rural, tierra de gente extraordinaria, y lugar del buen beber y mejor comer.

Durante los últimos meses no he podido estar muy activo con el blog, y hay bastantes temas de los que escribir. Como comenté en entradas previas, desde el verano pasado ya no vivo en Hungría, por lo que el haber pasado casi medio año fuera y haber vuelto allí me ha permitido tomarle de nuevo el pulso al país magiar. Así que me he decidido a escribir un par de entradas sobre mis impresiones en esta vuelta a Hungría. He aquí la primera.

Mucha lluvia y poco frío para estas fechas me recibieron en el aeropuerto Liszt Ferenc, que siempre será Ferihegy por mucho que le cambien el nombre, más aún cuando se divisa desde la autopista la vieja y abandonada terminal 1, desde que Malév recogiese las alas para siempre. Pocos cambios desde que el Julio pasado hiciese las maletas. Se ha terminado la renovación de Nyugati tér, nuevos tranvías CAF recorren los raíles de la capital junto a los viejos Ganz naranjas, pero pese a la lenta renovación de Budapest, la ciudad mantiene esa atmósfera que encandila, enamora y se añora en la distancia. Esos edificios palaciegos decimonónicos de la época del imperio austrohúngaro, con las paredes manchadas de la contaminación de décadas, desconchadas por el paso del tiempo, con sus enormes ventanales de madera, techos altos, que pueblan las enormes avenidas, confluyendo en enormes plazas llenas de viejos tranvías, autobuses azules, taxis amarillos y marañas de cables, pequeñas tiendas, cafés y pastelerías take away, el eterno Danubio bajo los puentes de Budapest, cada uno con su personalidad, el edificio del parlamento, diseñado para gobernar un país tres veces más grande y con el doble de una población que comprendía magiares, eslavos, latinos o germanos entre otros. Algo de todo eso debe ser lo que fluye por la atmósfera de la ciudad, que entra a los pulmones, pasa a la sangre y te vuelve adicto como la buena droga, una adicción que hace echar de menos esta ciudad en la distancia.


La renovada plaza de Nyugati, con al estación de tren al fondo.

Estatua de József Attila junto al Danubio.

El parlamento de Budapest.


También volví a la pequeña, tranquila y meridional Szeged, donde el tiempo, sin duda, fluye a una velocidad distinta a la de la capital. Con sus escasos pero buenos restaurantes, la reinaugurada pastelería Kis virág (ya era hora de tener una buena alternativa a A Capella, cuyos pasteles cada vez son peores, pero que gozaba del monopolio en el centro), las calles sin apenas tráfico ni gente y bares en los que es difícil no encontrar mesa.

Como decía, en las últimas entradas, por falta de tiempo, no he podido hacer grandes reflexiones sobre lo que pasa o está pasando en Hungría. Pero ya va siendo hora de "hacer cuentas". Sin duda, aunque no es el mayor problema que tiene ahora el país, de lo que más se habla es de la ola migratoria. De esto escribí por última vez en Octubre, cuando Hungría acaparaba las entradas de telediarios y portadas de los diarios de medio mundo. Después de que se finalizase la construcción de la valla y se comenzase a patrullar la frontera con policía y soldados, la ruta migratoria se desvió por Croacia y Eslovenia, para llegar así a Austria y de allí a Alemania y Escandinavia. Desde entonces las entradas de inmigrantes ilegales a Hungría son muy escasas, pero existen. Yo mismo los he visto estos días, por los alrededores de Szeged, en grupos de una media docena de varones jóvenes caminando por las noches junto a las carreteras, rumbo a la Europa rica, rumbo a la vida soñada.

Hasta 100 nacionalidades ha registrado Hungría entre estos inmigrantes, la mayoría de ellos con motivos económicos, aunque un tercio son sirios, que pueden considerarse refugiados, si bien se niegan a solicitar el asilo en todos los países que recorren (su destino es sobre todo Alemania o Escandinavia, en un nuevo fenómeno que podría llamarse "refugiados a la carta"). Una imagen que ya se ha vuelto cotidiana, como lo fue en su día la de las pateras llenas de inmigrantes llegando a la costa española, con el objetivo de cruzar España rumbo a Francia y la Europa rica. Luego, cuando las "vacas gordas", se quedarían directamente en España. Y ahora, la nueva ruta es por los Balcanes, aprovechando la oleada de sirios e iraquíes que huyen, primero, de la guerra en sus países, y luego, de los campamentos de refugiados turcos y jordanos, para establecerse en Europa occidental, creyendo en Angela Merkel y sus falsas esperanzas.

Al gobierno húngaro le llovieron palos por todos lados, lo cierto es que lo único que hizo fue, ante la falta de una respuesta coordinada a nivel europeo, rodearse de vallas y concertinas para que la ola migratoria se desviase al país de al lado (Croacia), una respuesta que quizás pueda considerarse cobarde, pero que probablemente era la única respuesta posible de adoptar en solitario por un pequeño país como Hungría, para evitar que se repitiesen imágenes de autopistas colapsadas por inmigrantes gritando el nombre de Merkel, o enormes campamentos en la estación de tren de Keleti, a la espera de que Austria reanudase el servicio de ferrocarriles desde Budapest, como escribí el Septiembre pasado, cuando los acontecimientos desbordaban a Hungría. Lo cierto es que el tiempo cada vez da más la razón a Viktor Orbán en esta materia. Si Austria le criticaba por enviar inmigrantes a su frontera o poner vallas en Serbia, ahora es Austria quien ha establecido numerus clausus de inmigrantes al día, y Austria ha sido también el primer país Schengen en poner vallas con otro miembro Schengen (con Eslovenia). Si Orbán dijo a los inmigrantes "por favor, no vengáis, el viaje es peligroso y nadie os garantiza que os podáis quedar", ahora, meses después, es Donald Tusk en calidad de presidente rotatorio de la UE quien copia sus palabras. Os dejo los vídeos en los links, igualitos, la única diferencia son las decenas de muertos en el Egeo que han ocurrido en el intervalo de tiempo. El resto de países de la ruta, como Croacia, Serbia y Macedonia ya han cerrado sus frontera y establecidos los numerus clausus. Mi sospecha es que Alemania ha ordenado frenar esta ola tras ver la que ha liado.

Eso sí, el gobierno de Fidesz y Orbán ha sabido aprovechar también en su beneficio esta crisis migratoria. Justo cuando su popularidad comenzaba a descender, cuando se hablaba de nuevo de las dificultades laborales de médicos o profesores, los escándalos de corrupción eran vox populi y el paso de los años no mejoraba el bolsillo del húngaro medio (ojo, no hablo de las usualmente manipuladas cifras macroeconómicas, sino de la microeconomía del ciudadano), explotó este problema, que no es culpa del gobierno y que les viene muy bien para que no se hable de otra cosa. En estos días que estuve, por ejemplo, la M1 (TV pública) no hablaba casi de otra cosa que de los inmigrantes atascados en Grecia y Macedonia, o de los cortes en la valla húngara por los que se cuelan a cuentagotas algunos de ellos.

Ya no están los vergonzosos carteles que puso Fidesz con frases como "si vienes a Hungría, no puedes quitar el trabajo a los húngaros", además escrita en húngaro (como si los inmigrantes lo fuesen a entender, y de hecho no tenían la menor intención de quedarse a trabajar en Hungría), vamos, que el objetivo electoralista y populista hacía más daño a la vista que la aparente xenofobia. Carteles con los que empezó con mal pie esta crisis y de la cual, ojo, ha salido muy favorecido, tanto a nivel nacional, donde la popularidad de Fidesz está a niveles máximos (tendrían mayoría absoluta de nuevo en unas hipotéticas elecciones), y ha logrado frenar el ascenso de la extrema derecha del Jobbik. A nivel europeo, el propio Orbán se ha mostrado como un hombre de fuerte liderazgo y de ser capaz de replicar a una Angela Merkel cada vez más desacreditada: niños ahogados en el Egeo, violaciones y robos a chicas alemanas, quema de centros de refugiados o el auge de la extrema derecha alemana que recuerda tiempos funestos son las consecuencias de las decisiones de una señora que debería dedicarse a otras cosas, no a la política. Claro que probablemente ella tan solo obedecía a su jefe Ulrich Grillo.

Sobre el tema de esta ola migratoria, interpretada inicialmente como una ola de refugiados, cuando en realidad es un movimiento migratorio global hacia Europa, hay una entrevista muy interesante al líder del LMP, el partido verde de centro-izquierda húngaro, opositor al gobierno de Orbán. Gracias al autor del blog Crónicas Húngaras, se puede leer una traducción al castellano de la entrevista, que me parece fundamental para comprender este fenómeno, del que se ha malinformado hasta la saciedad en España. Os dejo los links de las dos partes de la entrevista. Aquí la primera y aquí la segunda.


Avenida Andrássy

Castillo de Buda, desde el lado opuesto al Danubio.

Calle de Buda, en una lluviosa mañana.


Junto al resto de los países del grupo Visegrád, el llamado "bloque del este de la UE" parece haberse hartado de obedecer a Alemania en todo. Sometidos económicamente, se niegan a seguir siéndolo políticamente, con el tema de las cuotas de refugiados. Aunque la miopía de la prensa habla de xenofobia o racismo, lo que yo veo es un oportunismo electoral para tapar las deficiencias y las carencias que los 25 años de capitalismo en estas tierras han creado: pobreza, paro y miseria. Además de, claro está, una élite que vive a tope y una escasa clase media que puede tener una vida comprable a los estándares occidentales. El descontento se desvía a asuntos que los políticos pueden manejar con más habilidad. Eso sí, el tema de las cuotas no deja de ser un chantaje alemán para que se acepten sus dictados, bajo amenaza de retirar los fondos de cohesión en los países "pobres". De esto ya hablaré más adelante, porque estos fondos tienen poco de "donaciones".

Porque la economía húngara sigue por los suelos. Hace unos días salieron las estadísticas anuales de Eurostat, y de nuevo Hungría, junto a Rumanía, Bulgaria y Polonia ocupa los últimos puestos de las regiones de la UE en cuanto a PIB per cápita. La tabla puede consultarse aquí (en inglés). Ninguna novedad, en Bulgaria está la zona más pobre de la UE, Severozapaden, que apenas llega al 30% del PIB per cápita medio de la UE. Luego vienen más regiones búlgaras, y después rumanas y húngaras. La región Norte de Hungría es la 9º más pobre de la UE, con el 42% de la media del PIB per cápita de la UE, seguida de Alföld Norte, en el 10º puesto, con el 43%. El Sur de Transdanubia, con el 45% está en el puesto 12º.

Me gustaría aclarar que, de todas formas, soy consciente de que el PIB per cápita no deja de ser la riqueza generada en un país dividida entre su población, es decir, se refiere a la riqueza que  se genera en el país, no la que se queda dentro de sus fronteras y mucho menos la que llega al bolsillo de sus ciudadanos. Pero aun así, suele coincidir más o menos con el nivel de vida de cada país.

Otro de los temas de los que más se habla es del programa de empleo público del gobierno. Hace ya tiempo que, para luchar contra el creciente paro y la pobreza que asola especialmente las regiones húngaras mencionadas, el gobierno ideó un plan de empleo público para parados denominado "közmunka". En las regiones del noreste y suroeste el paro llega a alcanzar el 20-25 % en algunas zonas, sobre todo aquellas que en la época socialista fueron las más industrializadas y que más sufrieron con el cierre de las fábricas aplicado en la terapia de choque postcomunista. Mediante el nuevo plan, toda persona cobrando el paro puede ser llamada para realizar tareas como la limpieza de calles o parques, u obras públicas como carreteras, caminos, etcétera. De negarse, dejan de cobrar el paro, si aceptan, se les paga un poco más que lo que cobrarían por el paro. Aunque las cifras varían dependiendo de la zona y el tipo de trabajo, puede decirse que grosso modo el paro ronda los 30.000 forint (100 €), el közmunka los 50.000-60.000 (170-200 €) y un empleo normal en torno a los 90.000-100.000 forint (300-330 €).

En poco tiempo, el empleo público se ha convertido en el motor económico de estas zonas, donde prácticamente pueblos enteros trabajan en el közmunka. Aunque se gana poco dinero, da lo justo para vivir, y para comprar algo de alcohol y tabaco. Sin más esperanzas que seguir así, sin otro futuro. Lo más grave es que una gran parte de estas personas no tienen el mínimo interés en conseguir un trabajo, ya que en el közmunka apenas se les vigila y pueden escaquearse gran parte del día. En un trabajo normal, tendrían que trabajar mucho más para no ser despedidos, y apenas ganarían unos 100 € más. Así que muchos dicen que no merece la pena. Esto ha creado graves problemas entre pequeños empresarios de la región, que no pueden ofrecer sueldos mucho mayores que los mencionados, menos aún en esta época de crisis económica (aunque la verdad es que la crisis económica en Hungría ya casi dura tres décadas). No es muy difícil ver a estos grupos de közmunka, en los parques, por ejemplo, con su uniforme o chalecos reflectantes, sentados en los bancos bebiendo y fumando, dejando pasar las horas. Así que lo que parecía una solución, poco a poco se está convirtiendo en otro problema. Ojo, que hay gente que cumple con sus tareas, incluso han surgido pequeñas empresas públicas con ideas individuales de parados que han entrado dentro de este programa de empleo público, pero estos son una minoría.

En la segunda entrada continuaré con más actualidad húngara, aún hay cosas que considero interesantes.


Antiguos tranvías Ganz, que están siendo sustituidos.

Nuevos tranvías de CAF, sustituyendo a los viejos Ganz. Sin duda más cómodos para los sufridos viajeros, pero que restan el encanto clásico a las calles de Budapest.
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